«Sin tejido familiar, no hay Iglesia» - Alfa y Omega

«Sin tejido familiar, no hay Iglesia»

En declaraciones a Javier Alonso Sandoica, el cardenal Rouco Varela ha dicho, esta semana, en la COPE:

Javier Alonso Sandoica
Un momento de la homilía del cardenal Rouco Varela durante la Misa de la Fiesta de las Famili

El domingo de la Sagrada Familia, Madrid acogió a muchísimas familias de toda Europa.
Hace ocho días, exactamente, celebrábamos el Día de la Familia, precedido por segundo año por las 33 horas de adoración al Santísimo en la carpa. Hubo una asistencia muy grande de grupos, asociaciones, de movimientos, parroquias…; resultó ser una fórmula de preparación de la celebración muy buena espiritualmente, y creo que también pastoralmente. En Madrid, da la impresión de que todo el mundo espera el domingo de la Sagrada Familia por lo que celebramos en la Plaza de Colón. La celebración fue gozosa, muy misionera, con la bendición de más de cien familias. Después, el Santo Padre, el 1 de febrero, con otras familias de Europa, las enviará a la misión en el sentido clásico de la palabra. Irán a muchos países, incluidos los del continente asiático. Otros, serán enviados para la misión en Europa, un continente muy descristianizado en muchos de sus países, por no decir en todos, incluso los de viejas raíces católicas como Francia, Italia o España. Este aspecto misionero se resaltó mucho en la Fiesta de la Familia; pero también el testimonio del Evangelio de la familia en una sociedad como la nuestra, donde la comprensión y la vivencia de la familia, entendida en su verdad natural y en sus posibilidades cristianas, sufre mucho. Fue de nuevo como un gran aldabonazo a la conciencia pública de España para llamar la atención sobre la necesidad de la familia para una edificación justa, verdaderamente humana, y por supuesto para la edificación de la Iglesia: sin tejido familiar no hay Iglesia, sin familia, es muy difícil educar en la fe. El domingo pasado hemos dado un paso más en ese camino de mantener vivo el testimonio de la familia cristiana en la sociedad española.

En la homilía, se preguntaba si no estaremos presenciando un nuevo predominio de la cultura de la tristeza individualista, de la que habla el Papa Francisco.
Él no habla de cultura de la tristeza, no usó esa expresión, pero habla mucho de que la tristeza se está dando como un fruto de esa visión egocéntrica, autorreferencial que dice él, de la persona, que al final se queda sin nadie alrededor, no sabe a quién amar, y no sabe si es amada o si es querida. Siempre cuento la anécdota de hace unos años de una noticia en un periódico de Munich que decía que había sido encontrado el cuerpo de una señora en una casa, que llevaba siete años fallecida. Uno se pregunta: «¿A esta señora la quería alguien?». Es un hecho que retrata mucho la sociedad europea y la sociedad de la tristeza. Yo hacía también referencia a la época de muchos jóvenes tristes en torno a la Primera Guerra Mundial: aquello fue un momento histórico que se superó con un optimismo quizá excesivamente materialista, economicista, y no bien nutrido de alegría espiritual, de la alegría de la fe, de la alegría del espíritu. Que ahora nos domina de nuevo la cultura de la tristeza es evidente: estamos en una sociedad en la que en las ciudades no hay niños, no hay jóvenes, en los bloques de viviendas sólo hay personas mayores. En una sociedad sólo de personas mayores, difícilmente la alegría se percibe y se vive. No hemos sabido dar la vida, y cuando no se ofrece el don de la vida, pocas cosas se ofrecen después, por supuesto la alegría, no. De manera que superar la cultura de la tristeza en Europa, en este momento, implica volver a reactivar y a revivir el gran Evangelio de la familia, de la familia cristiana. El Papa, en la homilía del Día del Nombre de Jesús, dijo que hay que apuntar a la experiencia de Dios. Si uno no vive esa experiencia a fondo en su vida personal, no la comparte en la Iglesia, no la celebra sacramentalmente, no la convierte en razón interior de su vida, difícilmente va a mostrar después un tipo de vida que llame la atención a los demás; con toda seguridad, no. Esa responsabilidad es de toda la Iglesia, por supuesto, es de los pastores también y de un modo muy singular de los que llamó el Señor a la vida consagrada.

¿Por dónde van a ir los derroteros de los trabajos pastorales en nuestra archidiócesis durante este año?
Están marcados por la Misión Madrid, y por sus dos grandes objetivos: Uno es la misión en los colegios; la tercera semana del mes de febrero, culmina la acción preparatoria. Hay grupos misioneros tanto de dentro de los colegios como de fuera. Culminará con una Misa en la Almudena —a ver si puedo presidirla, porque coincide con la semana del Consistorio, y haré todo lo posible para estar presente—. Y luego hemos de continuar hasta fin de curso, para culminar la misión en el colegio, la Misión Joven, con la peregrinación a Santiago, la última semana de julio y primera de agosto. Por otro lado, seguimos con esa acción de misión de las parroquias que se abren, de las visitas a las familias, etc. Eso va a ser nuestro empeño durante el curso. Se ha publicado una estampa de la Almudena muy hermosa, con la oración por los frutos de la misión en los colegios. Hay que recomendar a todo el mundo que la rece.