«Los tiempos cambian. Como Iglesia tenemos que aprender el camino frente a nuevas problemáticas» - Alfa y Omega

«Los tiempos cambian. Como Iglesia tenemos que aprender el camino frente a nuevas problemáticas»

El Papa anima a los obispos, sacerdotes, religiosas, seminaristas y catequistas a enfrentar la realidad tal y como es y les advierte ante la tentación de lamentarse por los tiempos pasados, que provocan que «en lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciemos sea algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie»

Fran Otero
Foto: AFP/Tiziana Fabi

El Papa Francisco cerró sus intervenciones del día –no sus actos, pues tiene en agenda una visita privada a la Casa Mateo 25– ante obispos, sacerdotes, religiosas, consagrados, seminaristas, catequistas y animadores del país en la catedral de la Inmaculada Concepción en la que los animó a continuar su misión sin mirar al pasado, adaptándose a los nuevos tiempos y a las nuevas realidades.

Les dijo: «Los tiempos cambian y debemos reconocer que a menudo no sabemos cómo insertarnos en los nuevos escenarios; podemos soñar con Egipto, olvidando que la Tierra Prometida está adelante y no atrás, y en ese lamento por los tiempos pasados, nos vamos petrificando. En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie».

Francisco se sirvió de la Anunciación de la Virgen María para recordarles que Dios elige para llevarla a cabo Galilea, «la más alejada y conflictiva de las regiones»; en una casa y no en una sinagoga o lugar religioso; y a una laica y mujer. «¿Qué ha cambiado? Todo. Y, en ese cambio, está nuestra identidad más profunda. Vosotros preguntabais qué hacer con la crisis de identidad sacerdotal, cómo luchar contra ella. A propósito, lo que voy a decir relativo a los sacerdotes es algo que todos estamos llamados a cultivar y desarrollar. Frente a la crisis de identidad sacerdotal, quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios», añadió.

Y continúo diciendo que es agotador vivir el vínculo con Dios como un doctor de la ley, «siempre cumpliendo, siempre creyendo que la paga es proporcional al esfuerzo que haga, que es mérito mío si Dios me bendice, que la Iglesia tiene el deber de reconocer mis virtudes y esfuerzos». «No podemos correr tras aquello que redunde en beneficios personales; nuestros cansancios deben estar más vinculados a «nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es movido y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido».

A instancias de un catequistas mozambiqueña que había intervenido previamente, el Pontífice se refirió a la evangelización y, en concreto, al desafío de la inculturación. Citó la Evangelii gaudiumpara decir que «debe procurarse la predicación del Evangelio, expresada con categorías propias de la cultura donde es anunciado, provoque una nueva síntesis con esa cultura. Aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes de procesos históricos con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia».

En este sentido, afirmó que los regionalismos y particularismos, «al estar constantemente construyendo muros, atentan contra la dinámica de la encarnación, que ha derribado el muro que nos separaba». «Vosotros que habéis sido testigos de divisiones y rencores que terminaron en guerras, tenéis que estar siempre dispuestos a acortar las distancias. La Iglesia de Mozambique está invitada a ser la Iglesia de la Visitación. No puede ser parte del problema de las competencias, menosprecios y divisiones de unos con otros, sino puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto, el intercambio y el diálogo», dijo tras recordar el encuentro entre la Virgen María y su prima Isabel.

En este sentido, tras ser preguntado por la cuestión de los matrimonios interreligiososos, dijo que como Iglesia «tenemos que aprender el camino frente a nuevas problemáticas, buscando no quedar paralizados por una lógica que enfrenta, divide, condena». «Poneos en camino y buscad una respuesta a estos desafíos pidiendo la asistencia segura del Espíritu Santo. Él es el Maestro para mostrar los nuevos caminos a transitar», concluyó.