Alfonso Aguiló Pastrana: «Pedir que no se subvencionen colegios por ser católicos es propio de Corea del Norte» - Alfa y Omega

Alfonso Aguiló Pastrana: «Pedir que no se subvencionen colegios por ser católicos es propio de Corea del Norte»

Alfonso Aguiló Pastrana es ingeniero de Caminos y lleva décadas dedicándose en cuerpo y alma a la enseñanza. Durante diez años dirigió el colegio Tajamar, en el barrio madrileño de Vallecas, es autor de numerosos artículos y libros divulgativos sobre la educación, preside la fundación Arenales (que ha abierto cinco colegios en cinco años). Desde hace unas semanas es presidente de la segunda mayor patronal de centros concertados: la Confederación Española de Centros de Enseñanza, CECE, y habla con nosotros sobre enseñanza concertada, en un despacho con vistas al patio de uno de los mejores colegios de Madrid…, que él ha contribuido a abrir en el barrio obrero de Carabanchel

José Antonio Méndez

¿Qué volumen representa la enseñanza concertada y privada en España, en este momento?
La concertada representa en torno a un 25 %. Hay sitios en que es un poco más, por ejemplo en Madrid es un 30 %, y en el País Vasco y Navarra es más alto. La enseñanza privada en Madrid es un 15 %, pero en el conjunto de España es mucho menos; centros privados hay sobre todo en Andalucía y en Madrid.

¿Y qué aporta hoy este modelo al sistema educativo español?
Creo que la enseñanza privada y concertada aportan al sector muchas cosas. Primero, una gran pluralidad, porque son colegios de estilos y de modos de hacer muy diversos, que aportan una gran riqueza. Y luego, aportan también una gran libertad, porque para que haya libertad tiene que haber pluralidad de elección. Si solamente existiera un menú para elegir, no habría mucha libertad de elección, ¿no? Por eso aporta pluralidad. Esto lo digo sin ningún menoscabo de la enseñanza pública. Yo deseo que la enseñanza pública vaya, no sólo bien, sino cada vez mejor, porque ahí se educan las tres cuartas partes de niños del país, y es importantísimo que funciones muy bien. Es más, creo que la presencia de un espectro tan amplio y diverso de centros nos estimulan a todos a mejorar, a los públicos, a los privados y a los concertados, y beneficia a la pública. Además, la privada y la concertada aporta algo muy importante: todos los millones de alumnos que estudian en centros privados y concertados suponen un ahorro económico muy grande para las administraciones públicas, y eso permite que la enseñanza pública pueda estar mejor financiada. Por tanto, en ese sentido también la enseñanza privada y concertada prestan un gran servicio social.

¿A qué se deben las críticas constantes, amenazantes en muchos casos, contra el sistema de conciertos, cuando hay una parte de la población muy amplia que la elige o que, no eligiéndola, la respalda?
Esas críticas se deben en gran parte a desconocimiento, y en gran parte a intereses que son ajenos a la propia mejora de la educación. Creo que lo que todos deberíamos desear es que cada uno estudie donde le parezca mejor; que en un sistema moderno, democrático, plural, todos deseemos que cada uno estudie en el centro que sea más acorde a sus criterios; eso, además de que es lo natural para cualquiera que lo medite un poco, es lo que dice la Constitución, en el artículo 27.

