Vincenzo Paglia: «Tras su elección, el Papa me pidió acelerar el Proceso» - Alfa y Omega

Vincenzo Paglia: «Tras su elección, el Papa me pidió acelerar el Proceso»

¿Por qué fue asesinado monseñor Óscar Romero?; ¿por qué ha tardado tanto la Iglesia en reconocer su martirio?, son algunas de las preguntas que suscita la beatificación de este hombre que se ha convertido en símbolo de los sufrimientos y la fe de la Iglesia católica en América Latina. Responde a estas dudas el arzobispo monseñor Vincenzo Paglia, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, Postulador de la Causa de canonización del arzobispo Romero

Jesús Colina. Roma
Monseñor Vincenzo Paglia muestra un significativo cuadro de monseñor Romero, el pasado 11 de marzo, en San Salvador

Han pasado 22 años desde la apertura de la Causa de monseñor Romero. ¿Por qué ha llevado tanto tiempo?
La figura del obispo Romero se convirtió inmediatamente en objeto de manipulación política. Una situación semejante comportó, por tanto, la necesidad de examinar en su contexto la conducta y, sobre todo, los escritos de Romero para llegar a la verdad histórica de su actuación, en la difícil y controvertida situación salvadoreña de su tiempo. El recorrido, por tanto, ha quedado marcado por detenciones, suspensiones, y otras medidas que han retrasado el Proceso.

¿Se han dado problemas de carácter doctrinal?
Después del inicio de la fase romana del Proceso, en 1998, el examen del caso pasó a la Congregación para la Doctrina de la Fe.

¿Y cuáles fueron los resultados?
El resultado final del estudio de los testimonios procesales, de los documentos y de más de cincuenta mil documentos del archivo de Romero es que su pensamiento teológico era «igual al de Pablo VI definido en la Exhortación Evangelii nuntiandi», como respondió él mismo en 1978 a quien le preguntaba si apoyaba la teología de la liberación [«sí, soy de la teología de la liberación de Pablo VI, no de otra», ndr]. En pocas palabras, en un contexto histórico caracterizado por una tremenda tensión y una cruenta lucha política, se confundió con connivencia con la ideología marxista la defensa concreta de los pobres, a quienes Romero ayudaba, pero no por cercanía con ideas socialistas, sino por fidelidad a la Tradición, que desde siempre reconoce la predilección de los pobres como opción de Dios.

¿Cómo se ha llegado a establecer que su asesinato tuvo lugar por odio a la fe?
Se ha demostrado que el odio profundo de la represión oligarca que armó la mano del asesino de Romero (ex parte persecutoris) sólo estaba motivado por el amor demostrado por el obispo a favor de la justicia y a la defensa de los pobres, de los indefensos y de los oprimidos. Un odio que se desató bárbaramente también contra otros miembros de la Iglesia. En definitiva, Romero no eligió la vía de la participación política, en un contexto violento de guerra civil, sino que optó por una opción totalmente evangélica. Además se ha demostrado (ex parte Servi Dei) que Romero fue un verdadero pastor que dio la vida por sus ovejas y murió coherentemente con la fe, con la doctrina y con el magisterio de la Iglesia. Su disposición para dar la vida se cumplió en el altar de la Eucaristía. Este momento final de su vida es calificador. San Juan Pablo II afirmó: «Le han matado precisamente en el momento más sagrado, durante el acto más alto y más divino…, mientras ejercía su misión santificadora ofreciendo la Eucaristía».

Monseñor Romero en la iglesia de San Antonio: Chalatenango, El Salvador (1979)

¿Después de la imagen del Romero revolucionario político que algunos promovieron, no cree que se corre ahora el riesgo de presentarle como alguien meramente espiritual?
El reconocimiento del Papa de su martirio por odio a la fe es definitivo, no deja ya espacio ni a reservas sobre la naturaleza de su acción, ni a interpretaciones manipuladas de su figura. Un retrato de Romero, que refleja la realidad, es el que me ha dejado en un testimonio escrito Gustavo Gutiérrez [uno de los padres de la teología de la liberación, N. d. R.]: «Monseñor Romero fue ante todo un pastor, ésta es la primera condición que transmitía en el primer contacto con él. Fue un testigo auténtico de la verdad evangélica, con una formación espiritual y teológica que podríamos definir como tradicional. No era una persona que estuviera a merced de las opiniones de los demás, no era manipulable. Su fe le llevaba a discernir los puntos de vista y de la realidad que se le presentaban. Fue un hombre libre. La razón de esta libertad estaba en su sentido de Dios, que le permitió conservar la serenidad incluso ante la muerte».

En su vida se habló de una conversión de Romero: de sacerdote conservador, a revolucionario…
Tras su elección como arzobispo de San Salvador, Romero fue testigo de un desencadenamiento de la violencia: la represiva del Gobierno militar y la subversiva de los grupo de guerrilla revolucionaria. Sus sacerdotes fueron asesinados y torturados. Ante este clima de violencia y de persecución de la Iglesia, Romero reaccionó como obispo y pidió con fuerza justicia a las autoridades, respeto de los derechos humanos, y comenzó a denunciar públicamente las atrocidades y las injusticias. Protegió a los oprimidos, al clero y a los fieles perseguidos, y lo hizo precisamente en virtud de las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, y a través del magisterio conciliar y pontificio. Pocos meses antes de morir, cuando un periodista venezolano le planteó la enésima pregunta sobre su conversión de cura en sotana a pastor militante, metido a político, respondió: «Mi única conversión es a Cristo, y a través de toda mi vida». Ciertamente, el asesinato del padre Rutilio Grande, su amigo fraterno, determinó en él un espíritu de fortaleza, como la llamó él mismo. Una conciencia de tener que actuar en ese momento con más valor como defensor civitatis, haciendo referencia al amor evangélico en la vida social.

