El obispo de Córdoba defiende la mezquita-catedral: «¿Por qué ponerla ahora en duda?» - Alfa y Omega

El obispo de Córdoba defiende la mezquita-catedral: «¿Por qué ponerla ahora en duda?»

Monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, ha defendido el derecho de los cristianos a tener su propia catedral y ha lamentado, durante la inauguración de los actos conmemorativos del 775 aniversario de la Catedral de Córdoba, que se cuestione ahora su uso

Rosa Cuervas-Mons

«En el año 1236, cuando el rey Fernando III el Santo conquistaba la ciudad, la antigua mezquita alhama fue salvada de la destrucción por las buenas artes del rey santo. Conquistada la ciudad, el rey entregó este precioso templo a la Iglesia católica, que lo consagró en templo cristiano. A los pocos años, en 1239 fue consagrado el nuevo obispo Don Lope de Fitero como obispo de Córdoba y ocupó su cátedra en este precioso templo, que a partir de entonces se convirtió en Catedral». Con este claro y escueto recorrido histórico explica el obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, los motivos por los que la Catedral, que cumple ahora 775 años, no debe ser cuestionada.

En la homilía de la celebración del Corpus Christi del pasado domingo —y también Eucaristía de inauguración de los actos conmemorativos por el aniversario del templo—, el obispo ha recordado que no es ahora momento de discutir cuál debe ser el nombre del templo, sino de «sumar esfuerzos» para que continúe siendo lo que es, al servicio de todos los que quieran visitarlo. Pero, eso sí, defiende el derecho de la comunidad católica a disfrutar de este templo que no representa, por otra parte, una excepción en la historia: «La comunidad católica, que recibió este precioso legado y que lo ha conservado intacto y mejorado a lo largo de los siglos tiene derecho a tener su propia Catedral, el lugar de culto principal de la diócesis, donde está la cátedra del obispo y donde todos pueden acudir al culto católico desde hace casi ocho siglos. 775 años juntos. Sí, la catedral de Córdoba no es una novedad de los últimos decenios. Es una realidad añeja, que mantiene sus propias raíces y asume todo lo bueno de sus constructores para convertir este templo en un lugar sagrado, en el templo principal de la diócesis de Córdoba, en la Catedral de Córdoba, sin anular ninguno de sus elementos arquitectónicos anteriores».

Tras repasar casos como el de la Basílica de San Juan de Damasco, convertida en mezquita en el siglo VII, o la Catedral de San Nicolás, en Famagusta, convertida en mezquita en el siglo XVI, el obispo ha recordado que el uso como Catedral no sólo no ha dañado el templo, sino que lo ha «dignificado, lo ha conservado, ha hecho de él un templo vivo y está abierto más que ningún otro museo para todo el que quiera disfrutarlo también desde el punto de vista cultural. Los organismos internacionales y las instituciones turísticas comerciales reconocen que la Catedral de Córdoba, antigua mezquita y antigua basílica visigótica, está preciosamente conservada y en ella se ofrece a todos un servicio inmejorable, gracias al Cabildo de la Santa Iglesia Catedral que lo atiende».

En su homilía, el obispo se ha referido también a la festividad del Corpus Christi, «eco del Jueves Santo». «Dios está aquí. Su presencia suscita en nosotros la adoración. Una adoración que nos libera de la idolatría y nos hace libres. Sólo el culto al Dios único y verdadero hace hombres y mujeres libres».

Además, el obispo ha recordado en este día de la caridad, que la caridad cristiana está al lado del que sufre sin preguntar al pobre por su ideología ni buscar su voto; simplemente acercándose a cada persona para intentar sanar sus heridas.

Esta idea de la caridad se contrapone, como ha recordado don Demetrio Fernández, a las tesis de Marx, por ejemplo, quien aseguraba que la caridad retarda la evolución del proletariado porque impide al oprimido sublevarse.

Sólo el amor es digno de crédito, ha señalado el obispo: «Obras son amores y no buenas razones. El amor cristiano ha sido capaz de transformar la Historia, venciendo todo egoísmo. El amor cristiano, la caridad, es la única capaz de restituir la dignidad humana perdida, porque es capaz de amar sin solicitar nada a cambio. Aunque todo funcionara perfectamente, en una sociedad bien organizada, la caridad cristiana seguiría siendo necesaria para llevar a todos el amor y el cariño que la persona demanda. Si buscamos sólo la justicia, nos quedaremos siempre cortos. El amor cristiano va siempre mucho más allá, incluyendo la justicia y rebosando misericordia».

Por eso, el obispo ha dado las gracias a todos los voluntarios y miembros de Caritas -también a los donantes- y ha recordado que para muchos, «si no fuera por Cáritas y su inmensa labor social a estas alturas se habría producido un estallido social de consecuencias incalculables».