Pero el artículo 27 fue muy polémico, y hoy hay quien propone modificarlo…
El artículo 27 fue un gran logro de consenso político y consenso cultural entre personas de origen muy diverso, y estableció que debía haber libertad de enseñanza por una razón muy lógica: en una sociedad, la libertad de enseñanza y la libertad de los medios de comunicación es fundamental para que haya verdadera libertad en el mundo de las ideas. La educación y la información tienen que ser muy plurales, porque si no, se troquelan los modos de pensar. Si la Constitución dice que la educación básica tiene que ser gratuita y plural, lógicamente esa pluralidad tiene que estar financiada, porque si no, la pluralidad sería solamente para los que tienen dinero (y evidentemente ése no es el espíritu de la Constitución, ni de nadie que se aproxime con sensatez a este asunto). Por tanto, la existencia de los conciertos es una exigencia de la pluralidad que consagra la Constitución. El razonamiento sería: en democracia tiene que haber libertad de educación, la libertad es imposible sin la pluralidad, y la pluralidad tiene que ir unida a la financiación, porque si no, solamente habría pluralidad para los ricos. Por lo tanto, tiene que haber ayuda económica a iniciativas educativas muy diversas.

El sistema de conciertos, ¿es una excepción en Europa?
Para nosotros es una obligación constitucional, que está presente de modo análogo en la mayoría de los países avanzados: Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, Chequia, Polonia… En fin, todos los países que tienen un cierto desarrollo se plantean que tienen que financiar iniciativas educativas plurales, como forma de añadir pluralidad a la formación de las siguientes generaciones, que no puede ser una tarea sólo de las Administraciones Públicas. Que solamente exista la educación pública, únicamente se plantea en regímenes poco maduros democráticamente; permitir la enseñanza privada es el primer paso en el avance de las libertades en una sociedad, y financiarla es el siguiente paso. Esto, en el mundo anglosajón, ha sido obvio desde hace décadas. Un país en el que la gente joven se educa en un sistema plural de informaciones y de educación es un país donde está más segura la continuidad de la democracia, y más asegurado el que no se convierta la educación o la información en adoctrinamiento.

Dice que hay intereses ajenos a la educación que son los que están cargando las tintas contra la concertada. ¿Cuáles son?
Hay gente que piensa que los problemas que tiene la enseñanza pública provienen de que el dinero se va a la concertada. Eso es un análisis muy poco real, porque la enseñanza concertada viene a costar del orden de 2.500 euros por alumno al año, y la pública cuesta más de 6.000 de media en el país. Es verdad que la enseñanza pública llega a lugares que son más costosos, lugares a los que tampoco tendría inconveniente en llegar la concertada y muchas veces lo hemos manifestado. Hoy por hoy, comprendo que haya lugares más costosos que atiende la enseñanza pública, y por tanto es natural que haya una diferencia de costes, pero la diferencia actual es demasiado grande. Por eso, parece claro que precisamente lo que sucede es que al existir la enseñanza concertada se produce un ahorro que permite a la pública estar mucho mejor financiada. Todos los centros, públicos o privados, tenemos que analizar por qué no nos va mejor, y cuando uno en vez de analizar qué tiene que mejorar para que le vaya mejor, lo que hace es pensar en que la culpa la tiene alguien externo, se perjudica mucho, porque en vez de acometer lo que facilitará su mejora, se dedica a proyectar causas fuera, equivocándolas y, por tanto, impidiéndose mejorar. Conozco mucha gente que trabaja en la pública y a muchos representante suyos, y tengo una estupenda relación con ellos, tienen unos análisis muy buenos y la enseñanza pública globalmente en España va bastante bien, pero hay unos pocos que se dedican a decir que, ante lo que tiene que mejorar, la culpa es de otros. Creo que en esos análisis se equivocan y perjudican mucho a su sector educativo.

Entonces, ¿en qué falla el sistema educativo español, tanto público como de iniciativa social?
Una de las cosas que necesitamos, porque está fallando, es un mejor sistema de rendición de cuentas. En cualquier trabajo, tanto si el dinero es privado como si es público, y si es dinero público con mayor razón aún, tenemos que rendir cuentas de lo que hacemos. Si una persona te vende un coche y cobra un dinero, tiene que responder de que el coche funciona; si una persona te vende una vivienda por un dinero, tiene que rendir cuentas de lo que ha cobrado; si un colegio privado cobra un dinero, tiene que rendir cuentas de cómo lo hace, y si ese dinero es público, con mayor motivo, y si esa institución escolar es pública, con mayor motivo aún. Cualquier institución educativa tiene que rendir cuentas de cómo emplea el dinero que recibe, sea de los padres o de las Administraciones Públicas; tiene que ser evaluada, y esos datos tienen que llegar a quienes reciben ese servicio, porque la sociedad tiene que valorar su trabajo.

