El compromiso social de dos laicos del XIX - Alfa y Omega

En el II Foro Internacional de la Mujer, celebrado en abril en El Escorial (Madrid), el obispo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa, alertaba a la Iglesia para no perder a la mujer como le ocurrió con el mundo del trabajo en el siglo XIX. En este punto, coincidió, citándolo, con Maritain, pues el intelectual francés ya se preguntaba por qué los santos no abanderaron a los obreros en la voraz Revolución Industrial, cuando lo hicieron con los más débiles en épocas anteriores. De este olvido, el que llegó a ser el laico más destacado en el Concilio Vaticano II exceptuó a Frédéric Ozanam y Giussepe Tonioli.

El francés Ozanam (1813-1853) fundó, en 1833, las Conferencias de San Vicente de Paúl. Tras una crisis religiosa, emergió vigoroso su compromiso por los necesitados, de los que decía que «son para nosotros las imágenes de ese Dios al que no vemos, y como no sabemos amarle de otra manera, lo amaremos en sus personas». Ozanam urgió a los católicos a vivir más intensamente la caridad, pues la industrialización estragaba a las clases bajas, y afirmaba: «La tierra se ha enfriado, somos nosotros los católicos a quienes corresponde reanimar el calor vital que se apaga, es a nosotros a quienes corresponde comenzar de nuevo la gran obra de la regeneración, aunque fuera necesario comenzar de nuevo la era de los mártires». Crítico del libre mercado, fue tachado de socialista, pero su testimonio era claro: «He querido consagrar mi vida al servicio de la fe». Sus enseñanzas en Derecho Mercantil sobre la doctrina social de la Iglesia fueron antesala de la encíclica Rerum novarum, de León XIII. En 1997, Juan Pablo II ratificó la apertura de su Proceso de beatificación.

Colaborador de la Rerum novarum fue también el Beato Giussepe Toniolo (1845-1918), sociólogo y economista italiano, quien dijo que «los sistemas políticos que no se basaban en Dios no pueden perdurar», en alusión al liberalismo y al socialismo. Amante de la naturaleza y la enseñanza, mostró a sus siete vástagos las maravillas que Dios había creado, al tiempo que profundizaba en el pensamiento de santo Tomás de Aquino (de aquí le vino considerar que las relaciones económicas debían subordinarse a la justicia) y en el misticismo de santa Teresa.

Guió la Acción Católica en Italia, fundó la Revista Internacional de Ciencias Sociales, la Asociación de Mujeres Católicas y las Semanas Sociales para los trabajadores, para su protección laboral. Su pensamiento fue también uno de los pioneros en el corporativismo católico. En sus numerosos escritos, propone el establecimiento del descanso dominical, el límite de las horas de trabajo, la defensa de la pequeña propiedad, la tutela del trabajo de las mujeres y de los jóvenes.

La ingente obra de Ozanam y Toniolo les convierte en promotores del asociacionismo obrero católico y en la causa de los más desfavorecidos en la dura época industrial. Al tiempo, refuerza la percepción de Maritain de que hubieran sido distintas las consecuencias para el beligerante siglo XX de haberse implicado socialmente más católicos en los años precedentes.