¡Viva la Socorrilla! - Alfa y Omega

Nada hay más importante para un pueblo que las ferias y fiestas en honor a su patrona. Durante los meses de verano muchos lugares han celebrado sus días grandes. Son días de descanso, alegría y esperanza. El pueblo, sencillo y trabajador, necesita comunicar a los demás que la vida, a pesar de los problemas, sigue mereciendo la pena, que el trabajo con ayuda es más llevadero y que la fiesta que no se comparte es menos fiesta.

Por las calles de Miguel Esteban, mi pueblo, han paseado desde el día 8 de septiembre (Natividad de la Virgen) mayores y pequeños, gentes de aquí y de fuera, en un ir y venir que no por repetido es menos deseado.

Nuestra feria es banda de música, pólvora, desfile de reinas para la elección de la Reina de La Mancha. También es Misa Mayor y procesión con un «¡Viva la Socorrilla!» que alguien gritó a su paso; comidas en familia bajo la mirada feliz de la abuela; saludos y abrazos con amigos y vecinos que volvemos a encontrar; llanto de los niños que no quieren bajar del tiovivo… y la traca final.

Pero también es recuerdo de los momentos felices vividos con quienes hoy ya no están y desde el Cielo comparten nuestra alegría. Recordar es enraizar nuestra memoria, regándola con los años felices de nuestra infancia. También es gratitud a todos los que se empeñan por hacer un pueblo más humano y acogedor, porque así brindan a los demás la posibilidad de disfrutar las cosas bellas que tiene la vida. «Solo buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro» (Platón).

Y por encima de todo, en cualquier corazón miguelete se arraiga y renueva un fuerte sentimiento de amistad y devoción a la patrona, La Virgen del Socorro, la Socorrilla. Ella forma parte de nuestra historia, a Ella nuestro recuerdo y gratitud. Como dijo Albert Einstein, «la experiencia más bella que tenemos los hombres es el misterio». La relación entre Miguel Esteban y su Socorrilla es un gozoso misterio que se repite cada año y que viene desde antiguo.