Obispo de Getafe: tres tentaciones ante la situación política - Alfa y Omega

Obispo de Getafe: tres tentaciones ante la situación política

Superar la desesperanza, el enfrentamiento y el sometimiento: éstas son las tres tentaciones que identifica el obispo de Getafe, en su última Carta pastoral, ante la incertidumbre de la situación política actual. «Este mundo de hoy es de Dios y es también nuestro», afirma

Joaquín Mª López de Andújar y Cánovas del Castillo

Estas últimas semanas, con la amenaza independentista por un lado, y los numerosos casos de corrupción política, que están saliendo a la luz, por otro, están siendo de gran tensión y de mucha preocupación para todos nosotros. Si a esto unimos el sufrimiento por la falta de empleo y el empobrecimiento moral que padece la sociedad, la preocupación se acrecienta.

En las circunstancias actuales hay que evitar el riesgo de adoptar soluciones equivocadas que, a pesar de sus aparentes claridades, en realidad se basan en fundamentos falsos, no cristianos, y son incapaces de acercarnos a los buenos resultados que prometen. Señalo brevemente tres posiciones que son muy peligrosas, y que los cristianos, desde la fe, debemos evitar.

En primer lugar la actitud de la desesperanza. Para muchos cristianos, la desesperanza es una auténtica tentación. Es cierto que hay muchas dificultades en la Iglesia y en el mundo. Es cierto que la Iglesia y los cristianos hemos perdido mucha influencia en la sociedad. Pero también es cierto que Dios nos ama irrevocablemente; que Jesús nos ha prometido su presencia y su asistencia hasta el fin del mundo y que Dios, en su providencia, sabe sacar de los males bienes. Tenemos que aprovechar esta situación difícil para no caer ni en el abstencionismo, ni el populismo, ni en utopías irrealizables, sino para buscar razonablemente, con la luz del sentido común y de la revelación, lo que sea más conveniente para el bien de la persona y de la sociedad.

Otra actitud equivocada es el enfrentamiento. La Historia demuestra, aunque algunos no quieran admitirlo, que la democracia moderna nació en el ámbito de la cultura cristiana, en la que se ha gestado el concepto de persona como realidad trascendente y libre, la distinción entre la Iglesia y el Estado, con su autonomía recíproca y la conciencia de los derechos humanos. La grandeza de la democracia consiste en facilitar la convivencia de personas y grupos con distintas maneras de entender las cosas, con igualdad de derechos y en un clima de respeto a las personas y de aceptación, como marco necesario para la convivencia, del ordenamiento jurídico y del estado de derecho, empezando por la propia Constitución. Cualquier solución que rompa unilateralmente este marco de convivencia es una equivocación que puede tener consecuencias gravísimas.

Y la tercera actitud equivocada que tendríamos que evitar es la del sometimiento. Otra tentación de los cristianos consiste en intentar facilitar falsamente la convivencia disimulando y diluyendo su propia identidad e incluso, en ocasiones, renunciando a ella. Detrás de esa aparente generosidad, se esconde la desconfianza en el valor del evangelio y de la vida cristiana. Los cristianos tenemos que fortalecer nuestra fe y recuperar la confianza en el evangelio. El mensaje de Jesús y la doctrina de la Iglesia tienen un valor permanente y son capaces de adaptarse a todas las circunstancias y de ofrecer respuestas a las diversas cuestiones y necesidades de los hombres, especialmente en lo que se refiere a temas tan fundamentales como son la familia, la educación y la defensa de la vida, sin necesidad de diluirse ni de someterse a las imposiciones de la cultura laicista y hedonista dominante.

Las verdaderas soluciones, lo que nosotros, como miembros de la Iglesia, podemos ofrecer a nuestra sociedad, no lo encontraremos imitando lo que hay a nuestro alrededor, sino que brota del seno de la Iglesia misma. El programa permanente de la Iglesia es Jesucristo. En sus mensajes, en sus ejemplos, en la fuerza de su presencia sacramental, encontraremos, con seguridad, la fortaleza espiritual y la clarividencia necesarias para vivir y anunciar el Reino de Cristo en este mundo de hoy, que es de Dios y es también nuestro.

Para todos, un saludo muy cordial y mi bendición.