La razón frente a la fuerza del sino - Alfa y Omega

La razón frente a la fuerza del sino

Pedro Víllora
Un momento de la representación de la obra La vida es sueño, interpretado por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Foto: Sergio Parra

Calderón se mostró en La vida es sueño firme partidario del libre albedrío. Frente al determinismo de los astros, o del sino, propone el ejercicio de la razón. El hombre, Segismundo, llega a la salvación porque sus actos han sido dirigidos por su voluntad, que a su vez nace de la capacidad de valorar distintas perspectivas y consecuencias. Este es el último montaje elegido por Helena Pimenta para despedirse de la dirección de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Puede verse en el Teatro de la Comedia de Madrid hasta el 20 de octubre.

Como despedida de su cargo de directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Helena Pimenta ha escogido la misma obra con la que inauguró su labor: La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca. Esta vez lo ha hecho con la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Pimenta, profesora de Secundaria en tiempos, siempre ha apostado por la juventud. Como responsable de un organismo entre cuyos fines está la preservación y promoción del patrimonio, ha sabido ofrecer los grandes títulos del repertorio, con intérpretes de cierto gancho popular, junto a la escenificación de textos menos frecuentes en los que se han fogueado varios jóvenes artistas. Esto ha servido para formar tanto a los propios intérpretes como a los muchos estudiantes que han acudido. Marcharse con un texto mayor encarnado por los jóvenes es un espaldarazo para estos y para su trayectoria personal.

El montaje en sí es sobrio y centrado en el trabajo interpretativo. Es curioso que, para ser una obra con tres protagonistas claros y cuatro secundarios de gran presencia, Pimenta haya optado por una labor coral donde los ocho hombres y cuatro mujeres que intervienen están equilibrados, con la salvedad del Segismundo de Alejandro Pau cuya lógica relevancia lo individualiza y diferencia. Para el resto hay momentos en que un mismo personaje es compartido por dos actores, o unos dan voz mientras es el cuerpo de otros quien está caracterizado… Ese desdoblamiento tiene una función semejante a la del fondo traslúcido de la escenografía: plantear la confusión entre verdad y realidad, lo vivido y lo soñado, la duda acerca de la propia identidad… El intelectual que fue Calderón nos habló, entre otras cosas, de la soberanía; nos dijo que no residía en la persona sino en el pueblo, en el ciudadano y no en el monarca, y que este era un gestor de encomienda ajena con poder para actuar pero jamás para dictar u oprimir. Como buen conocedor del platonismo, Calderón nos propone una suerte de mito de la caverna que Pimenta y su escenógrafa, Mónica Teijeiro, transmiten con claridad.

La controversia de auxiliis

Si La vida es sueño tiene lecturas comprensibles en tiempos de especulación de la imagen y cuestionamiento del ejercicio político, cuando además se plantea la decisión personal acerca de todo tipo de identidad (sexual o nacional, por ejemplo), el aspecto religioso de la obra suele quedar postergado. Calderón es un autor religioso, como bien han estudiado Menéndez Pelayo o Valbuena Briones. Era un intelectual jesuita impregnado de erasmismo que en esta obra de 1632-1635 recuperó una polémica que llevaba enfrentado a jesuitas y dominicos desde mediados del siglo anterior: la controversia de auxiliis.

Frente a luteranos y calvinistas, quienes planteaban la predestinación total del hombre, los jesuitas se inspiraron en san Agustín y santo Tomás para proponer en el Concilio de Trento que el hombre era capaz de conciliar el libre albedrío con la Gracia. El dominico Báñez sostenía la infalibilidad de la presciencia de Dios, mientras que el jesuita Luis de Molinos veía esto como una suerte de determinismo luterano y argumentaba en su lugar que Dios conoce el futuro condicionado, que no es lo que será sino lo que puede ser en función de las elecciones libres. Esta disputa, en la que los dominicos llegaron a acusar a los jesuitas de pelagianismo, supero el ámbito de la jurisdicción española y llegó hasta Roma. De 1598 a 1607 hubo 89 congregaciones papales de auxiliis que culminaron con la decisión de Pablo V de permitir las dos posturas sin tomar partido por ninguna. Esto fue considerado un triunfo por los jesuitas, y a su vez serviría posteriormente a los jansenistas para atacar el jesuitismo que, en su opinión, había contaminado al conjunto de la Iglesia.

Calderón se mostró en La vida es sueño firme partidario del libre albedrío. Frente al determinismo de los astros, o del sino, propone el ejercicio de la razón. El hombre, Segismundo, llega a la salvación porque sus actos han sido dirigidos por su voluntad que a su vez nace de la capacidad de valorar distintas perspectivas y consecuencias. El hombre hace el bien no por temor al castigo, sino por convicción. Primero se arriesga, se equivoca, cae en el pecado, pero luego recapacita, comprende, se arrepiente y actúa según sus nuevas convicciones. Ahí es donde Calderón se muestra como el teólogo que es, que será aún más explícito cuando cuatro décadas después de esta primera versión reescriba su pieza en forma de auto sacramental.