Premio a la Misión de la Rue de la Pompe - Alfa y Omega

Premio a la Misión de la Rue de la Pompe

Cristina Sánchez Aguilar
Monseñor Benavente, en su visita a la Misión

Cien años después, España reconoce la labor de los religiosos claretianos con los inmigrantes españoles en París. La semana pasada, la ministra de Empleo y Seguridad, Fátima Báñez, viajó hasta la capital francesa para entregar la Medalla de Honor a la Emigración a la Misión de la Rue de la Pompe, como se la reconoce en las calles parisinas.

Nacía el siglo XX cuando los primeros españoles emigraron a Francia. El rey Alfonso XIII, que visitó la zona en 1906, quedó impresionado del alto número de súbditos que vivían en el país vecino, y sobre todo, de las condiciones que soportaban. Hay una anécdota que cuenta que alguien le dijo: «Tus españoles mueren aquí como perros». Pocos años después, el Estado español adquirió la iglesia de la Rue de la Pompe y los locales aledaños para el servicio de estos emigrantes. Encomendaron la tarea a los misioneros claretianos. El 15 de octubre de 1914 se celebró la primera Misa en español en la ciudad.

Desde entonces, la Misión hizo las funciones de hospital durante la Primera Guerra Mundial y atendió espiritual y materialmente a quienes solicitaran su ayuda. Los claretianos se desplazaban allí donde había grupos de españoles para acompañarlos. Fue en los años 50 cuando París se llenó de emigrantes llegados de España. «La gran mayoría demandaba alojamiento, trabajo, papeleo civil y eclesiástico, alfabetización para mejorar el español y aprender el francés», cuenta el padre Carlos Tobes, uno de los claretianos que hoy continúa la misión francesa.

Los claretianos recogen el Premio, el pasado 27 de mayo

En los años 80, el perfil del migrante cambió: llegaron los latinoamericanos, «que dan otro cariz a la Misión, por su gran participación en las Misas, por el número de Bautismos y niños en la catequesis…», admite Tobes. Hoy, en la Rue de la Pompe, además de la celebración de los sacramentos y la formación litúrgica y espiritual, se puede encontrar una trabajadora social, una abogada que ofrece servicio jurídico, un servicio de ropero y clases de francés.

Hace unos meses, monseñor Ciriaco Benavente, Presidente de la Comisión episcopal de Migraciones, visitó la Misión con motivo del centenario. Allí agradeció a los claretianos que hayan mantenido «encendida la antorcha del servicio. Impresiona repasar las numerosísimas actividades pastorales y sociales promovidas», reconoció, y pidió «a esta Europa nuestra, pionera en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, que lo sea también en este momento tan crítico para las migraciones».