Cardenal Rouco: el Papa dará «hondura y autenticidad» a la renovación iniciada por el Concilio - Alfa y Omega

Cardenal Rouco: el Papa dará «hondura y autenticidad» a la renovación iniciada por el Concilio

«Estamos muy agradecidos por el comienzo del pontificado del Papa Francisco», dijo el cardenal Rouco, a modo de balance de estos tres últimos meses. «Ha traído aire fresco, aire renovado, estilos muy espontáneos…», dijo el miércoles el Presidente de la Conferencia Episcopal, en la presentación de la primera encíclica del Papa Francisco, acto en el que participaron también el obispo de Almería y Presidente de la Comisión Episcopal de Doctrina de la Fe, monseñor Adolfo González Montes, y el Secretario General de la CEE, monseñor Juan Antonio Martínez Camino

Ricardo Benjumea

El Papa ha traído «aire fresco, aire renovado, estilos muy espontáneos…», y el cardenal Antonio María Rouco quiere que el nuevo pontificado relance también en España la nueva evangelización. El Presidente de la Conferencia Episcopal aludió en particular a su reciente entrevista con el Papa, en la que le invitó a visitar nuestro país en 2015, coincidiendo con el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa. «A él le gustaría venir, pero no ha quedado fijada ninguna fecha», dijo. «Vamos a exponer la petición por escrito, para que podamos facilitarle la programación de sus viajes… Yo le dije que Benedicto XVI visitó España tres veces, pero nunca en relación directa con España, sino dos veces por acontecimientos mundiales [la JMJ de Madrid y el Encuentro Mundial de las Familias de Valencia] o europeos, como el Camino de Santiago, y por un acontecimiento muy puntual, como fue la consagración de la Sagrada Familia de Barcelona. Pero una visita a España, como la que hizo Juan Pablo II en 1982, recorriendo todo el país, durante 10 días, desde entonces no ha habido otra. ¡Y a lo mejor estaría bien que el Papa Francisco lo hiciera! Lo agradeceríamos mucho».

Otro de los asuntos que se le plantearon al arzobispo de Madrid durante la rueda de prensa fue la corrupción, «un problema no sólo español, sino universal», dijo. «Y no sólo político, sino un problema social de primer orden».

En otro momento, el cardenal Rouco resaltó que, a menudo, se cita al Papa para aludir a la necesidad que los otros tienen de conversión, pero nunca a la necesaria conversión de uno mismo. Y recordó que esa formulación en primera persona es un rasgo característico en la predicación del Pontífice, ya desde el primer instante, cuando, en la Capilla Sixtina, tras ser elegido por los cardenales, dijo: «Yo soy un pobre pecador, y acepto». «Tenemos que empezar todos por eso, por nuestra propia conversión», resumió el cardenal.

Esa conversión es un elemento indispensable en la «propuesta de renovación de la Iglesia que comenzó con el Vaticano II», y a la que, a su juicio, el Papa dará «hondura y autenticidad».

Renovación en torno a las 3 virtudes teologales

Con respecto a la primera encíclica del Papa Francisco, Lumen Fidei, el Presidente de la CEE comenzó aludiendo al hecho de que Benedicto XVI dejó ya muy avanzado al texto, lo cual «nos remite a la tradición viva del magisterio pontificio, que no se interrumpe, que siempre se renueva, pero que no pierde la línea de fidelidad que siempre le caracteriza a través de los siglos».

Esa línea de «magisterio vivo» no es sólo entre Francisco y Benedicto XVI, sino que es muy visible con todos los Papas de los últimos siglos.