Lo que ocurre es que las evaluaciones a los centros plantean un problema si se basan sólo en los resultados académicos obtenidos por los alumnos, porque hay muchas diferencias entre la población escolar que hay que tener en cuenta, ¿no?
Podemos discutir sobre cómo hacer para que la evaluación sea más justa y más equitativa, y que compense las diferencias socioeconómicas que hay que tener en cuenta. Pero para que mejore un sistema educativo, y esto es algo muy contrastado en muchos países, es fundamental una evaluación, una rendición de cuentas, una transparencia en los resultados y en la forma de evaluar, y una libertad de elección de centro. Porque si hay evaluación y transparencia de resultados, pero nadie puede cambiar de centro, de poco sirve esa evaluación y esa trasparencia, salvo para darte cuenta de que te ha tocado un centro bueno o uno malo. Y después, claro, tiene que haber una autonomía de los centros, para poder mejorar. Esas cuatro cosas son imprescindibles: evaluar, dar a conocer los resultados, poder cambiar de un centro a otro, y poder el propio centro tener margen para cambiar y mejorar. Ese sistema ha demostrado que funciona, y los ejemplos más claros en Europa son Portugal y Polonia, que han implantado sistemas de evaluación y han obtenido mejoras espectaculares en pocos años.

Si las evaluaciones externas son tan positivas, ¿por qué causan tanto rechazo en una parte del sector educativo, sobre todo entre algunas plataformas de defensa de la escuela pública muy marcadas por la ideología de izquierdas?
Contra este asunto de las evaluaciones hay sus críticas, y gente que dice que eso agranda la brecha social porque a los centros que van peor la gente no quiere ir. Es una crítica que no es obvia, tiene un sentido, pero los que estamos en la enseñanza sabemos que sucede algo parecido a lo que pasa en el aula: si en un aula no haces exámenes, la gente no se esfuerza igual que si los haces; y tú pones el mismo examen al niño que tiene un alto coeficiente intelectual y al niño que tiene menos, al que su padre está muy implicado y es catedrático, y al que su padre es alcohólico. El profesor y la familia saben que no se les puede pedir lo mismo a todos, pero a todos se les evalúa; y luego la familia y el colegio tienen que analizar esos resultados alumno por alumno. Lo importante no es hacer un ranking público, sino que la evaluación sirva para que el interesado, o sea, el alumno, (también en contraste con los demás) evalúe cómo está aprovechando la enseñanza que recibe.

Aplicar las excepciones entre un grupo de alumnos es factible, pero ¿es realista partir de ese planteamiento a gran escala, entre centros de una misma ciudad, o incluso entre Comunidades Autónomas?
Al nivel de los centros, de los distritos, de las ciudades, de las Comunidades Autónomas y de los países sucede lo mismo: uno tiene que ser evaluado y no se pueden pedir los mismos resultados a un colegio que esté en un distrito o en otro, o en un país o en otro, o en una situaciones o en otras, pero hoy hay mecanismos estadísticos avanzados que descuentan esos diferenciales socioeconómicos. La evaluación, bien hecha, sin ideología, sin política, sin intereses ocultos, es una herramienta extraordinaria para despertar las energías internas que hay en cada alumno, en cada profesor y en cada centro para que la educación mejore. Lo que hace falta es no hacer demagogia con estas cosas, sino asumirlas con ganas de mejorar. Cuando se consigue que las conversaciones sobre la educación salgan del terreno ideológico y político (lo cual no es nada fácil), suelen ser enormemente constructivas y útiles. Lo que pasa es que hay gente que tiene una serie de intereses que hacen que no les interese salir de ese ámbito.

