«Cuando no se reconoce el valor de un embrión humano, difícilmente se escucharán los gritos de la naturaleza» - Alfa y Omega

A lo largo de 6 capítulos, 246 números y 200 páginas, la encíclica del Papa Francisco con el título Laudato si, «reflexión gozosa y dramática a la vez», urge a crear un sistema normativo que incluya «límites infranqueables» y asegure la protección de los ecosistemas ante «nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecno-económico». Anima a cambiar los «hábitos perjudiciales de consumo» que a veces parecen «suicidas», como el creciente aumento del uso y la intensidad del aire acondicionado. «El ritmo de consumo, de desecho y de alteración del medio ambiente ha superado las posibilidades del planeta, de tal modo que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes». Además, relaciona el cuidado del medio ambiente con algunas cuestiones éticas y asegura que «no es compatible» la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. «Cuando no se reconocen el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad, difícilmente escucharán los gritos de la naturaleza». Por eso podemos decir que ésta es la encíclica de la ecología humana integral.

«No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege un embrión humano, aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades». Además, considera «preocupante» que algunos movimientos ecologistas reclamen, «con razón», ciertos límites a la investigación científica y, en cambio hacia la vida humana «se justifique traspasar todos los límites», como «cuando se experimenta con embriones». También critica el Papa Francisco todas aquellas políticas que en lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, sólo proponen una reducción de la natalidad con presiones internacionales a los países en vías de desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de salud reproductiva, dicen. Para el Papa, la «culpa» no es del aumento de la población sino del «consumismo extremo de algunos».

Apunta, también, que los países del Norte tienen una «deuda ecológica» con el Sur debido al uso «desproporcionado» de los recursos naturales llevado a cabo. El enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres. No se debe hacer desarrollo «a costa» de los más pobres. Precisamente, alerta de que los peores impactos de la crisis ecológica «recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo». Estos efectos ya se observan en el «trágico» aumento del número de emigrantes que huyen de la miseria de sus países empeorada por la degradación ambiental y que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales, quedando «sin protección de ninguna normativa». Otro de los graves problemas es «la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muchas muertes cada día» y advierte de la falta de conciencia sobre la gravedad de conductas como «gastar y tirar» este recurso vital hasta «niveles inauditos».

Con esta Encíclica, el Papa Francisco se alinea con las corrientes científicas más fundamentadas, y con los enfoques que ven en el desarrollo sostenible un paradigma para el estudio de las políticas de bienestar y desarrollo. La defensa de la creación es elevada por Francisco a la categoría de deber moral para con Dios y los hombres, por lo que pasa a ser tan vertebradora, universal e imperativa como la paz, la igualdad, la dignidad y la justa distribución de la riqueza.