Ángelus del Papa: «La búsqueda de la paz requiere perseverancia» - Alfa y Omega

Ángelus del Papa: «La búsqueda de la paz requiere perseverancia»

En un momento en el que el mundo reza, firmemente, por la paz en Siria, Oriente Medio y el mundo entero, el Papa vuelve a hacer un apremiante llamamiento a que «cese inmediatamente la violencia y la devastación», y recordó que «la búsqueda de la paz es larga y requiere paciencia y perseverancia». Lo hizo este domingo, antes del rezo mariano del Ángelus, ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano

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El Papa Francisco destacó, ante los presentes, que renunciar al mal y a sus seducciones, y escoger el bien es «la guerra, más profunda, que tenemos que luchar todos”. Esto implica, entre otras cosas, «decir no al odio fratricida y a las mentiras de las que se sirve, a la violencia en todas sus formas, a la proliferación de armas y su comercio ilegal. Éstos son los enemigos que hay que combatir unidos y con coherencia, no siguiendo intereses, que no sean los de la paz y el bien común».

También el Pontífice dio las gracias «a todos aquellos que, de una u otra forma, se unieron a la vigilia de oración y ayuno» la noche del sábado, 7 de septiembre. «Gracias a las numerosas personas que han ofrecido sus sufrimientos. Gracias a las autoridades civiles, a los miembros de otras comunidades cristianas y de otras religiones, y a los hombres y mujeres de buena voluntad que han vivido, con este motivo, momentos de oración, ayuno y reflexión», añadió.

Y aunque la Jornada ha terminado, recalcó, al término del rezo del Ángelus, que «el compromiso continúa: ¡Sigamos con la oración y con las obras de paz!» e invitó a los fieles a seguir rezando «para que cese inmediatamente la violencia y la devastación en Siria, y para que se trabaje con renovado empeño por una justa solución al conflicto fratricida». No olvidó el Papa «los otros países de Oriente Medio, especialmente el Líbano; pidamos para que encuentre la anhelada estabilidad y siga siendo modelo de convivencia; por Irak, para que la violencia sectaria deje paso a la reconciliación; y por el proceso de paz entre israelíes y palestinos, para que avance con determinación y audacia. Pidamos también por Egipto, para que todos los egipcios, musulmanes y cristianos, se comprometan a construir juntos la sociedad buscando el bien de toda la población».

Texto completo de las palabras del Santo Padre antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, en el Evangelio de hoy, Jesús insiste en las condiciones para ser sus discípulos: no anteponer nada al amor por Él, llevar la propia cruz y seguirlo. Mucha gente, de hecho, se acercaba a Jesús, quería estar entre sus seguidores; esto sucedía especialmente después de alguna señal prodigiosa que lo acreditaba como el Mesías, el Rey de Israel. Pero Jesús no quiere ilusionar a nadie. Él sabe muy bien lo que le espera en Jerusalén, cuál el camino que el Padre le pide recorrer: es el camino de la cruz, del sacrificio de sí mismo por el perdón de nuestros pecados.

¡Seguir a Jesús no significa participar en un cortejo triunfal! Significa compartir su amor misericordioso, entrar en su gran obra de misericordia hacia cada hombre y hacia todos los hombres. ¡La obra de Jesús es precisamente una obra de misericordia, de perdón, de amor! ¡Es tan misericordioso Jesús! Y este perdón universal pasa por la cruz. Pero Jesús no quiere cumplir esta obra solo: nos quiere involucrar también a nosotros en la misión que el Padre le ha encomendado. Después de la resurrección, les dice a sus discípulos: Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes… Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen. El discípulo de Jesús renuncia a todos los bienes, porque ha encontrado en Él el Bien más grande, en el que cualquier otro bien recibe su pleno valor y significado: los lazos familiares, las otras relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos y otros… El cristiano se desprende de todo y reencuentra todo en la lógica del Evangelio, la lógica del amor y el servicio.

Para explicar esta exigencia, Jesús usa dos parábolas: la de la torre que se debe construir y la del rey que va a la guerra. Esta segunda parábola dice: ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.

Pero en este momento en que estamos firmemente orando por la paz, esta Palabra del Señor nos toca en lo más vivo, y, esencialmente, nos dice: ¡hay una guerra más profunda que tenemos que luchar, todos! ¡Es la decisión firme y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y de escoger el bien, listos para pagar en persona: he aquí el seguimiento de Cristo, he aquí el tomar la propia cruz! Esta guerra profunda contra el mal… ¿de qué sirve hacer guerras, si tú no eres capaz de hacer esa guerra profunda contra el mal? ¡No sirve a nada! No va… Esto implica – entre otras cosas- decir no al odio fratricida y a las mentiras de las que se sirve. Decir no a la violencia en todas sus formas Decir no a la proliferación de armas y no a su comercio ilegal. ¡Pero hay tanto! Y siempre queda la duda: esa guerra de allá, esta otra, porque en todas partes hay guerras ¿es verdaderamente una guerra por problemas o una guerra comercial para vender estas armas en el comercio ilegal? Éstos son los enemigos que hay que combatir unidos y con coherencia, no siguiendo intereses, que no sean los de la paz y el bien común.

Queridos hermanos y hermanas, hoy recordamos también la Natividad de la Virgen María, la fiesta particularmente querida para las Iglesias Orientales. Y todos nosotros podemos enviar un lindo saludo a todos los hermanos, hermanas, obispos, monjes y monjas de la Iglesias Orientales, ortodoxas y católicas: ¡un lindo saludo!… Jesús es el sol, María es la aurora que preanuncia su salida. Anoche velamos encomendando a su intercesión nuestra oración por la paz en el mundo, especialmente en Siria y en todo Oriente Medio. La invocamos ahora como Reina de la Paz. ¡Reina de la Paz ruega por nosotros! ¡Reina de la Paz ruega por nosotros!