El Papa en el Cottolengo: «Aquí podemos aprender otra mirada sobre la vida y la persona» - Alfa y Omega

El Papa en el Cottolengo: «Aquí podemos aprender otra mirada sobre la vida y la persona»

«¡Con cuanta ternura ha amado [san José Benito Cottolengo] a estas personas! ¡Aquí podemos aprender otra mirada sobre la vida y la persona humana!». Por ello, el Papa Francisco se mostró profundamente agradecido por la Pequeña Casa de la Divina Providencia, durante el encuentro con los enfermos y discapacitados. Valoró que lugares como éste nos ayudan a desarrollar anticuerpos contra la cultura del descarte. Y subrayó que su «razón de ser no es el asistencialismo o la filantropía, sino el Evangelio»

María Martínez López

«No podía venir a Turín sin detenerme en esta casa», reconoció el Papa el domingo por la tarde, al llegar a la Pequeña Casa de la Divina Providencia, conocida popularmente como Cottolengo por el nombre de su fundador, Giuseppe Benedetto Cottolengo. En el encuentro con los enfermos y discapacitados reunidos allí, denunció que «la exclusión de los pobres y la dificultad de los indigentes para recibir la asistencia y cuidados necesarios es una situación que está presente todavía hoy».

Ha habido grandes progresos en la medicina y la asistencia social, pero al mismo tiempo se ha difundido «una cultura del descarte, como consecuencia de una crisis antropológica que no pone al hombre en el centro, sino el consumo y los intereses económicos». De ella son víctimas en particular los ancianos, cuya «longevidad no se ve como un don de Dios, sino como un peso difícil de sostener»; y los discapacitados, «como si fueses vidas no dignas de ser vividas».

«Esta mentalidad –continuó el Papa– no hace bien a la sociedad, y es nuestro compromiso desarrollar anticuerpos» contra ella. En ello ha sido pionero el Cottolengo. «¡Con cuanta ternura ha amado a estas personas! ¡Aquí podemos aprender otra mirada sobre la vida y la persona humana!».

La concreción del amor evangélico

Francisco subrayó cómo el Cottolengo es la respuesta a una reflexión profunda sobre el capítulo 25 del evangelio de san Mateo, donde Jesús se identifica con los pobres que piden ser alimentados, vestidos, y visitados. «De él podemos aprender la concreción del amor evangélico». En efecto, «la razón de ser de esta Pequeña Casa no es el asistencialismo o la filantropía, sino el Evangelio: el Evangelio del amor de Cristo y de la fuerza que la ha hecho nacer y avanzar: el amor de predilección de Jesús por los más frágiles y débiles. Por eso, una obra así no avanza sin la oración», como demuestran los monasterios de contemplativas vinculados al Cottolengo.

El Santo Padre tuvo palabras de gran ternura hacia los enfermos, a los que llamó «miembros preciosos de la Iglesia, sois la carne de Cristo crucificado que tenemos el honor de tocar y de servir con amor. Con la gracia de Dios podéis ser testigos y apóstoles de la divina misericordia que salva el mundo. Mirando a Cristo crucificado, lleno de amor por nosotros, y también con la ayuda de cuantos cuidan de vosotros, encontrad fuerza y consuelo para llevar cada día vuestra cruz».

Al terminar su discurso, el Papa salió al patio interno a saludar a todos los que no habían entrado en la capilla e, improvisando, afirmó: «Os agradezco mucho, todo lo que hacéis por los enfermos, por los ancianos, y lo que hacéis con ternura, con mucho amor». También pidió oraciones no sólo por él mismo, sino también «por los niños que aprenden el catecismo, por los niños que hacen la Primera Comunión, por los padres, por la familia, pero sobre todo rezad por la Iglesia, para que el Señor envíe sacerdotes, religiosas, a hacer todo este trabajo!».