El Catecismo, motor de la nueva evangelización - Alfa y Omega

El Catecismo, motor de la nueva evangelización

¿Es posible sintetizar en un libro la fe de la Iglesia? ¿No puede ser algo reductivo? ¿No es un documento enciclopédico demasiado alejado de la vida de la gente? A éstas y otras objeciones que se hacen al Catecismo de la Iglesia católica respondió el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena y coordinador del equipo que redactó el Catecismo, promulgado hace exactamente diez años por Juan Pablo II. Ofrecemos, en forma de preguntas y respuestas los pasajes más destacados de su intervención en el Congreso Catequístico Internacional celebrado en el Vaticano con motivo del este décimo aniversario

Stefano Giorgi

¿El Catecismo de la Iglesia católica ¿es el fruto de una escuela de teología? ¿Es producto de una corriente romana, resultado de un concepto de teología europea, distinto al asiático, africano, o iberoamericano?
El Catecismo de la Iglesia católica no quiere ser y no debe ser el fruto de un concepto teológico determinado, al contrario; se enmarca en un nivel que precede los conceptos teológicos y los fundamenta. El Catecismo no se pone al nivel de las teologías, necesariamente plurales, sino a nivel de la regla de la fe, que es necesariamente una sola si existe una sola fe. Todo lo que sea considerado como parte de una escuela teológica debe ser descartado del Catecismo. Para santo Tomás de Aquino está claro que los artículos de fe, resumidos en el Credo, no constituyen sentencias teológicas, sino los principios mismos sobre los que debe basarse toda reflexión teológica. Los artículos de fe tienen el mismo papel que tienen los axiomas en las ciencias naturales. La teología no juzga los principios, sino que trabaja a la luz de estos principios.

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El Credo de la Iglesia es muy breve, el Catecismo, sin embargo, con sus 2865 números es una auténtica enciclopedia. ¿Todas las afirmaciones del Catecismo deben ser consideradas como principios de la teología?
Los cuatro pilares del Catecismo constituyen, sin duda, las fuentes de la vida, de la fe y de la enseñanza de la Iglesia, incluida la teología. Estos cuatro pilares tienen realmente el carácter de axiomas, son los presupuestos de cualquier trabajo teológico: el Credo, los siete Sacramentos, los diez Mandamientos, las siete peticiones del Padre Nuestro, son íntimamente comunes a toda la Iglesia, a todos los fieles. Es la expresión condensada de lo que cree la Iglesia, y de lo que vive. Sabemos, por tanto, que estos pilares constituyen la esencia de la catequesis bautismal de la Iglesia antigua y del Orden de iniciación de los adultos hoy.

Pero, ¿no es la Biblia la fuente principal de la teología?
La fe cristiana no es una religión del Libro. El cristianismo es la religión de la Palabra de Dios: es decir, no es una palabra escrita y muda, sino el Verbo encarnado y viviente. No es el libro en cuanto tal la fuente, sino la Palabra viva de Dios, Palabra hecha carne que se ha quedado entre nosotros. Considero sumamente urgente que se haga un catecismo breve, un pequeño catecismo basado en el Catecismo de la Iglesia católica. Mientras tanto, constatamos con alegría que muchos fieles, incluso sin una gran preparación, utilizan el Catecismo, y sacan de él apoyo e iluminación para su vida de fe y vida cristiana.

¿Por qué se ha escrito en los años noventa (no antes o después) este Catecismo?
El Catecismo de la Iglesia católica nace de una firme convicción de la Iglesia: la unidad y la unicidad de la fe. Los Padres del Sínodo extraordinario de 1985 presentaron esta argumentación pidiendo al Papa un catecismo del Concilio Vaticano II. El cardenal Bernard Law, de Boston, fue el primero en lanzar la idea. Su argumentación era tan sencilla como convincente: en un mundo que se convierte cada vez más en aldea global, en la que los jóvenes viven en una cultura globalizada, ¿por qué no fiarse de la unidad de la fe y de la posibilidad de expresarla en común, con una sola voz, con un solo corazón?… La diversidad de las culturas y de los idiomas no excluye la expresión común de la fe.

