Una devoción de siglos que nunca se detiene - Alfa y Omega

Una devoción de siglos que nunca se detiene

El Papa viajará el domingo a Turín para inclinarse, como un peregrino más, ante la Sábana Santa, que se expone por primera vez desde 2010. La Iglesia respeta las legítimas interrogaciones científicas acerca de la veracidad de la Sábana, pero permite y anima su culto y devoción

José María Ballester Esquivias
Ostensión de la Sábana Santa en la catedral de San Juan Bautista de Turín

«Dado que no es una cuestión de fe, la Iglesia no tiene competencia específica para pronunciarse sobre estas cuestiones. Ella confía a los científicos la tarea de continuar investigando, de manera que se puedan encontrar respuestas satisfactorias a las preguntas relacionadas con esta sábana, la cual, según la tradición, envolvió el cuerpo de Nuestro Redentor después de haber sido bajado de la Cruz. La Iglesia insta a que la Sábana Santa se estudie sin posiciones preestablecidas que den por descontado resultados que no son tales; los invita a actuar con libertad interior y respeto atento, tanto para la metodología científica como para la sensibilidad de los creyentes». Así se expresaba en 1998 san Juan Pablo II sobre la Sábana Santa, o Santo Sudario, que su sucesor Francisco visitará el domingo en Turín, con motivo de su ostensión en la catedral. Es la primera vez que la Síndone –como se la conoce en Italia– se expone desde 2010.

Imagen en negativo del hombre del Santo Sudario

La devoción por el Sudario hunde sus raíces en el evangelio de San Juan: «Llegó Nicodemo […] y trajo una mezcla de mirra y áloe, como unas cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos y aromas, según la costumbre judía de sepultar» (Jn 20, 6-7). Sin embargo, no se volvió a mencionar hasta la Edad Media. En 1203, el cruzado Robert de Chari declaró haber visto en una iglesia de Constantinopla un tejido con la imagen de Jesucristo. «Donde estaba el Sudario en que Nuestro Señor fue envuelto, y que cada viernes se alzaba bien alto para que uno pudiera ver en él la figura de Nuestro Señor». Es la primera vez que se narra la existencia de un sudario en el que se plasma el rostro de Jesucristo.

Años más tarde, un emperador bizantino describe, en una carta dirigida al Papa Inocencio III, los pillajes realizados por franceses y venecianos durante las Cruzadas; y menciona el «lino en el que Nuestro Señor Jesucristo fue envuelto tras su muerte y antes de su resurrección». ¿Se refería el autor de la misiva a la Imagen de Edesa o a la Sábana Santa de Turín? Esta última fue expuesta por primera vez en 1357, en la iglesia de Lirey, un pueblo situado en el centro este de Francia, por decisión –tomada con el permiso de la autoridad eclesial– de la viuda del caballero Geoffroy de Charny. Sin embargo, las exposiciones se toparon con la incomprensión de las autoridades eclesiales, que hicieron todo para entorpecerlas, alegando que la Sábana era un fraude.

Detalle, en negativo, del rostro del Santo Sudario

Morada definitiva

Por si no fuera suficiente, la Sábana cambió varias veces de ubicación, con el consiguiente deterioro. El proceso para su asentamiento definitivo en Turín fue largo: empieza con su compra por parte del príncipe Luis de Saboya en 1453, que la coloca en la catedral de Chambéry. Pero sigue viajando y estropeándose. Fue uno de los descendientes del príncipe Luis, el príncipe Manuel Filiberto –por otra parte, uno de los generales más brillantes de Felipe II de España– quien fijó su morada para siempre en la catedral de Turín. La Sábana Santa fue propiedad de la Casa de Saboya hasta 1982, año en que el último rey de Italia, Humberto II –derrocado en 1946– comunicó a san Juan Pablo II su decisión de otorgársela a la Iglesia.

Cuadro de Giovanni Battista della Rovere, en la Galleria Savoia

Por lo que respecta al culto, fue el Papa Julio II, sabedor de la devoción que la Sábana despertaba entre los fieles, el que, en 1506, estableció el 4 de mayo como de veneración y oficio de la reliquia. Una decisión que corroboró, en 1958, Pío XII, que vinculó la devoción hacia la Sábana Santa con la devoción hacia la Santa Faz de Jesús. Una demostración de que las legítimas interrogaciones científicas no tienen por qué ser incompatibles con un culto que cada vez tiene más seguidores.