El cura que hablaba de su vida matrimonial - Alfa y Omega

El cura que hablaba de su vida matrimonial

Ha muerto a los 81 años, enfermo de cáncer, el sacerdote y padre de cuatro hijos José María Valero. Se ordenó sacerdote para estar más cerca de Dios y de su mujer, ya fallecida. Ahora se ha reunido con ambos en el Cielo

José Calderero de Aldecoa
José María Valero le da la Primera Comunión a su nieta Gabriela

«José María quiso seguir celebrando la Eucaristía hasta el último día de su vida», asegura José Millán, párroco de la madrileña parroquia de Santa Teresa Benedicta de la Cruz. El 15 de junio lo hizo por última vez. «Acababa agotado después de cada Misa y tenía que soportar muchos dolores. Le dije que le llevaríamos nosotros la comunión a casa. Sólo entró en razón después de que le dijera: Tu sacrificio ahora es estar sentado en la silla de ruedas y ofrecerte al Señor por la parroquia, por el mundo y por la Iglesia», cuenta el padre Millán. El 2 de julio, dos semanas y media después de celebrar su última Misa, José María Valero falleció a los 81 años, aquejado de cáncer.

Al tanatorio acudieron muchas familias con niños a rezar ante su cuerpo porque, «además de celebrar Misa, y confesar a la gente, su otra gran pasión eran los grupos de matrimonios. Ayudó a muchas familias», asegura uno de sus hijos, Ignacio Valero. Porque José María era sacerdote, pero tenía también cuatro hijos.

Al morir su mujer, Pilar Conde, de profundas convicciones religiosas, José María «dijo que, cuanto más cerca estuviera de Dios, más cerca estaría de nuestra madre», explica Pilar, otra de las hijas. Y entonces se ordenó presbítero. La celebración tuvo lugar en Santa Teresa Benedicta de la Cruz, «donde se crió como seminarista, como diácono y donde finalmente fue ordenado por el cardenal Rouco Varela, el 11 de enero de 2003», cuenta Millán.

«Esta era su parroquia. Aquí todo el mundo le quería mucho. A la gente le gustaba cómo celebraba la Eucaristía, el esfuerzo que hacía, y con qué sencillez y naturalidad trataba siempre a la gente. Ha sido un bien para la Iglesia», asegura el párroco.

La experiencia matrimonial de José María le sirvió, siendo sacerdote, para llevar los grupos de matrimonios de la parroquia. «Dirigió a los matrimonios durante cuatro años –cuenta Millán– y colaboraba también con los cursillos prematrimoniales. A la gente le impactaba ver a un sacerdote dar el testimonio de su vida matrimonial». El testimonio también lo daba de puertas para adentro: «Mis padres siempre nos dieron un gran testimonio de vida –recuerda Pilar–. Nos decían que Dios, por encima de todo, era amor, y ellos siempre vivieron un amor intenso hacia Dios y entre ellos».

José María tuvo que dejar los grupos matrimoniales cuando la enfermedad empezó a ganar la batalla, aunque «sus últimos días de vida los afrontó con mucha serenidad», asegura Pilar.

Durante estos meses, ella se ha «sentido muy cerca de Dios porque ha ido haciendo las cosas muy fáciles para los hijos. Ha permitido que nuestro padre estuviera muy tranquilo y que muriera arropado por todos sus hijos, por los sacerdotes de la parroquia y por los médicos de atención domiciliaria».