«A los musulmanes ni tocarlos. Son de casa» - Alfa y Omega

«A los musulmanes ni tocarlos. Son de casa»

«A los musulmanes ni tocarlos». Así se plantaron los vecinos del barrio de Els Orriols, en Valencia, cuando un grupo de radicales buscó venganza en los musulmanes del barrio tras los atentados de enero en París. Lo cuenta un sacerdote jesuita que trabaja en la zona, mano a mano con el imán local, organizando oraciones conjuntas y foros de debate. La integración es uno de los frutos del diálogo interreligioso entre la Iglesia y la comunidad musulmana en España

Cristina Sánchez Aguilar
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Los obispos europeos, reunidos en Suiza hace dos semanas, concluyeron con preocupación que la estigmatización de los musulmanes y el Islam ha aumentado significativamente en Europa.

En España, la comunidad musulmana alcanzó, al finalizar 2014, un total de 1.858.509 ciudadanos, un 3,9 % de la población del país. Lo dice el último informe de la Unión de Comunidades Islámicas de España –UCIDE–, que refleja que más de 700.000 son de nacionalidad española. Para Hisham Muhammad, secretario de la Asociación de Jóvenes Musulmanes de España, «en este país, hasta cierto punto, se puede hablar de convivencia», aunque, constata, «hemos notado un aumento de las agresiones verbales, e incluso físicas, en las fechas posteriores a sucesos como el de París». En conversación con Alfa y Omega, el joven enumera las dificultades con las que se encuentran para vivir e integrarse de forma plena en la sociedad española. Una de ellas, «la estigmatización que sufrimos en los medios de comunicación. Algo que no es reciente, sino que lleva décadas. Siempre se nos relaciona con la violencia, con la irracionalidad, con el machismo, con el maltrato a la mujer…, y eso cala en el subconsciente colectivo de nuestros conciudadanos, lo quieran o no». Muhammad admite que «mucha gente que se cree que es inmune al discurso islamófobo, al cabo de un tiempo acaba con una imagen distorsionada del Islam».

Otra dificultad es el escaso cumplimiento de los acuerdos firmados entre el Estado español y la comunidad musulmana en 1992. «En este acuerdo de cooperación se reconoce el derecho a acceder a la comida halal -alimentos aceptables por la ley islámica–, a los cementerios –donde los muertos se entierran mirando hacia La Meca, recostados a la derecha y envueltos en paños blancos, pegados a la tierra–, a los centros de culto o a la enseñanza específica del Islam para los niños». Pero una cosa es que esté estipulado, y otra «que haya cumplimiento. La mayoría de esos derechos son papel mojado». Y eso que «España es uno de los países más avanzados de Europa en este sentido», reconoce. Por ejemplo, en Griñón, el único cementerio islámico que había en Madrid lleva desde octubre obligando a enterrar con féretro. «A los musulmanes, a veces, se nos considera ajenos a este país. Pero nosotros no mendigamos. Exigimos nuestros derechos», afirma.

Natalia Andújar, Vicepresidenta de la Junta Islámica, denuncia que si un musulmán pide menú halal en un hospital, o en un centro penitenciario, «se le niega». También alude al problema en las escuelas, donde el 90 % del alumnado musulmán carece de clase de Religión –así lo advierte el informe de la UCIDE–. Según este estudio, hay 275.000 alumnos musulmanes en centros públicos de enseñanza, y únicamente 47 profesores de Religión islámica en todo el país. El informe resalta que provincias con un alto número de estudiantes musulmanes no cuenta con ningún profesor, como es el caso de Barcelona, Madrid o Murcia. Según Andújar, «lo que ocurre es que en el centro dicen a las familias que no hay profesores. Ni se lo plantean».

La integración pasa por la sensibilización y el diálogo, asume Muhammad. Con las instituciones, la sociedad y también con otras religiones, «algo que es una necesidad imperante pero que no se lleva a cabo suficientemente». Según Hisham, «existen intentos tibios de crear mesas de debate interreligioso, pero todavía estamos a años luz de llegar al punto deseable». Es fundamental, añade, «conocernos y reconocernos mutuamente».

El cura amigo del imán

Cuando el Centro Cultural Islámico llegó al barrio de Els Orriols, en Valencia, «los vecinos estaban de uñas. Pero abrieron un espacio de conferencias, e invitaron a todos a participar. En San José celebraron una buñolada, y para poner fin al Ramadán hicieron una fiesta en la que invitaron, puerta por puerta, a todo el barrio». Lo cuenta el padre Josep Buades, sacerdote jesuita, que trabaja en la Fundación Ceimigra, de Valencia. «Este acercamiento hizo, por ejemplo, que después del atentado de Charlie Hebdo, ante la intentona del partido España 2000 de cargar contra los musulmanes del barrio, los vecinos dijeran que ni tocarlos. Que eran vecinos, que eran de casa». Bouades explica cómo, desde hace años, en diversos barrios valencianos se han organizado debates y mesas redondas con cristianos, musulmanes y miembros de otras religiones «que han fomentado el acercamiento. Hablamos de grandes temas, como el papel de la mujer, pero también del día a día, de los problemas de los vecinos, y vemos cómo iluminarnos desde la tradición religiosa de cada cual». El sacerdote, gran amigo del Presidente del Centro Cultural Islámico, está preparando con él una serie de diálogos que den respuesta a las grandes preguntas de los jóvenes católicos y musulmanes. «Necesitamos conocer la tradición de nuestros interlocutores», señala.

