Verano para dar y tomar - Alfa y Omega

Verano para dar y tomar

Congregaciones religiosas como las Hermanitas de los Pobres o las Hermanas Hospitalarias abren en verano las puertas de sus centros para que los jóvenes descubran la aventura de convivir con personas mayores, con discapacidad o enfermedad mental

Alicia Gómez-Monedero
José Abellán con Elena García en la casa de las Hermanitas de los Pobres en Gerona

José Abellán tiene «más de 60 años y más de 80 también», confiesa mientras ríe. Fuma en pipa y escucha la radio. Vive en Gerona, en la casa de las Hermanitas de los Pobres. Una joven le sirve un zumo de naranja y comienza una charla donde descubre una historia de vida apasionante. «Yo estuve en Madrid hace muchos años», cuenta. «Recuerdo la Plaza de Cascorro, donde se hacían las ventas de segunda mano» [en el Rastro].

«No los puedo dejar, porque los echaría mucho de menos», dice Elena García, de 15 años. Desde hace dos veranos acude como voluntaria a la a casa de las Hermanitas para acompañar a los abuelos. «Aprendo un montón de ellos por todas las experiencias que han vivido, no sólo de los más válidos, sino también de los enfermos, por su forma de ser, por la alegría que tienen cada día a pesar de las enfermedades, ya que, por muy difícil que sea su vida, llevan siempre una sonrisa en la cara».

La sonrisa es lo que caracteriza a los residentes de esta casa. Dolores tiene 90 años, y cuando la visitan las jóvenes disfruta como si fuese la abuela de cada una, porque «me dicen que les recuerdo a ellas».

Las Hermanitas de los Pobres valoran también la dimensión educativa de esta iniciativa. «Invitamos a las jóvenes a vivir una experiencia de entrega a los más necesitados para escuchar, sonreír y ayudar a quien, a causa de la edad, experimenta soledad y dependencia», afirma sor María de la Cruz en la casa de Gerona.

Fiesta de la espuma

No muy lejos de esta residencia, en el Parc Sanitari de Sant Boi de Llobregat, un grupo de jóvenes de San Juan de Dios también está viviendo historias que posiblemente no esperaban.

En verano apetece divertirse y refrescarse. Por eso a los religiosos se les ocurrió organizar una fiesta de la espuma. El centro de San Juan de Dios ve en ello una posibilidad de estrechar lazos entre los jóvenes y los pacientes, con enfermedades mentales.

«La residente con la que yo estaba», cuenta Alicia Muñoz, voluntaria del campo de trabajo, «no se atrevía a meterse en la espuma y, al final, al ver lo bien que lo estaban pasando todos, me cogió del brazo y nos metimos de lleno».

Alicia es de Madrid, y está aprovechando sus vacaciones de verano para conocer de cerca una realidad «que en nuestro día a día no somos capaces de pararnos a mirar». ¿Por qué cree que es necesario pasar unos días con los enfermos? Porque nos «pone los pies en la tierra», responde Alicia. «Hay gente que lo pasa muy mal y durante el curso nos olvidamos de ellos, sólo pensamos en yo y mis problemas. En algunos casos, sus familias no los visitan. Son realidades muy duras», asegura la joven.

Hermana María Cristina con Rosa Trini en el centro de Ciempozuelos

Para participar en estos campos de trabajo no hace falta tener una formación especial ni unas cualidades excelentes, simplemente hay que tener «un poco de voluntad y paciencia», cuenta Alicia.

La recompensa es inmediata. «Ver feliz a otros te llena». «Me quedo con las caras de los jóvenes cuando llegan, con prejuicios, y sus caras cuando se van, porque son completamente diferentes», dice el hermano Luis.

«¡Me lo paso muy bien!»

También las Hermanas Hospitalarias organizan campos de trabajo en sus centros. En Ciempozuelos, Madrid, tendrá lugar en agosto uno de ellos. Allí se encuentra ya Rosa Trini, que cumplirá, en breve, cuatro años en el centro. «Me hace mucha ilusión que vengan. Hacemos muchas cosas: terapias, salidas, juegos, etc., ¡yo me lo paso muy bien!».

«Lo que más me gusta es cuando organizamos una fiesta y bailamos porque nos ayuda a romper el hielo», cuenta Rosa. Sor María Cristina, religiosa hospitalaria, explica que este campo de trabajo es «una experiencia de compromiso y solidaridad con personas con enfermedad mental, mayores o con discapacidad intelectual».

En sintonía con la naturaleza

En Huelva, la Comunidad Pueblo de Dios abre sus puertas a un campo de trabajo para jóvenes que van al pueblo buscando ayudar en lo que puedan. Así, desde la Comunidad les facilitan un espacio donde ejercer tareas de reparación, siembra o construcción aparte de juegos y talleres. Desde la Comunidad organizan un encuentro familiar con jóvenes y niños con actividades para todas las edades. Adrián Martínez, de 21 años, forma parte de la Comunidad desde los cinco. Ahora es monitor. «Este es un espacio donde salir del ruido cotidiano, de la rutina», cuenta el joven.

Uno aprende a desengancharse del consumismo. «No te hace falta tanto», dice Adrián, «ni estar pendiente del móvil ni de las redes sociales». Es un ambiente en el que «no estamos acostumbrados a vivir, en mitad de la naturaleza», comenta, pero es un cambio que ayuda a encontrarse con uno mismo y a tener amistades allá de una pequeña pantalla.