Hay además una línea muy clara a partir del Concilio Vaticano II, que hizo «al hombre contemporáneo una renovada propuesta de la vida cristiana», en un momento de grave crisis, en el que el «el hombre había quedado destrozado, física y espiritualmente», por la Segunda Guerra Mundial. Esa renovación «gira entorno a la virtud de la fe, la virtud de la esperanza y la virtud de la caridad». Y ésa es la línea que han seguido después todos los pontificados. El de Juan Pablo II «fue riquísimo» en este sentido, aunque no abordó las virtudes teologales de manera explícita, sino aplicada a distintos ámbitos: el matrimonio, la familia, la pobreza, las relaciones internacionales… «Benedicto XVI quiso centrar todo ese rico magisterio en torno a esa renovada propuesta de vivir cristianamente, y ofrecérselo al hombre de nuestro tiempo, para que pueda descubrir la riqueza de ser hombre a fondo, de forma plena, incluso más allá de la muerte. Y comienza hablando de la caridad, que es lo más próximo a la experiencia del hombre. ¿A qué persona no le gusta amar y que le amen?».

Tras Deus caritas est, se publicó Spe salvi, sobre la esperanza, que entronca con la anterior encíclica, porque no es posible un amor duradero donde no hay esperanza. Y «faltaba la virtud primera: la fe. Ése es el ciclo que Lumen Fidei ha culminado, mostrando cómo las tres virtudes forman una unidad: «La fe es creer en Cristo. En Él es posible que el amor se haga realidad, que se fundamente en una esperanza verdadera, sólida, rica, fecunda. Y en Él es posible que el conocimiento se llene de luz para saber esperar y saber amar».

La fe, un bien para la vida del hombre

«Podríamos resumir la enseñanza de la encíclica en este Año de la Fe como la propuesta de que una vida creyente es la que hace justicia a la verdadera condición del hombre, porque el misterio del hombre, como dijo el Vaticano II, sólo se esclarece a la luz del misterio de Cristo, lugar donde el amor de Dios se ha hecho presente en la historia orientando la existencia humana hacia su meta y consumación», dijo el obispo de Almería y Presidente de la Comisión Episcopal de Doctrina de la Fe, monseñor Adolfo González Montes. «El Papa muestra cómo la fe es un bien para la vida del hombre porque la luz de la fe le lleva a conocer su verdadera identidad, su origen y su destino revelado en Jesucristo, el Verbo encarnado», añadió.

Preguntado por alguna crítica que ha calificado esta encíclica de descarnada, el obispo de Almería afirmó que «la encíclica ha buscado sobre todo presentar la fe como principio de conocimiento en un momento en que justamente la cultura está centrada en una forma nueva de positivismo». Y añadió: «¿Puede haber algo más encarnado que decir que Dios interviene en la historia y en la carne de Jesucristo, y en el sepulcro de Jesús de Nazaret, ejecutado en la cruz y reencontrado en la mañana de Pascua, por lo cual se permite afirmar a la Iglesia que realmente hemos encontrado la verdad? ¿Es eso desencarnado? Ahora, si lo que se espera es un texto que legitime simplemente la emancipación de los pobres, sin más, pues no hemos superado el nivel sociológico, por mucha superestructura religiosa que le queramos echar al discurso. No me parece justo ese enjuiciamiento de la encíclica», dijo el obispo de Almería, que aludió a «la tentación de querer convertir cualquier texto religioso» en un medio par la «legitimación de mi propia visitón de las cosas».

La humildad, el hilo conductor

La humildad es el «hilo conductor de la encíclica», según el obispo auxiliar de Madrid y Secretario General de la CEE, monseñor Juan Antonio Martínez Camino.

Esa humildad se palpa ya en las propias circunstancias que rodean a este documento: en la humildad del Papa Francisco, que ha asumido «un texto preparado casi totalmente por su predecesor», y en la humildad de Benedicto XVI, que había dejado muy avanzado el documento, y «una vez más ha demostrado su capacidad de desprendimiento».

Pero además, Lumen Fidei enseña que, para creer, se necesita humildad, porque la fe es «participación en la visión del otro» y «un don gratuito de Dios que exige la humildad» para acogerlo, según resaltó el obispo portavoz de la CEE. «Sin humildad, no es posible el conocimiento de lo esencial». Y de este modo, «la humildad no es solo una virtud moral, sino una virtud intelectual», ambas en consonancia con el hecho de que «la Cumbre de la historia de la salvación está en la humildad del Hijo de Dios», muerto en la cruz.