Arzobispo maronita de Damasco: «En Siria se puede morir de varias maneras» - Alfa y Omega

Arzobispo maronita de Damasco: «En Siria se puede morir de varias maneras»

Por francotiradores o coches bomba, por granadas de mano, por falta de medicamentos, por falta de alimentación… son algunas de las formas en las que se puede morir en Siria. El arzobispo maronita de Damasco, Samir Nassar, conversa con la Fundación Pontificia Internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada sobre la vida en Siria y las dificultades por las que pasa la población

Ayuda a la Iglesia Necesitada

Excelencia, en Siria la guerra dura ya más de tres años. ¿Cómo se vive en esa situación?
Los problemas aumentan. La economía está muerta. La gente no tiene trabajo. La inflación crece. Nuestra moneda está perdiendo agigantadamente valor frente al dólar. Todos se van empobreciendo poco a poco. La gente se ha gastado ya sus ahorros. Todos necesitan ayuda. Como Iglesia, intentamos ayudar a tantas familias como sea posible; actualmente son unas 300 a 400 familias cristianas. El problema es hacerles llegar las ayudas, pues no deja de ser peligroso: podríamos ser asaltados o secuestrados; pero tenemos que asumir ese riesgo. De lo contrario, la gente se va. Ya hemos tenido que cerrar tres parroquias, porque los feligreses se han ido. Es decir, si no ayudamos al resto que se ha quedado no habrá ya Iglesia en Damasco. Gracias a Dios, Ayuda a la Iglesia Necesitada nos apoya en estos tiempos difíciles.

El Estado sirio, ¿está en condiciones de prestar ayuda?
No. La gente depende de sí misma; pero, como decía, incluso los que tienen trabajo se empobrecen por la inflación. Además apenas hay trabajo. Especialmente duro es, naturalmente, para las personas de avanzada edad, que hasta ahora contaban con el apoyo de las familias; pero estas tampoco tienen ya nada. Es decir, que nosotros intentamos ayudar. Tenemos un programa para ayudar a personas de la tercera edad a recibir las medicinas que precisan.

¿Cómo se puede imaginar uno la vida diaria en una región en guerra?
Mire; ahora estamos en el cuarto año de la guerra. Al principio, todos tenían miedo de las luchas, las bombas, los misiles. Ahora se han acostumbrado. La vida tiene que seguir; pero, naturalmente, intentan tener mucho cuidado. Es mejor estar en casa que en la calle. En Damasco se puede morir de varias maneras; por ejemplo, por francotiradores o coches bomba. Y, por supuesto, por granadas de mano. Pero también se puede morir por falta de medicamentos cuando se está herido. Los hospitales no tienen suficientes medicamentos. Una granada de mano puede matar a tres o cuatro personas directamente y quizá herir a otras treinta o cuarenta. Como consecuencia morirán otras diez, por no poderles atender suficientemente. Y también se puede morir por falta de alimentación; por ejemplo, si usted es diabético y necesita una dieta, que no puede conseguir, morirá antes. La situación de la alimentación es, también en general, mala. Tenemos dos millones de niños que no pueden ir a la escuela; muchas escuelas están destruidas. Y las que quedan, están abarrotadas. Hay unos sesenta alumnos por clase; así es también el nivel.

¿Cómo se la situación alimentaria? ¿Se puede comprar alimentos si se tiene dinero o no hay nada?
Sí se pueden comprar cosas, sobre todo conservas. Pero lo que falta son alimentos frescos como verduras, queso y carne. El problema, además, es que los alimentos frescos tienen que almacenarse en frío, por el calor. Desgraciadamente, también tenemos problemas con la electricidad; por eso, comemos sobre todo conservas y alimentos conservables, como arroz o lentejas.

¿Tiene la impresión que la guerra y las necesidades han ayudado a que sus fieles profundicen en la fe?
Sí. Hay una vuelta a la fe. La gente reza mucho más. Las iglesias están mucho tiempo abiertas; allí acuden muchos fieles, que frecuentemente se pasan horas rezando en silencio. No tienen nada más que la fe. Están en un callejón sin salida esperando la muerte. Al final de la Misa se despiden porque no saben si se volverán a ver al día siguiente. Hay un ambiente de resignación. Las personas se abandonan a su suerte. Es decir, es una situación muy difícil. Como Iglesia, hacemos ahora no tanto labor pastoral, sino más bien social y intentamos mitigar las necesidades de las personas. Esto es lo único que tenemos actualmente, pues no hay ninguna otra ayuda. La familia es, en realidad, la única institución intacta. La familia es lo que ayuda, comparte y apoya. La identidad familiar está muy acentuada. Sin familia, sería un desastre total.

¿Dispone de cifras sobre cuántos de sus fieles han abandonado Siria?
No. No tenemos estadísticas; pero observamos cómo el número de sacramentos que se administran desciende fuertemente de año en año. En 2012 hubo más bautizos y bodas que en 2013. Ahora, lo que aumenta es el número de entierros. Tenemos que ampliar nuestro cementerio. Antes, nuestros proyectos eran un jardín de infancia o una escuela; ahora es ampliar el cementerio cristiano.

Desde que comenzó la guerra en marzo de 2011, Ayuda a la Iglesia Necesitada ha destinado un total de 4,15 millones de euros a la población en Siria y a los refugiados sirios de los países vecinos. Tan solo en 2014, la Fundación les prestó una ayuda de emergencia total de 1.234.700 €.

Oliver Maksan / AIN