Otra economía es posible - Alfa y Omega

Otra economía es posible

En medio de un cariño desbordante, el viaje del Papa a Ecuador, Bolivia y Paraguay ha servido para plasmar la respuesta que ofrece el Evangelio a la crisis social y económica, no sólo en Latinoamérica, sino también en el resto del mundo. Un No a la actual visión de la economía que mata, y un claro Sí a una economía participativa, en la que cada persona es tomada en serio

Jesús Colina. Roma
En el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares, celebrado en Santa Cruz de la Sierra

El noveno viaje internacional del Papa Francisco no sólo pasará a la Historia por el color y el cariño con el que fue acogido en Ecuador, Bolivia y Paraguay el primer obispo de Roma latinoamericano de la Historia. No es exagerado decir que, en la historia de estos países, ninguna persona había suscitado un movimiento popular y de acogida tan numeroso e imponente. Ahora bien, esta peregrinación apostólica, del 5 al 13 de julio, está llamada a dejar huella por otros motivos. En momentos en los que, en esa tierras, las propuestas ideológicas se agotaban en el populismo y, en los que, en el otro lado del planeta, Europa negociaba hasta el último minuto una solución para Grecia, el Papa Bergoglio ha presentado en su tremendo maratón de 25 discursos una actualización de la propuesta de la Iglesia católica para el sistema económico.

¿Una Iglesia de izquierdas?

Al ver titulares de los medios informativos sobre la visita, muchos se preguntan: ¿La Iglesia, con este Papa, se ha vuelto de izquierdas? Esta pregunta se la hicieron también los periodistas que le acompañaban en el avión que entre el domingo y el lunes trajo de regreso al Papa de Asunción a Roma.

En realidad, la pregunta es legítima. En Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) el Papa pronunció el 9 de julio un histórico discurso a los movimientos populares, también conocidos en América Latina como sociales, que desde diferentes ámbitos luchan por las famosas tres T: «tierra, techo y trabajo». Y Francisco no escondió en ningún momento el aliento a la labor que estas organizaciones realizan. En su respuesta a los periodistas, el Papa explicó que «son movimientos que tienen fuerza y esta gente, que es muy numerosa, no se siente representada por los sindicatos, pues dicen que los sindicatos ahora son una corporación, no luchan –estoy simplificando algo– por los derechos de los pobres».

«Se trata de un diálogo –añadió en el avión el Papa–. Esto no significa que la Iglesia ha tomado una opción por la senda anárquica. No, no son anárquicos».

En este diálogo y durante todo este viaje, el Pontífice aclaró que no ha hecho más que presentar «la doctrina social de la Iglesia. «Es lo mismo que hago con el mundo de la empresa», explicó. «No es tender la mano a un enemigo, no es un hecho político, no. Es un hecho catequético. Quiero que esto quede claro», afirmó rotundamente.

La causa de la crisis: el estiércol del diablo

El análisis del Papa en varias de sus intervenciones, pero particularmente en su presentación a los movimientos populares, comenzó analizando la causa de la actual crisis social y económica, lo que el llamó, citando a uno de los primeros teólogos de la Iglesia, san Basilio de Cesarea (que vivió en el siglo IV), el estiércol del diablo: «la ambición desenfrenada de dinero que gobierna». Cuando ese estiércol se mezcla en la vida social y en el sistema económico, «el servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común, la hermana y Madre Tierra», afirmó Francisco.

En cierto sentido, este estiércol genera una «sutil dictadura», pero que al igual que otras dictaduras de la Historia, también mata. En Paraguay, hablando a los representantes de la sociedad civil, mostró cómo esto explica el fenómeno de la corrupción, «la gangrena de un pueblo». Por este motivo, en sus diferentes intervenciones, el Papa ha hecho a la luz del Evangelio tres propuestas para salir de esta crisis que, antes que económica, es ética.

«Poner la economía al servicio de los pueblos»

Esta es la primera propuesta que Francisco ha presentado al visitar a estos tres países caracterizados por la convivencia de etnias y culturas sumamente ricas y variadas: «Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos ¡No! a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra».

En el fondo, el Papa no ha hecho más que actualizar en el ajedrez contemporáneo el principio fundamental de la doctrina social de la Iglesia: el bien común. «La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un decoroso sustento», advirtió.

El Papa es recibido por niños en Palmasola

No basta con garantizar los objetivos de los movimientos sociales latinoamericanos, resumidos en trabajo, tierra y techo. «Una economía verdaderamente comunitaria, podría decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad, prosperidad, sin exceptuar bien alguno», añadió, citando una frase pronunciada por san Juan XXIII hace cincuenta años.

Esto implica acceso a la educación, «la salud, la innovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación».

«Esta economía –aseguró Francisco– no es sólo deseable y necesaria, sino también es posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de todos los hombres y de todo el hombre».

De hecho, la distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano «no es mera filantropía», advirtió Bergoglio. «Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo».

Las críticas del Papa no sólo afectaron a ciertas mentalidades de derechas, sino también de izquierdas. «Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras, coyunturales –afirmó–. Nunca podrían sustituir la verdadera inclusión: esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario».

Una economía participativa

Y es que las ideologías de izquierdas o derechas, según Bergoglio, tienen el mismo problema. En su encuentro con los representantes de la sociedad civil en Asunción (Paraguay), el Papa resumió así el pecado original de las ideologías: «Sí, sí, sí, todo por el pueblo, pero nada con el pueblo».

A esto él lo llama «colonialismo ideológico». Una economía sólo estará al servicio de sus pueblos si es capaz de integrar a sus protagonistas, los hombres y mujeres que la hacen real.

«El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque, al poner la periferia en función del centro, les niega el derecho a un desarrollo integral», afirmó el Papa. Y alertó: «Eso es inequidad y la inequidad genera violencia, que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener».

En Paraguay, al dirigirse a los representantes de la sociedad civil, Francisco bautizó a esta economía como «economía sin rostro».

Defender la Madre Tierra

En línea con su recién publicada encíclica Laudato si sobre la ecología integral, el Papa ha presentado como tercera propuesta para salir de la actual crisis la defensa de la Madre Tierra. «La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente –denunció–. La cobardía en su defensa es un pecado grave. Vemos con decepción creciente cómo se suceden una tras otras las cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales, pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación».