En busca del perdón - Alfa y Omega

En busca del perdón

Hace diez años que 800.000 tutsis y hutus moderados perdían la vida a manos de hutus extremistas que recurrieron al genocidio como forma de acabar con los opositores a su régimen. Hoy, la Iglesia lucha por lograr que el perdón se imponga sobre el rencor de una población diezmada por las matanzas. Mientras, las cárceles rebosan de presos en espera de juicio

Redacción

En apenas unos días, Ruanda, un pequeño país africano de la región de los Grandes Lagos, vivió la peor pesadilla de su historia. Hoy, las secuelas permanecen con miles de huérfanos y de viudas que lloran a sus muertos, y otras tantas familias que lloran a sus vivos, presos en alguna de las hacinadas cárceles a la espera de juicio.

En la masacre de Ruanda nadie está libre de pecado: unos mataron, otros consintieron, otros habían matado antes, otros huyeron y dejaron a los suyos. Por eso este décimo aniversario está sirviendo para que todos los ruandeses, la comunidad internacional -en especial Naciones Unidas- e incluso la Iglesia católica, mediten sobre lo ocurrido, busquen la forma de evitar que situaciones como ésta se repitan, y, sobre todo, sigan trabajando para que el país salga adelante.

El afán de superación es lo que ha movido a la Iglesia católica ruandesa a esforzarse al máximo por trasladar la idea de perdón a un pueblo en el que las rencillas entre hutus y tutsis siguen apareciendo de vez en cuando. El padre Domenique Karekezi, de la Oficina de Comunicaciones Sociales de la Conferencia Episcopal de Ruanda, explica que la Iglesia se mantendrá firme en ese compromiso diario. Por eso quisieron celebrar, a finales de marzo, un encuentro internacional al que acudieron «todos los obispos de Ruanda, sacerdotes, religiosos y religiosas y numerosos laicos», además de representantes de Burundi y de Tanzania.

El papel de la Iglesia ha sido fundamental en esa labor de reconciliación nacional que empieza, necesariamente, por el perdón. Los propios católicos son los primeros que tuvieron que perdonar, porque sufrieron en sus propias carnes el genocidio. Según apunta la agencia Fides, fueron 248 los católicos que perdieron la vida en el conflicto: 3 obispos, 103 sacerdotes, 47 religiosos, 65 religiosas y 30 laicos consagrados.

A pesar del número de víctimas, la Iglesia no se amedrentó, e inmediatamente se puso a trabajar para lograr la paz. De hecho, el Papa Juan Pablo II lanzó su mensaje de reconciliación desde el primer momento y suplicó a la población que no ceda «a sentimientos de odios y de venganza», sino que practique «valientemente el diálogo y el perdón». Apenas dos meses después de la masacre, se presentaba en Ruanda el cardenal Roger Etchegaray, entonces Presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, y trasladaba el mensaje del Santo Padre a «una Iglesia debilitada, disgregada, decapitada por el asesinato de tres obispos, de numerosos sacerdotes, religiosos y religiosas».

El mensaje de paz y amor fue suficientemente fuerte, y hoy los ruandeses se esfuerzan por encontrar salida en el perdón. Ese afán de reconciliación ha ido más allá de los muros de las iglesias, porque incluso la justicia ruandesa, ante la imposibilidad de llevar a los tribunales a un número tan elevado de personas como el que participó en la cruenta tragedia, aceptan, en los casos de participación menor, la petición pública de perdón a la comunidad como suficiente enmienda.

Aún queda mucho por hacer para devolver la paz a la región, que sigue viéndose sacudida por diferentes disputas, tras las que, generalmente, hay algún interés económico occidental por los innumerables recursos naturales de la zona. Pero, gracias al tesón de muchas personas, Ruanda sigue avanzando por el camino de la reconciliación.

No fue el primer genocidio

En el último número de la revista de los combonianos Mundo Negro, Gerardo González recuerda que el genocidio de hutus contra tutsis en Ruanda, en 1994, no fue el primero vivido en la región. Ya en 1972 se vivió la primera gran matanza entre las dos etnias sobre territorio burundés. En aquella ocasión, fueron los tutsis, en el poder en Burundi, los que exterminaron a 250.000 hutus. Después de las matanzas de 1994, los hutus volvieron a recibir un duro golpe cuando, en 1996, las tropas tutsis ruandesas lanzaron un durísimo ataque contra un campo de refugiados en Congo -el antiguo Zaire-. Para colmo, miembros de ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, fueron testigos de aquella matanza y no tenían medios con los que evitarla.