Texto íntegro de la homilía de monseñor Demetrio Fernández González, obispo de Córdoba, en el 775 aniversario de la Catedral de Córdoba

1. Dios está aquí. Venid adorémosle.

La fiesta del Corpus es un eco del jueves santo, cuando Jesús, en el marco de la cena pascual judía, instituyó el sacramento de la Eucaristía, el testamento de su amor. El milagro de la Eucaristía trae hasta nosotros día tras día el misterio completo de Cristo el Señor, Dios hecho hombre, que murió y resucitó para abrirnos de par en par las puertas del cielo y para hacernos hermanos de todos los hombres, dándonos como Padre al mismo Dios.

Dios está aquí. Su presencia suscita en nosotros la adoración. Una adoración que nos libera de la idolatría y nos hace libres. Sólo el culto al Dios único y verdadero hace hombres y mujeres libres. Cuando el hombre no es capaz de adorar a Dios, es porque adora otros ídolos que le esclavizan, como pueden ser el dinero, el placer, el poder, etc. La fiesta del Corpus es una invitación a la libertad, es una invitación a reconocer a Jesucristo como aquel que nos ha revelado el rostro más amable de Dios en tres personas y ha revelado al hombre su propia vocación al amor y a la libertad.

La fiesta del Corpus es reconocimiento de una presencia, que nos acompaña en el camino de la vida. La procesión del Corpus es una parábola del camino de la vida, donde caminamos en comunidad, acompañados por nuestro Hermano mayor Jesucristo, que ha pasado por el trance de la muerte y ha vencido a la muerte resucitando. La fiesta del Corpus es la fiesta del amor cristiano, que tiene su fuente en Dios y se nos ha comunicado plenamente en el Corazón de Cristo.

2. Día de la caridad fraterna, día de Cáritas

Todavía hoy, hay quienes tienen miedo a la caridad cristiana, como si la caridad fuera una rémora para la justicia. Decía Marx que la caridad impide que los oprimidos se rebelen, se subleven. Según él, la caridad retarda la revolución del proletariado, porque la caridad anestesia el impulso revolucionario, el único capaz de cambiar el mundo para hacerlo más justo.

Nada más lejos de la realidad. La historia ha demostrado que esa ideología, el materialismo dialéctico, ha conducido a un fracaso estrepitoso. Los países que han llevado a la práctica dicha ideología han experimentado un retraso notable en el progreso, que otros países y regiones han alcanzado, libres de dicha ideología.

La caridad cristiana, por el contrario, está al lado del que sufre, sea por la razón que sea. No le pregunta al pobre por su ideología ni busca su voto, sino que sencillamente se acerca a cada persona e intenta sanar las heridas que la injusticia propia o ajena le han producido: personas que son víctimas de la explotación, víctimas de las adicciones (a la droga, al alcohol, al sexo, etc.), personas que sufren la injusticia de no tener para comer hoy, que no tienen para pagar el recibo de la luz o del alquiler de su vivienda, personas que sufren el desahucio de su hogar, dejándolas a la intemperie, mujeres que no ven reconocida su dignidad y su igualdad o que son víctimas de la violencia doméstica o que no tienen acceso a un puesto de trabajo. Personas que carecen de libertad o se sienten esclavizadas por sus vicios. Todas estas personas, pobres que sufren, son atendidas por Caritas sin más condiciones que su propia pobreza. En el año pasado han sido casi 200.000 las personas atendidas por Cáritas diocesana y por las Cáritas parroquiales de Córdoba. Quiero hoy dar las gracias a tantos cristianos de Córdoba, que han prestado su tiempo, su cariño, su dinero, para atender a todas estas personas que sufren y han aliviado su dolor.

¿Cuál ha sido el motor que ha impulsado esta obra inmensa de caridad? Sin duda, ha sido la Eucaristía vivida como fuente de un amor nuevo que hace nueva todas las cosas. La Eucaristía que nos hace hermanos unos de otros. La Eucaristía como sacramento del amor fraterno, porque nos da un Padre común, que es Dios. La Eucaristía como fisión nuclear del amor, que produce una expansión atómica capaz de regenerar el corazón de cada persona y la historia de la humanidad. Es el amor, nunca el odio, el que cambia la historia.

Sólo el amor es digno de crédito. Obras son amores y no buenas razones. El amor cristiano ha sido capaz de transformar la historia, venciendo todo egoísmo. El amor cristiano, la caridad, es la única capaz de restituir la dignidad humana perdida, porque es capaz de amar sin solicitar nada a cambio. Aunque todo funcionara perfectamente, en una sociedad bien organizada, la caridad cristiana seguiría siendo necesaria para llevar a todos el amor y el cariño que la persona demanda. Si buscamos sólo la justicia, nos quedaremos siempre cortos. El amor cristiano va siempre mucho más allá, incluyendo la justicia y rebosando misericordia.