¿Cuál es el desafío que debe afrontar la Iglesia, y en particular los catequistas, para presentar el Catecismo?
Desde hace años, luchamos con proyectos de enseñanza religiosa escolar fragmentados, que rechazan aparente o explícitamente la idea misma de coherencia, de organicidad. Vivimos en la época de los flashes, de toques, de impresiones, de intentos. La Biblia se presenta fragmentada. No se presenta como una historia de Dios con los hombres, como un designio de Dios con el mundo y la Humanidad. Se presentan pedazos y fragmentos tomados de aquí y de allá, que dan la triste impresión de opciones arbitrarias. Lo mismo sucede con los temas de la fe. Es imposible que los alumnos perciban la fe como algo orgánico, que exige una fe de vida coherente en todos los aspectos de la vida. Este concepto de enseñanza religiosa y de la catequesis ha arrinconado la misma idea de la unidad de la fe. No hay que sorprenderse, por tanto, si el Catecismo no es acogido en ambientes de la catequesis oficial. Se rechaza la misma idea de Catecismo.

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¿Cómo hay que presentar el Catecismo?
La fe, transmitida por la Iglesia no es en primer lugar un conjunto de doctrinas fijas que hay que transmitir una tras otra, sino la llegada de una realidad nueva, inaudita, creadora, regeneradora. Creo que para muchos jóvenes de hoy, y para nuestras sociedades occidentales, el descubrimiento de la fe es también el descubrimiento de un nuevo mundo que genera percepciones y experiencias nuevas. Es verdad que la catequesis debe comprometerse siempre a poner en relación la fe y la experiencia, pero la fe muestra que es necesario entrar antes en una nueva realidad para poder acceder a ciertas experiencias.

¿Podría hacer un breve balance de los resultados logrados por el Catecismo, diez años después de su publicación?
Tras el Concilio Vaticano II, en el que la Iglesia tomó conciencia, como nunca antes, de su universalidad, de su vocación a ser Sacramento de la salvación universal, la Iglesia ha querido afirmar su fe en un Catecismo universal, un Catecismo que quiere ser declaradamente católico para toda la Iglesia, expresión de su catolicidad, de su fe única destinada a toda la Humanidad, instrumento del anuncio de la Buena Noticia a todos las gentes para que sean discípulos de Jesús y enseñarles todo lo que Él mismo ha enseñado. Es un proyecto enorme, pero el Evangelio no nos permite ignorar esta exigencia. Con alegría y gratitud podemos decir, diez años después de su publicación por el Santo Padre, que el Catecismo de la Iglesia católica se ha convertido en un magnífico instrumento para el gran proyecto de la nueva evangelización.

Stefano Giorgi

La nueva evangelización también depende de la clase de Religión

Cómo es posible dar la propia contribución a la nueva evangelización en el ambiente, importantísimo para el futuro, que es la escuela hoy? La escuela tiene como característica el ser no sólo un lugar de instrucción, sino también de educación, mediante la manifestación de la cultura, que es la reflexión crítica y sistemática sobre la experiencia que cada hombre ha sido llamado a cumplir.

La educación es una verdadera y propia obra humana, comparable al generar, porque introduce al alumno en el descubrimiento de todo aquello que existe y que tiene un proprio significado. Mediante esta propuesta, el alumno llega a ser culto por haber aprendido el significado de los hechos. Esta aventura es de todos, y es esto lo que piden nuestros alumnos. Porque cada hombre lleva dentro esta pregunta, y en cada momento de su existencia afirma, tantas veces de manera inconsciente, que existe algo por lo que vale la pena vivir.

En la aventura de la construcción de la propia personalidad, el estudiante encuentra en el profesor de Religión el testigo apasionado que al proprio problema seriamente humano, el del significado de la existencia, no sólo da una respuesta positiva, sino una posibilidad de experiencia.

El Santo Padre lo recordó en la memorable Vigilia en Tor Vergata: «En realidad es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando nada os satisface de aquello que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con aquella sed de radicalidad que no os permite adaptaros a los fútiles compromisos; es Él quien os empuja a quitaros las máscaras que hacen falsa la vida; es Él quien lee en el corazón las decisiones más verdaderas que otros pretenden aniquilar. Es Jesús quien suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo que sea grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo de dejaros arrastrar por la mediocridad, el coraje de comprometeros con humildad y perseverancia por mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna. Es Él, Cristo».

Stefano Giorgi