¿Es cierto que la enseñanza concertada rechaza inmigrantes? Más aún: ¿Tendría instrumentos para hacerlo?
En la concertada no se rechazan alumnos inmigrantes porque, de entrada, sería ilegal. En los muchos centros concertados que conozco hay una sensibilidad social muy alta y un deseo especial por atender a poblaciones desfavorecidas como los inmigrantes. Teniendo, además, pocos medios para hacerlo. Hay quien dice que los inmigrantes están en la escuela pública y que por eso no va mejor, pero eso no es verdad. Hay muy pocos puntos porcentuales de diferencia. Pero es que, además, echar la culpa a los inmigrantes de que a uno no le vaya mejor, me parece, primero, no muy elegante, y segundo, no es muy real. En general, los inmigrantes no tienen un resultado académico peor. Es cierto que varía algo según los colectivos, pero por lo general nos encontramos con que muchas veces son personas más esforzadas y con más ganas de salir adelante que los nacidos en el propio país. Yo he sido durante muchos años director del Tajamar, en el barrio de Vallecas, y he visto que muchos alumnos han sido hijos de inmigrantes que venían del medio rural y llegaron a la ciudad sin nada. Y son gente muy esforzada, especialmente valiosa, que realizan un esfuerzo mayor que la media para salir adelante; tienen sus problemas, como todos, pero me parece especialmente injusto echarles la culpa de los problemas que tiene la enseñanza. Es una forma de despejar los problemas que tiene la enseñanza de una manera injusta y poco acorde con la realidad.

De la concertada católica se dice que lava el cerebro de los estudiantes, que adoctrina. ¿Cómo se conjugan la evangelización, la transmisión de conocimientos, y el respeto a la libertad del alumno?
En España, en el conjunto de la enseñanza, el 75 % de las familias piden Religión en Primaria. Llevamos así más de 30 años, con Religión optativa, y hay un altísimo porcentaje de personas que no practican la religión pero quieren esta educación para sus hijos. A mí me parece que los colegios que tienen identidad cristiana imparten la enseñanza que las familias quieren para sus hijos. En España hay una altísima demanda de la escuela concertada y de la escuela católica en particular. Y además tiene también un gran prestigio social, porque son muchas décadas de un trabajo muy bueno y muy entregado, que ha calado en las familias, con independencia de que haya gente que critique. Salvo algunas anécdotas, los que critican la enseñanza concertada son personas que no conocen el sector; en todos los centros católicos hay un enorme respeto a la libertad de las conciencias y a las opciones personales de cada uno; es ejemplar.

¿Por qué la Iglesia goza del privilegio del sistema de conciertos?
Hay mucha gente que piensa que dar un concierto a un centro educativo es subvencionar a la Iglesia. Y se olvida que cuando se subvenciona un centro católico, judío, musulmán o ateo, se está subvencionando a la familia que lo recibe; una familia que paga impuestos y que tiene un hijo en edad escolar, al que el Estado tiene la obligación de financiar su enseñanza. Por tanto, no se está financiando a la Iglesia ni a una asociación de la Iglesia, sino a las familias, y al alumno, porque es una obligación constitucional. Cuando hay gente que dice que no se financie a las asociaciones católicas en la enseñanza, lo que hace es proponer que se discrimine a las personas o a las instituciones por el hecho de tener una creencia religiosa concreta. Y eso me parece un retroceso democrático asombroso. Que haya personas que digan que se ha de discriminar a las personas por razón de sus creencias religiosas me parece que se puede decir en Corea del Norte, en Cuba o en la Unión Soviética, pero no en un país como España. Cualquier persona, sea de la religión que sea, tiene el derecho de que se eduque a su hijo en un régimen de pluralidad.

