Cádiz - Alfa y Omega

Bien meditado, no estamos viviendo una crisis de crecimiento, sino una decadencia; esto no parece una primavera prometedora, sino un sombrío otoño, una caída masiva de sarmientos marchitos que han perdido todo contacto con la cepa divina. En vez de hacer fermentar el mundo por la levadura del Evangelio, el pueblo de Dios, o sea nosotros, se está dejando hacer por el mundo, aunque Cristo haya roto claramente con ese mundo.

La imitación de Cristo se define por el principio de que «un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo» (Mt 10,24). Y nada puede cambiar la Palabra de Jesús: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mc 8,34). Es así.

Llevo años atendiendo a padres y madres que acuden a la parroquia a pedir el bautismo para sus hijos: ojo, no a bautizar, sino a pedir el bautismo… a la Iglesia, que da la vida porque es madre y es madre porque es esposa. Como muchos no lo tienen claro, me he encontrado casi de todo: ¡peticiones del oyente!, porque hay gente que se viene arriba en cuestiones de jarana. Con paz, tiempo y una sonrisa, se pueden explicar las cosas, se pueden aclarar las dudas, se consigue que Dios mande sobre los deseos de los hombres. Acoger no es lo mismo que dar la razón. Es así.

En un mundo sexualizado, en el que la ideología de género decide qué hace cada quién con el cuerpo que Dios le ha dado, mutilaciones y desgarros emocionales por medio, algunos quieren destruir el ideal que puede preservar a los hombres de conducirse como animales sin escrúpulos. La coherencia de la cruz, que es la base del cristianismo. Quien no la acepte, está desarmado ante los enemigos de Dios. Nuestra salvación cuesta mucho. No se nos pide tanto. Sólo que permanezcamos firmes en la verdad.

No resulta fácil distinguir equidad e iniquidad, obra del Espíritu Santo y deseos humanos (vaya usted a saber inspirados por quién). Por eso conviene escuchar las instrucciones del Papa, que se esfuerza por todos los medios en poner fin al desconcierto de la Iglesia, y desconfiar de aquel que no respete su autoridad. Y no he leído en ninguna parte que el Papa haya dicho que uno puede saltarse el Código de Derecho Canónico a la torera sin más, sin consultar a la conciencia, sin preguntarse por la salvación de su alma… que es, probablemente, lo que está considerando el obispo (no es un cualquiera, es obispo) Zornoza: la suya y las de las personas implicadas en el asunto. No he hablado nunca con él; no le conozco. Rezo por él y, si me deja, le ayudo a cargar con esta cruz.

Como Cristo es de primera necesidad, más vale sufrir que pecar y confundir. Es lo que tiene el testimonio, que no es contar experiencias, sino dejarse habitar por Cristo y obrar en consecuencia. Testimonio es martirio. Y asumir lo que te venga. Con paz y por amor.