«Me voy a un convento, pero no me desentiendo del mundo; al contrario» - Alfa y Omega

«Me voy a un convento, pero no me desentiendo del mundo; al contrario»

Carolina Martínez está a punto de entrar en el convento de las Carmelitas Descalzas. Acaba de terminar la carrera de Derecho, comenzaba la tesis en septiembre, pero Dios hizo acto de presencia y ella contestó que sí. Desde principios de año llevaba planteándose la vocación y ahora comienza su etapa de discernimiento dentro del convento. A pesar de su lejanía física, Carolina comienza una nueva forma diferente de abrirse a los demás, de estar más cerca de la gente. Es consciente de que su vocación es para toda la vida y por eso quiere responder con su entrega cada día. El Solo Dios basta… la condujo hasta las Carmelitas Descalzas

José Calderero de Aldecoa

Carolina Martínez terminó la carrera hace dos meses. Estudió Derecho en la Universidad de Navarra y su futuro se encaminaba hacia la tesis, que iba a empezar en septiembre, hacia la educación y la investigación. Pero Dios hizo acto de presencia y cambió los planes de Carolina, quien ha decidido responder que sí a la llamada divina e ingresar en un convento.

Las Carmelitas Descalzas tendrán una nueva postulanta, Carolina, «una mujer sencilla, normal y amiga de las que marcan, de esas que necesitan poco tiempo para ser un referente no impuesto», asegura Luisfer Martínez, amigo y compañero de estudios de Carolina, que ha entrevistado a la protagonista de esta historia para el blog Res Publica.

La que será nueva Carmelita Descalza es consciente de que su entrada en el convento no la encierra en sí misma sino que es una forma diferente de abrirse a los demás, de estar más cerca de la gente, de interceder ante Dios por todos. «Sé que desde ahí [desde el convento] voy a ayudar a los demás, y eso es lo que quiero. […] No me voy a desentender de la gente, todo lo contrario, quiero muchísimo a mi familia y a mis amigos, y el hecho de que me vaya a otro sitio no implica dejarles de lado. Soy afortunada al poder decir que casi todos saben que voy a estar con ellos más que hasta ahora, aunque sea desde un convento, y creo que también es un punto de unión para ellos, porque al fin y al cabo, es algo que no es lo más normal, tener una amiga o hermana monja», le cuenta Carolina a Luisfer.

Una vocación de por vida

Carolina va a pasar varios meses de discernimiento aunque, como ella misma relata, no va con la idea de «jo, y a una mala, ¿me puedo ir?». Ella sabe que ser monja es para siempre y que su decisión implica toda la vida, por eso «hay un tiempo de discernimiento». La vocación no es algo momentáneo, es una respuesta constante a Dios, «una respuesta que tienes que dar cada día». Hay que tener cuidado, «la vocación es para toda la vida, y hay que vivirla día a día», explica.

¿Por qué carmelita descalza?

Porque ese Solo Dios basta… «conlleva una fortaleza que me llamó mucho la atención a la hora de decidirme no por ser monja en general, sino carmelita descalza». Solo Dios basta… y «lo mínimo que yo puedo hacer, lo mínimo, ¿eh?, es entregarle mi vida». Solo Dios basta… y «si cada persona que existe en el mundo le entregase su vida entera, aún me parecería poco». Solo Dios basta…, «pero la única forma de darle tu vida no es entrando en un convento o haciéndote cura, puedes casarte o vivir con 20 gatos y entregarle tu vida a Dios».

Solo Dios basta…

«Cuando le conté tu historia a una amiga me contestó asustada con la pregunta ¿y no puede ni pintarse las uñas? Seguro que hasta una monja tiene algo de presumida, ¿no?», pregunta Luisfer Martínez a Carolina durante la entrevista para Res Pública. «Lo de las uñas ni me había parado a pensarlo en concreto —se ríe—. Sí que hay cosas que me he preguntado en ese aspecto, pero mira, es tan secundario comparado con el cambio de vida que supone entrar en un convento de clausura que me preocupa bastante poco. No, para mí no es importante en absoluto dejar de pintarme las uñas, maquillarme, ir de tiendas o salir de fiesta», concluye Carolina. Solo Dios basta