La Sábana Santa deja sin palabras al Papa Francisco - Alfa y Omega

La Sábana Santa deja sin palabras al Papa Francisco

El acto central de la visita del Papa a Turín se ha desarrollado en silencio, sin lecturas, ni cantos, ni mensajes. El Santo Padre ha optado por una contemplación prolongada antes de tocar el cristal que protege la Síndone. Después, en el ángelus, ha recordado que el rostro del Sudario «nos empuja hacia el rostro de cada persona sufriente y injustamente perseguida»

RV

Justo antes de celebrar la Eucaristía, el Papa Francisco ha venerado, en silencio y dentro de una catedral de Turín en penumbras, la misteriosa sábana sepulcral en la que envolvieron a un hombre crucificado, con todos los signos de la pasión de Jesús de Nazaret que refiere el Evangelio. Se trataba del momento central de esta peregrinación del Papa a la ciudad de Turín, y se desarrolló en absoluto silencio. Ni lecturas, ni discursos, ni cantos, ni música. Únicamente varios minutos de contemplación y oración delante del Santo Sudario, con algunos enfermos en silla de ruedas en primera fila.

«El hombre de la Sábana Santa nos invita a contemplar a Jesús de Nazaret», había dicho hace unos días el Papa Francisco en un vídeomensaje hecho público los días previos a su visita. «También yo me pongo con vosotros ante la Sábana Santa… No se trata simplemente de observar, sino de venerar; es una mirada de oración. Y diría aún más: es un dejarse mirar. Este rostro tiene los ojos cerrados, es el rostro de un difunto y, sin embargo, misteriosamente nos mira y, en el silencio, nos habla. Esta imagen —grabada en el lienzo— habla a nuestro corazón y nos lleva a subir al monte del Calvario, a mirar el madero de la cruz, a sumergirnos en el silencio elocuente del amor», continuaba el vídeomensaje.

Además, animaba a dejarse «alcanzar por esta mirada, que no va en busca de nuestros ojos, sino de nuestro corazón. Escuchemos lo que nos quiere decir, en el silencio, sobrepasando la muerte misma. A través de la Sábana Santa nos llega la Palabra única y última de Dios: el Amor hecho hombre, encarnado en nuestra historia; el Amor misericordioso de Dios, que ha tomado sobre sí todo el mal del mundo para liberarnos de su dominio».

Y concluía: «Este rostro desfigurado se asemeja a tantos rostros de hombres y mujeres heridos por una vida que no respeta su dignidad, por guerras y violencias que afligen a los más vulnerables… Sin embargo, el rostro de la Sábana Santa transmite una gran paz; este cuerpo torturado expresa una majestad soberana. Es como si dejara trasparentar una energía condensada pero potente; es como si nos dijera: ten confianza, no pierdas la esperanza; la fuerza del amor de Dios, la fuerza del Resucitado, todo lo vence».

Durante su viaje, el Obispo de Roma, sentado frente a la reliquia de Jesús, ha mirado y bajado la cabeza, en contemplación y oración. Finalmente se ha presignado con la señal de la cruz, se ha levantado y ha ido de camino subiendo los escalones que lo separaban de la misteriosa Sábana para tocar el vidrio que la protege.

Tras la Misa y, justo antes de la oración del Ángelus, el Santo Padre ha dicho que «el Santo Sudario nos atrae hacia el rostro y el cuerpo martirizado de Jesús y, al mismo tiempo, nos empuja hacia el rostro de cada persona sufriente y injustamente perseguida. Nos empuja en la misma dirección del don de amor de Jesús. El amor de Cristo nos apremia».