El cardenal Ravasi habla en Bilbao sobre los peligros del transhumanismo - Alfa y Omega

El cardenal Ravasi habla en Bilbao sobre los peligros del transhumanismo

«La cultura moderna ha desmitologizado la grandeza de la criatura humana», dijo el cardenal Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, al ser investido, el martes, doctor honoris causa por la Universidad de Deusto, tras la laudatio, que corrió a cargo del obispo de Bilbao, monseñor Iceta. En su lección magistral, el promotor del Atrio de los Gentiles habló de Los nuevos desafíos del diálogo entre la moral y la ciencia, y se refirió a aspectos como la ingeniería genética, el transhumanismo o incluso la cirugía estética. Éste es un fragmento de su intervención:

Redacción

Uno de los poetas de Israel, el Salmista, se detenía maravillado ante el misterio del ser humano y exclamaba: «Hiciste al hombre poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y majestad» (Salmo 8,6). De forma menos lírica y religiosa, pero con la misma admiración, uno de los siete sabios de la antigüedad griega, Demócrito de Abdera, contemporáneo de Sócrates, había acuñado esta definición: ánthropos mikròs cosmos, «el hombre es un pequeño universo» (Fragmento 34). Este «microcosmos» abarca en sí mismo los extremos de lo infinito con su pensamiento y su espíritu, pero también de la fragilidad de la criatura. Si Hölderlin, en uno de sus Esbozos de himnos remitía a la Biblia preguntándose: Was ist der Menschen Leben? Ein Bild der Göttheit (¿Qué es la vida de los hombres? Una imagen de la divinidad), Goethe, en el Faust, pone en labios de Mefistófeles este crudo retrato del ser humano: Der Mensch, die Kleine Narrenwelt (El hombre, ese pequeño mundo de locos).

La cultura moderna ha desmitologizado la grandeza de la criatura humana, pero ha seguido fascinándose por ella, a partir de Descartes que, en el Cogito ergo sum, ha colocado en el pensamiento la identidad trascendente de la persona. Mientras tanto, sin embargo, la ciencia apostaba por la corporeidad material y caduca de este ser de espiritualidad gloriosa. En la cultura contemporánea, esta actitud ha sufrido un cambio ulterior y el mismo hombre ya no se contenta con ser un mero observador pasivo de su naturaleza, sino que se ha erigido en recreador de sí mismo, modificando su naturaleza, ya sea en las profundidades del organismo a través de la ingeniería genética, ya sea en los estratos más superficiales, transformando su apariencia mediante la cirugía estética.

La ciencia ha recorrido con entusiasmo este nuevo horizonte en los primeros años del siglo XX, con las arriesgadas e incluso peligrosas aventuras de la eugenética originaria que adquiría también fines y consecuencias sociales. Esta dejó después espacio a la actual genética, de estatuto metodológico más riguroso y de resultados ciertamente relevantes en el campo de la terapia y de la prevención de las enfermedades. El diagnóstico molecular, la medicina predictiva y regenerativa, las biotecnologías en general son algunos de los componentes importantes de esta nueva y compleja visión.

Una visión que no está, sin embargo, exenta de interrogantes de tipo ético y que constituirán ciertamente los desafíos que tendrá que afrontar el diálogo entre la ciencia y la fe. Intervenir en el texto genético de una persona para descubrir y liberar su lenguaje interior es positivo, pero es también delicado, porque esta operación tiene confines fluidos y perspectivas desconocidas: se pueden traspasar fronteras y generar problemas de tipo ético y social, que conduzcan a la posibilidad de manipular y superar indebidamente la misma identidad y autonomía de la persona.

En esta línea se sitúa el transhumanismo, propuesto por Julien Huxley en clave social y transferido en los años ochenta del siglo pasado al ámbito científico con la apertura de panoramas vertiginosos: pensemos en las nuevas técnicas de la ingeniería genética, la nanotecnología, la inteligencia artificial, la neurofarmacología, la criónica, la interfaz entre mente y máquina, en definitiva a cuanto expresa el acrónimo inglés GRIN (Genetics, Robotics, Information Technology, Nanotechnology). Como afirmaba Robin Hanson, «el transhumanismo es la idea según la cual las nuevas tecnologías probablemente cambiarán el mundo en el próximo siglo y en los siguientes, hasta tal punto que nuestros descendientes ya no serán, en muchos aspectos, humanos». Serán «transhumanos» e incluso «post-humanos», y en cualquier caso «post-darwinianos».

Es fácil adivinar cuán candentes son las cuestiones éticas planteadas por este horizonte y cuán reales los peligros de degeneración, hasta tal punto que uno de los más señalados críticos del transhumanismo, el fundador de la Sun Microsystems, Bill Joy, ha llegado a imaginar un apocalíptico riesgo de autoextinción del género humano. Y sin embargo, la fuerza que tiene el deseo de seguir avanzando se constata -a nivel cultural general y a título de ejemplo- en un ámbito menos problemático pero no por ello menos significativo, como el de la medicina estética. En efecto, en los últimos 15 años, el número de inyecciones de botulino en los Estados Unidos ha aumentado del 4000 % (cuatro mil por ciento) y sólo en el 2011 (dos mil once) el gasto en intervenciones de este tipo -en Estados Unidos- ha alcanzado la cifra de diez mil millones de dólares. Es evidente que estamos ante una «tendencia» imparable y ante una constante transformación del estilo de vida y del fenotipo antropológico mismo, al menos exterior.

Texto íntegro de la lección magistral del cardenal Ravasi