La Iglesia conmemora este sábado a las santas Justa y Rufina, mártires sevillanas - Alfa y Omega

La Iglesia conmemora este sábado a las santas Justa y Rufina, mártires sevillanas

Este sábado, la Iglesia conmemora a las santas Justa y Rufina, hermanas sevillanas y mártires. Las dos fueron cruelmente torturadas por el prefecto Diogeniano en el siglo III, por no querer adorar a Venus. Sufrieron el potro, tormento con garfios de hierro, y fueron obligadas a andar descalzas hasta Sierra Morena. Justa murió en la cárcel, mientras que Rufina, que sobrevivió a la prisión y a ser echada a los leones, fue degollada y quemada. Reproducimos a continuación un artículo, publicado por ABC en julio de 1927, que describe la devoción a las dos mártires

Colaborador

El 17 de julio celebra la Iglesia la fiesta de estas Santas Vírgenes y mártires, hijas del típico barrio de Triana, en donde ejercían el oficio de la alfarería.

Así lo dice la copla popular: «Santas Justa y Rufina son dos hermanas, / las mejores lozeras que hay en Triana».

Después de los tormentos padecidos en el penoso viaje a Guadalcanal por los escarpados montes de Sierra Morena, sufrieron las Santas mayor martirio y prisión por decreto del prefecto Diogeniano en las cárceles contiguas al Pretorio o Curia Romana, existentes a extramuros de la ciudad frente a la Puerta del Sol.

Todo ello fue después iglesia y convento de la Orden de la Trinidad, que fundara san Fernando, y hoy iglesia y colegio de los Padres Salesianos. A la izquierda de la entrada a las cárceles, y bajo la bóveda principal se encuentra la capilla, en cuyo altar se expone, dentro de una urna, un trozo de la columna de piedra de granito a que fueron atadas las santas para recibir el martirio.

En la columna se advierte la señal de una cruz, existiendo la piadosa creencia de que la formaron con las uñas de sus débiles dedos santas Justa y Rufina para adorarla en medio de sus cruentos dolores.

Al uno y al otro lado de la urna existen también dos imágenes de muy mediano mérito. Por el lado del Evangelio se baja a una galería subterránea y a los calabozos. Al final de la primera, bajo la capilla mayor del templo, puede verse el pozo cuya agua bebían las santas en su prisión, y al que fue arrojado el cadáver de santa Justa después del martirio que la hizo gloriosa.

Con motivo de estas fiestas que se celebran cada año en honor de las Patronas de Sevilla, numerosísimos fieles visitan dichas cárceles y beben el agua del pozo con gran devoción y fe para procurarse el alivio de alguna enfermedad que tuvieren. Numerosos son también los autores que se han ocupado de las vidas de tan peregrinas Santas, dedicando a su fortaleza para resistir el martirio y a sus esclarecidas virtudes las alabanzas más fervorosas.

En los papeles del conde del Águila que se conservan en el Archivo Municipal Hispalense se encuentran preciosos documentos relativos a muy interesantes pormenores sobre las Santas. Uno de ellos transcribe sus memorias auténticas en Toledo, recogidas por el padre Andrés Marcos Burriel, de la Compañía de Jesús, maestro de Prima en Teología en el colegio de aquella insigne ciudad.

Se habla en dichas Memorias de la existencia en Toledo de una parroquia mozárabe dedicada a Santas Justa y Rufina, por alcanzar a Toledo algunos vasos de los que vendían y tenían trato de ellos.

Hasta el tiempo en que se escribieron aquellas Memorias habían transcurrido catorce siglos y medio desde la fundación de la iglesia de las Santas, sin que hubiere faltado en ellas el culto católico, a pesar de las invasiones de bárbaros, herejes y moros.

Afírmase en dicho documento que llegaron a ser parroquianas de las Santas Justa y Rufina cerca de 300 personas de todos los sexos y edades, vecinas y habitadoras en Toledo, y que en 1751 eran solamente 54 las que habitaban en dicha ciudad, aunque fuera tenía otros muchos parroquianos, no solamente en varios lugares de aquel arzobispado, sino también en Granada, Jerez de la Frontera, Ceelavín, Ciudad Rodrigo, en Nápoles, en Lisboa y en el reino del Perú.

De otro curioso documento sobre las vidas y martirios gloriosos de las Patronas de Sevilla, sacados del original que se conserva por la Orden de la Santa Trinidad, son estos versos: «O! Qué Justa e qué Rufina, / o! Qué Rufina e qué Justa, / la una Justa divina, / la otra Rufina justa. / O! Qué buenas sevillanas. / O! Qué consolación / quien muere a las cosas vanas / ansí alcanza el galardón».

