El cambio está en nuestras manos - Alfa y Omega

El cambio está en nuestras manos

Alfa y Omega
Foto: Photospin.com/Monkey Business

«Cuando se quiere ayudar, se puede». Así de simple fue el planteamiento que llevó a un grupo de madres de familia mexicanas a organizar una red de ayuda a los emigrantes que atraviesan México hacia los Estados Unidos. Son los polizones de La Bestia, el temible tren de mercancías a bordo del cual sufren toda clase de penurias, accidentes y extorsiones mafiosas. Norma, la abuela Leonila y sus otras diez compañeras reparten cada día junto a las vías del tren cientos de raciones de comida y toneladas de esperanza. 20 años después, Las Patronas, como se las conoce popularmente, son un referente a nivel mundial en tiempos duros para los inmigrantes y refugiados, a menudo tratados como escoria. Lo vemos en Europa, esa Europa a la que tanto le gusta presentarse como faro de los derechos humanos en el mundo, pero que está respondiendo a la mayor crisis de refugiados en sus fronteras desde la II Guerra Mundial con concertinas, vallas y gases lacrimógenos.

A diferencia de la UE, Premio Nobel de la Paz 2012, estas buenas samaritanas mexicanas quitan importancia a su labor. «Es Dios quien hace las maravillas, no nosotras», afirmaba Norma este lunes con sencillez desarmante en el Salón de Actos de Alfa y Omega. Las Patronas no buscan premios ni reconocimientos, sino llevar a quien quiera escucharlo el mensaje de que «se pueden cambiar las cosas» cuando la gente con corazón se organiza. Norma cuenta que el día a día está lleno de dificultades, pero a la postre los resultados son sorprendentes, en primer lugar para ellas mismas. Es la multiplicación de los panes y los peces. «Nosotras no tenemos dinero. ¿De dónde sale tanto frijol, tanto arroz, el maíz…? No sabemos», relataba la patrona.

Hay otros ejemplos como el suyo. Esta semana, Alfa y Omega cuenta la historia de Daniel y Loli, un matrimonio madrileño con cuatro hijos que ha puesto en marcha la Misión Emmanuel, una casa de acogida para jóvenes inmigrantes, sin otra fuente de financiación que los sueldos de la pareja. Y contamos las historias de peluqueros, dentistas, abogados… que ofrecen gratuitamente su tiempo y su trabajo a quienes no pueden pagar sus servicios. Son acciones, en mayor o menor medida, al alcance de cualquiera que hacen el mundo sea un lugar más habitable. «El cambio –insiste Norma– está en nuestras manos».