¿Quién era Rutilio Grande?
Era un jesuita. Pero no pertenecía al grupo de jesuitas intelectuales académicos, que teorizaban el cambio cultural y político del país. El padre Rutilio había escogido vivir en la periferia, en medio a los campesinos. Romero subrayaba particularmente la motivación de amor que había orientado a Rutilio en su trabajo pastoral: «El amor verdadero es el que lleva a Rutilio Grande a la muerte mientras da la mano a dos campesinos. Así ama la Iglesia. No por inspiración revolucionaria, sino por inspiración de amor». Lo que Romero vio en ese sacerdote misionero es la conversión pastoral, según el párrafo 28 de la Evangelii nuntiandi. «Mientras no se viva una conversión del corazón, todo será débil, revolucionario, pasajero, violento. No cristiano», dijo en la homilía del funeral del jesuita. Cuando hablé con el Papa Francisco, poco después de su elección, me pidió inmediatamente que continuara adelante con al Causa de Romero; es más, me dijo que corriera… Y me habló de la importancia del padre Rutilio Grande, a quien él había conocido, a través de quien se comprende a fondo la acción pastoral de Romero».

Una actividad pastoral que, con frecuencia, era recibida con oposición por parte del nuncio y de otros miembros del episcopado…
Como escribe Romero en el diario, refiriéndose a algunos hermanos en el episcopado, «la fidelidad a este pueblo tan paciente, que ellos no logran comprender, forma parte de las cosas esenciales». Sobre esto él no podía ceder. La relación con el Papa constituía una referencia esencial y decisiva para identificar sus responsabilidades y modelar su fisonomía de obispo según las exigencias del Evangelio, del Concilio, y del Magisterio. Desde el primer encuentro con Pablo VI, recibió apoyo para continuar con valentía en su difícil misión, obstaculizada por incomprensiones, contrastes, y calumnias hacia su persona. Veinte días antes de morir, había dicho en una predicación: «Para mí, el secreto de la verdad y de la eficacia de mi predicación consiste en estar en comunión con el Papa». Vivió plenamente en este sentido su lema episcopal: Sentire cum Ecclesia, sentir con la Iglesia.

¿Qué caracteriza al caso de Romero, entre los mártires del siglo XX?
La Iglesia ha canonizado a muchos mártires de los regímenes totalitarios del comunismo y del nazismo. El martirio de Romero forma parte de las persecuciones de la Iglesia de América Latina en los años setenta y ochenta de ese siglo. Romero, como otros sacerdotes, fue asesinado por un sistema oligarca formado por personas que se profesaban católicas y que veían en él a un enemigo del orden social occidental y de la que Pío XI, en la encíclica Quadrigesimo anno, llama dictadura económica. Fue el primer ejemplo conocido en este sentido.

¿Qué significa hoy esta beatificación, para el presente y el futuro de la Iglesia?
Siempre me ha impresionado el hecho de que Romero, si bien era arzobispo, primado de la Iglesia de El Salvador, no quiso vivir en la residencia episcopal, sino en la casa del portero de un pequeño hospital. Pienso que su beatificación, tras tantas vicisitudes, que tiene lugar precisamente en este momento eclesial, constituye un signo providencial. Romero es un obispo con espíritu de fortaleza, pero puso en práctica las Bienaventuranzas evangélicas. Persiguió la justicia, la reconciliación y la paz social. Sintió la urgencia de anunciar la Buena Nueva y de proclamar cada día la Palabra de Dios. Amó a una Iglesia pobre para los pobres, vivía con ellos, sufría con ellos. Sirvió a Cristo en la gente de su pueblo. Su fama de hombre de Dios sobrepasa las fronteras de la misma catolicidad. Es el primer gran testigo de la Iglesia del Concilio Vaticano II. Un ejemplo de Iglesia que sale de sí misma. En este sentido, creo que representa una figura emblemática para la Iglesia de hoy y que ilumina el ministerio presente y futuro.

Cronología

15 de agosto de 1917. Óscar Arnulfo Romero nace en Ciudad Barrios, un municipio a 160 kilómetros de la capital, San Salvador.

4 de abril de 1942 . Fue ordenado sacerdote con 24 años en Roma.

3 de febrero de 1977. Fue nombrado arzobispo de San Salvador por el Papa Pablo VI.

12 de marzo de 1977. El padre Rutilio Grande, amigo íntimo de Romero, fue asesinado en la ciudad de Aguilares junto a dos campesinos. Para darle mayor relieve, el arzobispo convocó una Misa única en la diócesis, a pesar de la oposición de parte del clero.

30 de enero de 1980. Último encuentro entre el Papa y Romero. Juan Pablo II le recuerda la importancia de estar «preocupados no sólo con la defensa de la justicia social y el amor a los pobres, sino también con lo que podría ser el resultado de un arreglo de cuentas por parte de la izquierda popular».

23 de marzo de 1980. Romero hizo un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en la que se conocería como Homilía de fuego.

24 de marzo de 1980. Monseñor Romero fue asesinado cuando oficiaba la Misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia.

24 de marzo de 1990. Se inicia la Causa de canonización.

3 de febrero de 2015. El Papa Francisco aprueba su Decreto de martirio.

23 de mayo de 2015. Monseñor Romero será beatificado en San Salvador.