Hay personas que se lamentan de que la labor evangelizadora de las escuelas católicas se hace de forma deficitaria, que falta testimonio, y que esto genera escuelas de rebotados contra la Iglesia.
Creo que eso es una idea antigua, propia de una época en la que se tenía otra concepción de la enseñanza católica, de la libertad y de la tolerancia religiosa. Son cuestiones ambas que el Concilio vaticano II aclaró de un modo tan nítido que eso ha dejado de ser un problema. En España, hoy, el mundo católico es enormemente abierto y respetuoso, en el que todo el mundo se siente con gran libertad. Esas críticas tienen que ver con el recuerdo de épocas pasadas, muchas veces exagerado y convertido en lugares comunes. Yo estudié en un colegio de Dominicos y he vivido dos etapas: tiempo de misa obligatoria y otros de máxima libertad. Yo encuentro ahora a compañeros míos que tienen un recuerdo asfixiante de esa época, pero para mí no es así. A veces, uno reconstruye su pasado por darle vueltas a recuerdos negativos, y a fuerza de deformarlos termina por creérselos.

¿Cómo se puede evangelizar desde un centro de enseñanza?
El principal elemento de evangelización es el testimonio personal. Por eso, la identidad de un centro no basta que esté en un documento, en un ideario, en una página web o en un documento firmado por las familias: tiene que estar en la vida del profesor. No sólo en su palabra, sino en la vida del profesor, que es a quien los alumnos ven cada día, y es quien con su ejemplo, muchas veces sin darse cuenta, hace esa labor de evangelización tan importante. Para que mejore la evangelización de las escuelas católicas lo que hace falta es que quienes trabajamos en la enseñanza seamos mejores. Tampoco se trata de ser perfectos, porque si hubiera que ser perfectos para educar bien, nadie educaría bien. Pero los alumnos nos conocen, saben qué defectos tenemos, y se dan cuenta de si nos esforzamos por hacer las cosas mejor. Trabajar en la enseñanza es un gran privilegio: estás especialmente obligado a mejorar cada día, porque te das cuenta de que los alumnos necesitan tu ejemplo.

¿Cuáles son los retos que tiene la enseñanza concertada en España?
Creo que los mismos que toda la enseñanza: personalizar la educación para atender a cada uno individualmente; implicar a las familias en el aprendizaje; motivar a los profesores, porque la enseñanza implica mucho desgaste y exige un esfuerzo innovador en el maestro para superar la rutina; y hacer un esfuerzo muy grande para motivar al alumno. Veo que se hacen muchísimos análisis sobre la enseñanza, y poquísimas veces se habla del alumno. Cuando se dice que la educación está mal, se suele decir que las leyes son malas, que la financiación es insuficiente, que la familia no colabora, que los profesores, que los medios de comunicación, que el consumismo, que… Pero nadie dice que el alumno debe esforzarse más y debe aprender a automotivarse. Es cierto que a las personas nos tienen que motivar, pero las personas ante todo tenemos que saber automotivarnos para ser realmente libres. Si no, no conducimos nuestra vida, y serán otros los que vayan motivándonos en la dirección que les parezca.

Y eso que lo que se suele pedir ahora cada vez más es que los profesores sean capaces de motivar a sus alumnos…
Que te motiven otros puede estar bien e incluso puede ser necesario en algún momento concreto, pero no es la mejor forma de tomar las riendas de la propia vida. Creo que hoy el gran reto es poner en el centro de la educación al alumno, para hacerle comprender que tiene que desarrollar sus capacidades y sus talentos, y que lo tiene que hacer él. Tú tienes una serie de talentos y los tienes que hacer rendir tú, nadie más. El profesor te tiene que motivar, tus padres te tienen que ayudar, las leyes tienen que ser positivas, pero aunque todo eso fallase, tú tendrías que salir adelante. Esto creo que es el centro de todo: que el alumno sepa que tiene que poner él sus talentos en ejercicio.