Y estas preciosas noticias:

«Muchos años pasan de la Cofradía de las Vírgenes que fue fundada en Triana, que es de muncha antiguesas, e allí las fazen rogativas, e las Vírgenes facen pago con muchos vienes a los que las sirven, e aunque non ovieran tantas Cofradías, siempre en Sevilla las honraran mucho, poque non ai ciudad que más estima faga de ellas, porque el interez queesta tiene en hauer Patronas nombradas por Nro. Señor Dios, es de mucho logro; en ansí de los cristianos mozárabes aestos tiempos non es fallida la oración de las Vírgenes por el Degolladero e Campo Santo de las Vírgenes, onde están las cruces en memoria de los cuerpos de mártires, que por los moros fueron allí degollados, e sepultada e non ay porque pedir Reliquias onde está la tierra deste campo, que non oymos que del Padre Santo siendo esta tierra pedida por él, la exprimió e sacó sangre, e llamó Santa, e allí se miran muchas vezes luzes e oyen cánticos dealabanza a Nuestro Señor Dios».

Sobre las reliquias de las Santas se dice que las Actas y Martirologios antiguos convienen en que fueron recogidas y guardadas honoríficamente por Sabino, obispo de Sevilla, y que hoy no se sabe de ellas.

Entre los aludidos papeles del conde del Águila se encuentra una copia de las letras del arzobispo de Colonia, Ernesto, en las que hace donación al padre ministro general de la Orden de la Santísima Trinidad de las reliquias de las Santas: la cabeza de Santa Rufina y un hueso grande y casi entero de Santa Justa, hasta aquel tiempo veneradas en la iglesia parroquial de Vuittllaer, de la diócesis de Colonia.

Dichas sagradas reliquias fueron cubiertas de un velo de seda carmesí y guardadas en una caja decente y bien adornada para dicho efecto.

Con respecto a las fiestas de las Patronas de Sevilla y al culto que se les ha de dar, tenemos a la vista muy bellos documentos, entre ellos la Bula que dio el Papa Gregorio XIII concediendo privilegio perpetuo para que, con cada misa que se celebre en el altar de las Cárceles del convento de la Trinidad, salga del Purgatorio el alma por quien el Santo Sacrificio fuere aplicado.

El 21 de febrero de 1752, el veinticuatro y procurador mayor del Ayuntamiento de Sevilla pidió al Cabildo que, sin pérdida de tiempo, escribiera en súplica a Su Santidad para que en todos los reinos de España concediese a las Santas Justa y Rufina rezo doble en el día de su feliz natal, en la misma forma en que lo tienen Santa Leocadia, de Toledo; Santa Eulalia, de Mérida y Santa Eulalia de Barcelona, adhiriéndose a aquella propuesta los jurados y mayordomos del Cabildo Juan Alonso de Lugo y Felipe Baena, y acordándose de conformidad.

En la instancia que se dirigió al Papa, entre otras cosas, se dice:

«En la ciudad de Orihuela y Huete las tienen por especiales Patronas; porque por su intercesión sacó Dios a aquellos pueblos de la opresión de los sarracenos. En esta ciudad son titulares de tres templos, y en Toledo, de uno, y en Lisboa y en otras partes los tienen y las veneran con particular devoción, etc.» Fechado en Roma el 20 de Abril de 1752 y firmado por el cardenal Portocarrero, se recibió en Sevilla, luego, el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, participando la concesión por Su Santidad del Rito doble a las Santas Justa y Rufina el día 19 de julio en todos los dominios del Rey.

Y el 12 de Mayo de 1756 se dio un edicto en nuestra ciudad mandando publicar por fiesta de precepto, para sólo Sevilla y sus arrabales, el día 17 de Julio de cada año, en el que se celebra a sus Santas Patronas.

Las efigies de estas Santas estaban en 1765, y un siglo atrás, en los sellos de la Aduana de esta ciudad y en los del arte de la seda. Represéntaselas sujetando a la Giralda, y ello obedece al recuerdo de una tradición muy interesante que hace relación con las Santas y la torre famosa.

Se cuenta que durante un terremoto que padeció Sevilla el año 1396 se oyó la voz que decía se derribase la torre, y se le respondió que no podía ser, porque Justa y Rufina la tenían, de lo que deduce el cronista Ortiz de Zúñiga que haya motivado el que se pinte a las Santas sosteniendo a la torre.

Por su parte, Peraza refiere el hecho al terremoto acaecido el Viernes Santo de Abril de 1504, y dice:

«O sacratísimas y bienaventuradas Vírgenes Justa y Rufina, que a esta hora fuistes vistas (según por testimonio de muchos se mostró), tener entrambas una de una parte y otra de otra abrazadas a la torre, porque no pudiese caer. Y hecha muy gran suplicación, cessó aquella tempestad, haciendo la torre, tres veces amenanzando cayda» Añadiendo: «que el Cavildo de esta santa iglesia, passado este gran terremoto, queriendo dar gracias a las Santas Vírgenes, entre otras cosas, ordenó que la solemnidad de allí adelante se celebrase de Primera Dignidad, pues antes era de Segunda; que en su día, antes de la misa, se hiziese procesión con capas, dentro de la iglesia y que do quiera que las mande pintar la Santa Iglesia tengan abrazada la torre».

Todo ello consta en carta que dirigiera D. Diego Alexandro de Gálvez al señor conde de la Mejorada.

J. Muñoz San Román