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Rezar juntos ante el dolor

Este acercamiento también se da en Madrid, de la mano de las dos religiosas y una laica que forman la Red Interlavapiés, «una red de apoyo mutuo formada por personas nacidas en países diferentes, de distintas culturas y religiones», como explica Pepa Torres, Apostólica del Corazón de Jesús, integrante de esta organización. Además de compartir el día a día –mientras atiende a Alfa y Omega, la religiosa hace una pausa para evitar la deportación de un inmigrante sin papeles–, «musulmanes y cristianos también nos juntamos a rezar juntos después de atentados como el de Túnez o las muertes en el Mediterráneo». De hecho, afirma Torres, «nuestra relación con las mezquitas de Madrid es muy buena. Por ejemplo, la bangladesí nos invitó hace poco a un coloquio sobre las elecciones y otros temas de interés común. Además, la mayoría de las personas no musulmanas que participamos éramos mujeres y nos sentimos tratadas con sumo respeto».

Para Pepa, lo que más dificulta la integración de los musulmanes en España «es la falta de hospitalidad. Muchos llevan más de 20 años aquí y todavía se preguntan cuándo se deja de ser extranjero, o cuando dejarán de ser mirados como sospechosos». Y aclara que la mayoría de las personas con las que se relaciona «considera que la identificación del Islam con la violencia es una manipulación y desviación de la religión. También piensan que no se puede denominar Estado Islámico a un Estado que asesina, secuestra personas y destruye el patrimonio cultural de los pueblos. Eso no tiene nada que ver con el Islam».

Ir al cole, para integrarse

«Yo siempre animo a las mujeres musulmanas a que lleven a sus hijos al colegio, hablen con otras madres, participen en el APA, que celebren el cumpleaños del niño e inviten a sus compañeros… es la mejor forma de darse a conocer en el barrio». Lo dice María Ángeles Menéndez, religiosa del Santo Ángel que da clases de alfabetización a musulmanes en Conil y Vejer de la Frontera, en Cádiz. «Además de las clases, hablo mucho con ellos y me cuentan que sienten la desconfianza de la gente. Por eso, hemos organizado cursos de cocina con los vecinos del pueblo y convivencias para compartir tiempo juntos. Eso hace que se conozcan».

Nadia lleva a su hijo al colegio
Nadia lleva a su hijo al colegio

María Ángeles y dos hermanas más no pierden hilo de lo que sucede en la vida de las familias musulmanas de estos dos pueblos costeros. «Cuando nace un niño, vamos al hospital. O si están enfermos o fallecen. Hablamos con los asistentes sociales para que les den comida o les ayuden con las facturas, si están pasando un mal momento…». La religiosa cuenta, emocionada, que muchos las consideran parte de su familia: «Hace poco estuve en el hospital y todas las familias vinieron a verme. Las 23 con las que trabajo en Conil y las 12 de Vejer». Menéndez reconoce que el respeto mutuo por las creencias de cada uno prima en la relación, pero «hablamos de Dios muchísimo. Yo les digo que rezo por ellos y me preguntan cuántas veces al día hablo con Dios, o por qué en nuestra religión no hay Ramadán. Y yo les hablo de la Pascua. No sé hasta qué punto va calando. Sólo Dios sabe».

Nadia sí lo sabe. Es musulmana, vive desde hace 15 años en Lavapiés y lleva a sus hijos a estudiar a un colegio de monjas. Colegio que ha traspasado la relación académica y se ha volcado en apoyarla cuando necesitó ayuda. «Gracias a ellas, he salido adelante cuando mi familia se rompió y mi empresa quebró. Sin su ayuda, me habría quedado sin casa y sin poder alimentar a mis cuatro hijos». En el colegio, en el que el 80 % de los alumnos son musulmanes, «llevan a los niños una vez cada 15 días a la iglesia y nos piden permiso a los padres. Yo siempre les animo a ir, porque quiero que conozcan la fe católica», concluye.

Diálogo con los musulmanes, más que nunca

La estigmatización de los musulmanes y del Islam ha aumentado en Europa. Ésta es una de las conclusiones a las que llegaron, hace dos semanas, una treintena de obispos y expertos en relaciones interconfesionales, reunidos en Suiza para abrir nuevas vías de diálogo, «con caridad y sin prejuicios, de apertura real al otro», como señaló el Secretario General de CCEE –Consejo de Conferencias Episcopales de Europa–, monseñor Duarte da Cunha. España estuvo representada, entre otros, por monseñor Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, y por el Secretario de la Comisión episcopal de Relaciones Interconfesionales, el padre Manuel Barrios.

De Francia, país marcado por el reciente atentado contra el semanario Charlie Hebdo, habló el cardenal Ricard, arzobispo de Burdeos, quien reconoció ver en la sociedad «un aumento en las reacciones islamófobas. Me llama la atención –subrayó– el hecho de que cada vez éstas se expresan más abiertamente, incluso en nuestras comunidades cristianas».

También participó en el encuentro el Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, cardenal Tauran. El francés recalcó que «los primeros que tienen que desempeñar un papel activo en la erradicación de la islamofobia en Europa son las propias comunidades musulmanas». Días antes, su dicasterio publicó una nota en la que criticó abiertamente «la creciente y banal estigmatización de los musulmanes y de su religión». El motivo, admitía el texto, es que «los sucesos de los últimos tiempos hacen que muchos se pregunten si todavía hay espacio para dialogar con los musulmanes». La respuesta «es sí, más que nunca. Antes que nada, porque la gran mayoría de los musulmanes no se reconoce en la barbarie».