El Papa pide «buenos catequistas» que tengan «familiaridad con Jesús» - Alfa y Omega

El Papa pide «buenos catequistas» que tengan «familiaridad con Jesús»

«El catequista es un cristiano que lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros. Esto requiere esfuerzo. Compromete toda la vida», así se lo dijo el Papa Francisco a los más de 1.600 catequistas que participaron, el pasado fin de semana, en el Congreso Internacional sobre la Catequesis que se celebró en Roma

José Antonio Méndez

En el Congreso, que llevaba por lema El catequista, testimonio de la fe, y que ha sido promovido y organizado con ocasión del Año de la fe por el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, el Santo Padre se dirigió a los catequistas en dos ocasiones -en un discurso, el sábado, y en la homilía del domingo- para recordarles un mismo mensaje: lo central en la vida del catequista, como de cualquier otro cristiano que quiera vivir una vida fecunda es «partir desde Cristo, tener familiaridad con Jesús».

Se necesitan buenos catequistas

En su discurso del sábado, el Papa Francisco recordó que «la catequesis es una columna para la educación de la fe, y ¡se necesitan buenos catequistas!», si bien tienen que «ser catequistas; no trabajar como catequistas ¡eso no sirve!», pues «ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente con la propia vida. Y esto no es fácil. ¡No es fácil! Nosotros ayudamos, nosotros guiamos hacia el encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio». Además, empezó recordando unas palabras de san Francisco de Asís a sus frailes: «Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Pero antes, el testimonio: que la gente vea en vuestras vidas el Evangelio, pueda leer el Evangelio».

Partir de Cristo

El Papa además, estableció tres puntos imprescindibles no sólo para los catequistas, sino para la acción evangelizadora de todo católico. El primero es «partir desde Cristo», es decir, «tener familiaridad con Jesús», pues «si estamos unidos a Él, podemos dar fruto». La «familiaridad con Cristo es permanecer en Jesús, es un permanecer apegado a Él, dentro de Él, con Él, hablando con Él: pero, permanecer en Jesús». Por eso, «la primera cosa, para un discípulo, es estar con el Maestro, escucharlo, aprender de Él. Y esto vale siempre, ¡es un camino que dura toda la vida!». Así, lanzó una pregunta a los catequistas: «Cuando vas al Señor, miras el Tabernáculo, ¿qué haces? ¿Pero tú te dejas mirar por el Señor?» Estar ante el sagrario «enardece el corazón, tiene encendido el fuego de la amistad con el Señor, te hace sentir que Él te mira verdaderamente, te es cercano y te quiere». Y ¿qué pasa si uno se aburre durante la oración y se queda dormido? Pues, tal y como dijo el Papa, no pasa nada, con tal de ser conscientes de la presencia del Señor: «¡Duérmete! ¡Duérmete! Él te mirará lo mismo. Él te mirará lo mismo. ¡Pero estate seguro que Él te mira! Y esto es más importante que el título de catequista: es parte del ser catequista».

Salir al encuentro del otro

El segundo aspecto que destacó el Santo Padre consiste en que «partir de Cristo significa imitarlo en salir de sí mismo e ir al encuentro del otro». «Mientras más te unes a Jesús y Él se vuelve el centro de tu vida, más Él te hace salir de ti mismo, te descentraliza y te abre a los otros. Este es el verdadero dinamismo de amor, ¡éste es el movimiento de Dios mismo!», exclamó el Papa, pues «donde hay verdadera vida en Cristo, hay apertura hacia el otro, hay salida de sí para ir al encuentro del otro en el nombre de Cristo. Y este es el trabajo del catequista: salir continuamente de sí por amor, para testimoniar a Jesús y hablar de Jesús, predicar a Jesús». El Santo Padre remarcó especialmente el hecho de la fe como don de Dios: «Esta palabrita: don. El catequista es consciente que ha recibido un don, el don de la fe, y lo da como don a los otros. Y esto es hermoso… y por esto no se saca un porcentaje, ¿eh? ¡Todo lo que recibe, lo da! ¡Esto no es un negocio! Es don puro: don recibido y don transmitido. Y el catequista está allí, en este cruce de dones».

El tercer aspecto está relacionado con éste: «Partir de Cristo significa no tener miedo de ir con Él a las periferias», a «no tener miedo de salir de nuestros esquemas para seguir a Dios, porque Dios va siempre más allá. Porque ¿sabéis una cosa? ¡Dios no tiene miedo!¡No tiene miedo! ¡Está siempre más allá de nuestros esquemas!» Además, recordó que «la creatividad es como la columna del ser catequista», pues «Dios es creativo, no es cerrado, y por esto jamás es rígido, ¡Dios no es rígido! Nos acoge, nos viene al encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, es necesario saber cambiar. Saber cambiar. ¿Y por qué debo cambiar? Para adecuarme a las circunstancias en las que debo anunciar el Evangelio; para permanecer con Dios es necesario saber salir, no tener miedo de salir. Si un catequista se deja llevar por el miedo, es un cobarde; si un catequista se está ahí tranquilo termina por ser una estatua de museo», «si un catequista es rígido se vuelve acartonado y estéril».

El riesgo de apoltronarse

Durante su homilía del domingo, el Santo Padre también alertó a los catequistas del «riesgo de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y en el corazón, de concentrarnos en nuestro bienestar», pues «si las cosas, el dinero, lo mundano se convierten en el centro de la vida, nos aferran, se apoderan de nosotros, perdemos nuestra propia identidad como hombres». El «peligro de encerrarnos, de poner nuestra seguridad en las cosas, que al final nos roban el rostro, nuestro rostro humano» sucede «cuando perdemos la memoria de Dios», explicó el Pontífice, pues «si falta la memoria de Dios, todo queda comprimido en el yo, en mi bienestar. La vida, el mundo, los demás, pierden consistencia, ya no cuentan nada, todo se reduce a una sola dimensión: el tener. Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia, también nosotros nos vaciamos, perdemos nuestro rostro como el rico del Evangelio».

Custodiar la memoria

Ante esto, «el catequista es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás», ya que «para cada uno de nosotros, para todo cristiano, la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma; la fe es memoria de su Palabra que inflama el corazón, de sus obras de salvación con las que nos da la vida, nos purifica, nos cura, nos alimenta». Y añadió que «el catequista es un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar de transmitir todo aquello que Dios ha revelado, es decir, la doctrina de su totalidad, sin quitar ni añadir».