Papa Francisco: «Jesús quiere hoy callejeros de la fe» - Alfa y Omega

Papa Francisco: «Jesús quiere hoy callejeros de la fe»

La primera beatificación de un sacerdote argentino fue aprobada por Benedicto XVI, pero providencialmente, se ha celebrado con un argentino como Sucesor de Pedro. El cura Brochero (1840-1914), incansable evangelizador que hizo miles de kilómetros a lomos de su mula, responde plenamente a ese perfil de pastor con olor a ovejas que pide insistentemente Francisco. «Jesús quiere hoy discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe!», escribió el Papa en un mensaje con este motivo. La ceremonia, el sábado, en Córdoba (Argentina), fue todo un acontecimiento nacional

Redacción

«En una beatificación es muy importante su actualidad pastoral. El cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios», escribe el Papa Francisco, en una carta, enviada para la beatificación. «No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe. Esto es lo que Jesús quiere hoy, discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe!».

En la misma idea insistió el Papa tras el rezo dominical del Ángelus en la Plaza de San Pedro: «Pidamos a Cristo, por intercesión del nuevo Beato, que se multipliquen los sacerdotes que, imitando al cura Brochero, entreguen su vida al servicio de la evangelización, tanto de rodillas ante el crucifijo, como dando testimonio por todas partes del amor y la misericordia de Dios».

Octavo Beato argentino

El cura Brochero fue beatificado el sábado, en una multitudinaria celebración en Villa Cura Brochero, en Córdoba (Argentina), presidida por el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y enviado papal, cardenal Angelo Amato, con la participación de unas 200.000 personas, unos 60 obispos y una nutrida representación de autoridades políticas. En la noche anterior, miles de personas participaron en una vigilia de oración.

El sacerdote José Gabriel Brochero (1840-1914) es el octavo argentino, y el primer sacerdote, en ser reconocido Beato. El país sudamericano, por ahora, sólo cuenta con un santo reconocido, san Héctor Valdivielso Sáez, mártir, joven religioso de La Salle asesinado durante la persecución de los años 30 en España.

Juan Pablo II declaró Venerable al Cura Brochero en febrero de 2004 y Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto que reconoce el milagro atribuido a su intercesión, la recuperación sin explicación médica de un niño con pronóstico de vida vegetativa y problemas neurológicos severos tras sufrir un accidente de tráfico. El niño estuvo presente en la ceremonia, y al final de la Eucaristía, llevó al altar unas reliquias del nuevo Beato.

Texto completo de la carta del Papa Francisco

Que finalmente el cura Brochero esté entre los beatos es una alegría y una bendición muy grande para los argentinos y devotos de este pastor con olor a oveja, que se hizo pobre entre los pobres, que luchó siempre por estar bien cerca de Dios y de la gente, que hizo y continúa haciendo tanto bien como caricia de Dios a nuestro pueblo sufrido.

Me hace bien imaginar hoy a Brochero párroco en su mula malacara, recorriendo los largos caminos áridos y desolados de los 200 kilómetros cuadrados de su parroquia, buscando casa por casa a los bisabuelos y tatarabuelos de ustedes, para preguntarles si necesitaban algo y para invitarlos a hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Conoció todos los rincones de su parroquia. No se quedó en la sacristía a peinar ovejas.

El cura Brochero era una visita del mismo Jesús a cada familia. Él llevaba la imagen de la Virgen, el libro de oraciones con la Palabra de Dios, las cosas para celebrar la Misa diaria. Lo invitaban con mate, charlaban y Brochero les hablaba de un modo que todos lo entendían porque le salía del corazón, de la fe y el amor que él tenía a Jesús.

José Gabriel Brochero centró su acción pastoral en la oración. Apenas llegó a su parroquia, comenzó a llevar a hombres y mujeres a Córdoba para hacer los ejercicios espirituales con los padres jesuitas. ¡Con cuánto sacrificio cruzaban primero las Sierras Grandes, nevadas en invierno, para rezar en Córdoba capital! Después, ¡cuánto trabajo para hacer la Santa Casa de Ejercicios en la sede parroquial! Allí, la oración larga ante el crucifijo para conocer, sentir y gustar el amor tan grande del corazón de Jesús, y todo culminaba con el perdón de Dios en la confesión, con un sacerdote lleno de caridad y misericordia. ¡Muchísima misericordia!

Este coraje apostólico de Brochero lleno de celo misionero, esta valentía de su corazón compasivo como el de Jesús que lo hacía decir: «¡Guay de que el diablo me robe un alma!», lo movió a conquistar también para Dios a personas de mala vida y paisanos difíciles. Se cuentan por miles los hombres y mujeres que, con el trabajo sacerdotal de Brochero, dejaron el vicio y las peleas. Todos recibían los sacramentos durante los ejercicios espirituales y, con ellos, la fuerza y la luz de la fe para ser buenos hijos de Dios, buenos hermanos, buenos padres y madres de familia, en una gran comunidad de amigos comprometidos con el bien de todos, que se respetaban y ayudaban unos a otros.

En una beatificación es muy importante su actualidad pastoral. El cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial, se desgastó sobre la mula y acabó enfermando de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe. Esto es lo que Jesús quiere hoy, discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe!

Brochero era un hombre normal, frágil, como cualquiera de nosotros, pero conoció el amor de Jesús, se dejó trabajar el corazón por la misericordia de Dios. Supo salir de la cueva del «yo-me-mi-conmigo-para mí» del egoísmo mezquino que todos tenemos, venciéndose a sí mismo, superando con la ayuda de Dios esas fuerzas interiores de las que el demonio se vale para encadenarnos a la comodidad, a buscar pasarla bien en el momento, a sacarle el cuerpo al trabajo. Brochero escuchó el llamado de Dios y eligió el sacrificio de trabajar por su Reino, por el bien común que la enorme dignidad de cada persona se merece como hijo de Dios, y fue fiel hasta el final: continuaba rezando y celebrando la misa incluso ciego y leproso.

Dejemos que el cura Brochero entre hoy, con mula y todo, en la casa de nuestro corazón y nos invite a la oración, al encuentro con Jesús, que nos libera de ataduras para salir a la calle a buscar al hermano, a tocar la carne de Cristo en el que sufre y necesita el amor de Dios. Solo así gustaremos la alegría que experimentó el Cura Brochero, anticipo de la felicidad de la que goza ahora como beato en el cielo.

Pido al Señor les conceda esta gracia, los bendiga y ruego a la Virgen Santa que los cuide.

Afectuosamente, Francisco.