La Iglesia en América Latina cierra viejas heridas - Alfa y Omega

La Iglesia en América Latina cierra viejas heridas

La visita de Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay ha servido para constatar la superación de las divisiones ideológicas que durante décadas han dividido a América Latina, y en particular a la Iglesia católica, en estas tierras con el mayor número de católicos. Una oportunidad única para la evangelización en el siglo XXI

Jesús Colina. Roma
Los fieles esperan la llegada del Papa en el parque de Los Samanes de Guayaquil para participar en la Misa con las familias el lunes 6 de julio

Francisco no para. Está durmiendo muy pocas horas. Desde el pasado domingo, ha afrontado el calor asfixiante en Ecuador y ayer no se amedrentó ante los cuatro mil metros de altura de La Paz, en Bolivia. A sus 78 años, ha decidido no ahorrarse esfuerzos. Ante sí, tiene todavía un programa agotador. Este viernes llegará a Asunción, junto a la frontera con Argentina. Hasta el próximo domingo le espera en Paraguay un maratón de encuentros públicos, preñados de manifestaciones de un cariño popular desbordante.

La primera visita de Francisco a países de lengua española, su lengua natal, marca un antes y un después en el Pontificado. El Papa está recogiendo los frutos más claros que podía traer un obispo de Roma nacido en el Nuevo Mundo: la superación, finalmente, de las divisiones de la Iglesia en América Latina.

Las heridas se cierran

El catolicismo latinoamericano ha sufrido amargamente en las cinco últimas décadas los coletazos de las divisiones ideológicas y políticas que la Guerra Fría trajo a estas tierras. La lucha, muchas veces violenta, entre representantes de un capitalismo sin escrúpulos y de un marxismo militante no sólo trajo regímenes antidemocráticos tanto de izquierdas como de derechas; lo peor de todo fue la división que la realidad socio-política generó en la misma Iglesia.

Desde la Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín, en 1968, estas divisiones se habían convertido en los temas centrales de las reuniones entre los obispos. Algunas corrientes de la teología de la liberación aglutinaron a los sectores más cercanos a la izquierda o a las clases más desfavorecidas. Otros sectores eclesiales se opusieron duramente a estas sensibilidades alarmados por los peligros que planteaban las influencias marxistas e incluso la lucha de clases.

Esta división interna atenazó durante años al cristianismo en América Latina, bautizada por Juan Pablo II como «el continente de la esperanza». El mundo evangelizado por españoles y portugueses, donde viven dos quintas partes de los católicos del mundo, parecía incapaz de superar la división y convertirse en testimonio cristiano y evangelizador del Nuevo Mundo.

La realidad hoy es diferente. En cierto sentido, la Guerra Fría ha terminado en América Latina con este viaje papal. El elemento más simbólico de esta nueva etapa es la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, gracias a la mediación del Papa. Atrás quedan, con mucho retraso, buena parte de las divisiones políticas que generaron las tensiones entre la Unión Soviética y el bloque occidental. Un momento histórico que quedará sellado por el mismo Francisco en su próxima visita a Cuba y los Estados Unidos durante el mes de septiembre.

Miles de ecuatorianos salieron a las calles de Quito para recibir al Papa tras su llegada a Ecuador, el 5 de julio

El factor Bergoglio

Guzmán Carriquiry, uruguayo, presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, el laico con el mayor puesto de responsabilidad en el Vaticano, explicaba estos días que «el Papa está encontrando una Iglesia en condiciones muy diferentes respecto a la que Juan Pablo II encontró hace treinta años, cuando nuestras Iglesias estaban tensas, polarizadas, a veces con fuertes divisiones, sumergidas en debates políticos e ideológicos, ligados a la teología de la liberación». Hoy, sin embargo, «se encuentra con Iglesias más serenas en la comunión, que han vivido el gran acontecimiento de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Aparecida, y que están viviendo la Misión Continental; misión que alcanza una fuerza e intensidad muy fuertes. El Papa Francisco se encuentra además con una Iglesia llena de esperanza, muy cercana al magisterio de Bergoglio, interpelada y dispuesta a acoger las grandes líneas de la propuesta pastoral contemporánea».

De misionados, a misioneros

Esta es la nueva fase que abre el pontificado del Papa Francisco. El primer Papa latinoamericano de la historia, gracias a esta unidad, desencadena el dinamismo espontáneo del catolicismo hispano. Las divisiones en la Iglesia habían contribuido decididamente al crecimiento de otras denominaciones cristianas y de las sectas en estos países.