¿Cómo ve el futuro inmediato de la enseñanza concertada en España?
Con bastante optimismo, porque está muy bien valorada por la sociedad española, tiene un gran prestigio y es muy demandada. Hay intereses diversos contrarios a ella, pero nosotros, como actores en este sector, estamos llamados a poner en valor todo lo que tiene de positiva la enseñanza concertada. Hay muchos intereses empeñados en contaminar nuestra imagen, así que es especialmente necesario mostrar cómo somos de verdad.

¿Sería posible erradicar la enseñanza concertada de nuestro sistema educativo, tal y como propugnan algunos partidos políticos, como el PSOE, Podemos u otras formaciones de izquierda?
A mí eso me recuerda lo que hizo el Gobierno de la Segunda República, cuando prohibió a las congregaciones religiosas dedicarse a la enseñanza e hizo unos grandes planes para construir miles de centros públicos, donde toda la enseñanza fuese única, pública y laica. Aquello duró poquísimo, porque se vio que ni había presupuesto para hacerlo, ni era un objeto deseable en una sociedad plural. Creo que eso son más bien proclamas ideológicas que tienen buena acogida en un determinado sector, pero tengo confianza en que si esas personas llegan al poder –y cuando uno llega al poder ve las cosas de modo diferente– y llegan a tener la responsabilidad de gobernar, se den cuenta de los problemas reales de la enseñanza y los acometa, y se imponga la sensatez en todo esto.

Hablemos de la Confederación que usted preside. ¿Qué es CECE?
CECE es una organización muy plural, que reúne a centros educativos de espectro muy amplio: hay centros privados, concertados, con lenguas diversas, grandes, pequeños, antiguos, de reciente construcción, en lugares de nivel económico alto, en los lugares más modestos, en sitios rurales. También hay cooperativas, muchísimos colegios sin ánimo de lucro, colegios de pequeños empresarios de la enseñanza que prestan un servicio grande… Creo que uno de los grandes valores de CECE es que representa a un colectivo numerosísimo, muy variado, y eso le hace tener una visión de la educación muy completa. Y en la educación es muy importante tener una visión amplia.

¿Por qué?
Siempre digo, y lo dije el día primero de mi mandato, que nosotros no somos unos simples representantes de intereses de unas empresas educativas. Es verdad que somos una patronal, una organización empresarial, pero nuestra vocación es una vocación de servicio a la enseñanza. Lo que queremos es que el país vaya mejor, que la siguiente generación esté mejor educada, y nosotros podemos aportar mucho en eso; si eso lo hacemos bien, los trabajadores de la enseñanza tendrán un buen trabajo y los empresarios de la enseñanza tendrán unas buenas empresas. Pero en ese orden. He visto que a veces existe el riesgo de que las organizaciones empresariales o sindicales pongan en primer lugar los intereses de grupo sobre los intereses de la misión para la que han nacido. Y creo que la misión para la que ha nacido CECE es precisamente para que mejore la enseñanza en este país. Como las demás organizaciones, no quiero ponerme como si fuera el primero de la clase, ni el segundo, simplemente es una reflexión sobre lo que entiendo que tiene que hacer una organización empresarial de la enseñanza. Se trata de buscar lo mejor para el sector, y nos parece que tenemos una posición en ese sentido muy buena para tener una visión muy de conjunto. Además, los interlocutores sociales también lo valoran mucho.

¿A cuántos centros representa CECE?
En CECE están confederadas 17 federaciones autonómicas, que a su vez engloban a federaciones provinciales, y éstas, a su vez, engloban a centros. Hay como unas 6.000 empresas educativas, de todo tipo: colegios, escuelas infantiles, academias, colegios mayores, escuelas de negocios, universidades… Colegios, que es en lo que la gente piensa más, son cerca de 2.000, más o menos el treinta y tantos por ciento de la enseñanza concertada y el cincuenta por ciento de la privada. Esta es la representación que tenemos reconocida en los convenios.