Cáritas es la organización de la caridad en la Iglesia católica, en la comunidad cristiana. Gracias!, a todos los voluntarios de Cáritas, que he encontrado hasta en el último rincón de la diócesis. Gracias a todos los donantes de Cáritas, que con sus cuotas, sus actividades, sus operación kilo, su reparto de alimentos, su escucha y cercanía a los que sufren saben estar cerca de quien lo está pasando mal. Hay quienes han afirmado que, si no fuera por Cáritas y su inmensa labor social, a estas alturas se hubiera producido un estallido social de consecuencias incalculables. ¡Gracias!, Cáritas por tu contribución a la paz social en este momento delicado.

3. Catedral de Córdoba: 775 años juntos, 1239-2014

Todos reconocemos que este templo precioso, atractivo para tantas personas que vienen hasta Córdoba para disfrutarlo, uno de los lugares más solicitados del mundo, fue construido por los musulmanes para el culto de su religión, durante el esplendor del Califato de Córdoba (siglos IX y X). La historia nos enseña que anteriormente existía la basílica visigótica de san Vicente (siglos VI y VII), que fue derruida para construir sobre la misma el templo actual, muchas de cuyas columnas son expolia del templo anterior. En el año 1236, cuando el rey Fernando III el Santo conquistaba la ciudad, la antigua mezquita alhama fue salvada de la destrucción por las buenas artes del rey santo. Conquistada la ciudad, el rey entregó este precioso templo a la Iglesia católica, que lo consagró en templo cristiano. A los pocos años, en 1239 fue consagrado el nuevo obispo Don Lope de Fitero como obispo de Córdoba y ocupó su cátedra en este precioso templo, que a partir de entonces se convirtió en Catedral.

No es momento de discutir cuál es su nombre, sino de sumar esfuerzos para que el templo continúe siendo lo que es, al servicio de todos los que quieren visitarlo y para orgullo de todos los cordobeses. Pero es indiscutible que la comunidad católica, que recibió este precioso legado y que lo ha conservado intacto y mejorado a lo largo de los siglos tiene derecho a tener su propia Catedral, el lugar de culto principal de la diócesis, donde está la cátedra del obispo y donde todos pueden acudir al culto católico desde hace casi ocho siglos. 775 años juntos. Sí, la catedral de Córdoba no es una novedad de los últimos decenios. Es una realidad añeja, que mantiene sus propias raíces y asume todo lo bueno de sus constructores para convertir este templo en un lugar sagrado, en el templo principal de la diócesis de Córdoba, en la Catedral de Córdoba, sin anular ninguno de sus elementos arquitectónicos anteriores.

Existen casos similares a la inversa. Basílicas cristianas, como la de san Juan de Damasco, construida por Constantino en el siglo IV y convertida en la Mezquita de los Omeyas en el siglo VII, o la catedral de san Nicolás de Chipre, en la ciudad de Famagusta, de precioso estilo gótico, convertida en el siglo XVI en mezquita Lala Mustafá Pasa, después de la conquista del imperio Otomano en 1571. Por no recordar Santa Sofía en Estambul, que ha sufrido distintas adaptaciones. Todo ello demuestra que la historia es una realidad viva, y por tanto no es ningún atropello que un templo construido en su origen para un tipo de culto, cambie de culto si sus habitantes han cambiado de religión. La Catedral de Córdoba, antigua Mezquita y antes aún Basílica, es un caso típico en el mundo.

Nosotros hoy damos gracias a Dios porque en este lugar sagrado construido para dar culto a Dios, la Iglesia de Córdoba tiene desde hace 775 años su principal templo, su iglesia madre, la cátedra del obispo, su Santa Iglesia Catedral. ¿No tiene derecho una comunidad cristiana a tener su propia catedral? Este templo lo ha sido desde hace 775 años, por qué ponerlo ahora en duda. Esto no ha dañado para nada al monumento, sino que por el contrario lo ha dignificado, lo ha conservado, ha hecho de él un templo vivo y está abierto más que ningún otro museo para todo el que quiera disfrutarlo también desde el punto de vista cultural. Los organismos internacionales y las instituciones turísticas comerciales reconocen que la Catedral de Córdoba, antigua mezquita y antigua basílica visigótica, está preciosamente conservada y en ella se ofrece a todos un servicio inmejorable, gracias al Cabildo de la Santa Iglesia Catedral que lo atiende.

A partir de hoy y en los próximos meses del año 2014 se sucederán una serie de actos religiosos, sociales y culturales para celebrar estos 775 años de la Catedral de Córdoba.

Miremos a Cristo Eucaristía, para agradecerle este inmenso regalo de su amor. El es el centro de la vida de la Iglesia. El es el amor de los amores. Es el impulso para una caridad sin fronteras, que atiende al pobre y necesitado haciéndolo hermano, para compartir con él lo que hemos recibido. Caminemos con él en la procesión del Corpus. Y que Cristo Eucaristía, al recorrer las calles de nuestra ciudad, bendiga hoy nuestras casas, nuestras calles y nuestras plazas, nuestra vida diaria para que nuestra convivencia sea cada vez más según los planes de Dios, de manera que entre todos construyamos un mundo más humano, más solidario y más fraterno. Amén.