Por primera vez, los países hispanos pasan de ser misionados (en parte y sobre todo por españoles) a ser misioneros, no sólo para sus tierras, sino también para otros continentes.

Este resultado no se hubiera podido lograr sin la Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Aparecida con la participación de Benedicto XVI en mayo de 2007. Contó con 266 participantes, entre miembros, invitados, observadores y expertos. Al final, la Conferencia elaboró un documento conclusivo de participación que hoy, ocho años después, sigue siendo el programa para la Iglesia en el continente. Su autor principal fue precisamente el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio, quien presidía la comisión de la redacción del texto.

La fuerza que se deriva de esta unidad se ha podido constatar desde que el Papa aterrizó en el aeropuerto Mariscal Sucre de Quito. Con un discurso muy político, y lleno de citas del Magisterio del Papa Francisco, le dio la bienvenida el presidente Rafael Correa. Era una situación paradójica. Las relaciones entre la Iglesia y Correa han estado llenas de tensiones y dificultades. El mes que ha precedido a la visita del Papa ha batido récords por el mayor número de protestas contra la presidencia de Correa, en el cargo desde enero de 2007. Durante cuatro semanas, el mandatario se enfrentó a movilizaciones populares en varias ciudades que pedían su dimisión.

Todo comenzó el 8 de junio pasado, con una serie de movilizaciones ciudadanas, para exigir la eliminación de la polémica Ley de Redistribución de Riquezas, destinada a aumentar hasta un 47,5 % los impuestos a la herencia y plusvalía. Y sin embargo, por acuerdo conjunto, tanto el Gobierno como la oposición han acogido la llamada de la Iglesia de evitar la manipulación política de la visita del Papa. Las propuestas fiscales se han suspendido.

El discurso del Papa en respuesta a Correa sirvió para sintetizar en pocas frases la propuesta social del cristianismo. «En el presente, también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo se consoliden y garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables, que son la deuda que todavía toda América Latina tiene», afirmó el Obispo de Roma. «Para esto, señor presidente –aseguró Francisco a Correa–, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la Iglesia, para servir a este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad».

Y dado que Correa, que no se considera fiel católico aunque sí creyente, ha criticado con frecuencia –incluso hasta en la vigilia de la visita papal– la teología católica, el Pontífice aprovechó también su discurso para dar a comprender la naturaleza de la Iglesia. «En Ecuador está el punto más cercano al espacio exterior: es el Chimborazo, llamado por eso el lugar más cercano al Sol, a la Luna y las estrellas –explicó–. Nosotros, los cristianos, identificamos a Jesucristo con el Sol, y a la Luna con la Iglesia. La Luna no tiene luz propia, y si se esconde del Sol se vuelve oscura. El Sol es Jesucristo, y si la Iglesia se aparta o se esconde de Jesucristo, se vuelve oscura y no da testimonio». Y terminó deseando «que estos días se nos haga más evidente a todos la cercanía del Sol que nace de lo alto», y que seamos reflejo de su luz y de su amor». Así marcaba el espíritu con el que realiza esta peregrinación apostólica.

Rafael Correa, presidente de Ecuador, da la bienvenida al Papa en el aeropuerto internacional Mariscal Sucre, de Quito, el domingo 5 de julio

Cariño desbordante

Las palabras del Papa no han sorprendido. Lo que sí ha sorprendido ha sido más bien el cariño desbordante que la población está manifestando a Francisco. En Ecuador se han batido récords de participación en los actos presididos por el Papa. Pero lo más impresionante han sido los kilómetros y kilómetros de vallas humanas que han acompañado el trayecto del coche del Pontífice en este país. Los programas con frecuencia se han retrasado pues, ante el cariño de la gente, el Papa se ha detenido para ofrecerle su cercanía y bendición.

Ayuda a la familia; no limosna

En este nuevo contexto social, político y religioso que vive América Latina, Francisco ha querido alzar su voz en uno de los momentos más importantes de su visita a Ecuador, la Misa con las familias, para pedir ayuda para ellas.

«La familia constituye la gran riqueza social que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos», afirmó el Papa. Y añadió: «En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos no son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos».

Esta propuesta del Papa ha sido acogida con favor por todos los sectores ecuatorianos. La prueba de que Francisco y la Iglesia han encontrado un terreno de unidad que permite al cristianismo ser propositivo, liberarse de prejuicios y miedos. No es exagerado, por tanto, afirmar que el primer viaje de Francisco a la América que habla y reza en español abre una nueva fase en su pontificado, tras estos primeros años de sorpresa y reforma.