Kike Figaredo: «Me hice misionero pues mi vida es para los demás» - Alfa y Omega

Kike Figaredo: «Me hice misionero pues mi vida es para los demás»

La Universidad San Pablo CEU acogió la tarde del miércoles un coloquio con el español Kike Figaredo, prefecto apostólico de Battambang, en Camboya, conocido como El obispo de las sillas de ruedas, quien dio su testimonio sobre la misión que realiza con los damnificados por las minas antipersona. El coloquio tuvo gran repercusión en las redes sociales llegando a ser Trending Topic —lo más comentado— en Twitter

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El misionero español, cuya cruz pectoral simboliza a los niños mutilados por las minas, relató a los jóvenes congregados en el Aula Magna de la Universidad San Pablo CEU su experiencia en Camboya, un país que desde los años 70 sufre las consecuencias de la guerra y cuyos jóvenes conforman el 50 % de la población. Los camboyanos, comentó, «sienten el cariño de los misioneros, quienes acompañan al que sufre realizando una labor a largo plazo, pues requiere un duro trabajo psicológico. Es necesario que los niños mutilados cuenten con un grupo de apoyo». Quien sufre no se acostumbra a ello, aseveró, «aunque el misionero aprende que las alegrías son mayores que los sufrimientos, tienen más poder».

El acto, moderado por el periodista Javi Nieves, se enmarca en las actividades que Obras Misionales Pontificias está realizando con motivo del XI Encuentro Misionero de Jóvenes que se celebrará en Madrid los días 21 a 23 de marzo. Comenzó con la proyección del documental El Milagro de Mao, que cuenta la experiencia de Kike con Mao, una niña camboyana que soñaba con ser bailarina y que sufrió la amputación de una pierna debido a una mina antipersona. En el país asiático hay más de 300 accidentes al año relacionados con estas minas. Este documental muestra la importancia que tiene, en la labor del misionero, tratar con cariño a los niños que han sufrido amputaciones y, a la vez, la importancia del papel que tiene la Iglesia en países de misión. Cuando finalizó la proyección, monseñor Figaredo recalcó que, «aunque estas personas han perdido aquello que les es más preciado (en el caso de Mao su pierna), los misioneros consiguen llevarles esperanza y hacer que vuelvan a sonreír».

El mismo día, durante la mañana, monseñor Figaredo tuvo en la sede de OMP un encuentro informativo con medios de comunicación. En él resaltó la importancia de la misión en Asia, continente donde «se debate ahora el futuro del mundo». Algo que bien sabe el Papa Francisco, que ha repetido en varias ocasiones la necesidad de mirar al continente asiático, y que materializará con su visita en agosto a Corea del Sur. Viaje que monseñor Figaredo considera algo «fabuloso, porque alentará a los jóvenes a vivir su fe de una forma más dinámica», y que será un punto de inflexión para la Iglesia en Asia, ya que «el Papa es una figura muy seguida», aunque la religión católica sea minoritaria.

Concretamente en Camboya, la Iglesia quedó diezmada después de la guerra que asoló el país. Antes del conflicto, hasta había dos obispos nativos, y múltiples vocaciones de religiosos, religiosas y sacerdotes. Pero durante los enfrentamientos, la mayoría del clero fue asesinado; hoy, de los 60 sacerdotes que hay en todo el país, sólo 5 son camboyanos, y el resto misioneros, la mayoría de otros países de Asia. De hecho, monseñor Figaredo sustituye a un obispo que falleció en la guerra.

El prefecto apostólico de Battambang también recalcó la importancia de no utilizar la violencia contra las personas que intentan cruzar las fronteras en busca de una vida mejor, en referencia a los actuales sucesos en Ceuta y Melilla. Figaredo, que recordó su etapa en la frontera entre Camboya y Tailandia -donde «los soldados nunca reconocieron a los camboyanos como seres humanos»-, afirmó que «vendrán sin papeles, pero son personas que hay que acoger, respetar y entender que su vida tiene el mismo valor».

Más experiencias misioneras

Durante el coloquio con jóvenes en la Universidad CEU San Pablo, Teresa Llama, una joven que estuvo como misionera en Camboya, se mostró impresionada por ver la alegría en una situación de pobreza. «La clave para ejercer como misionero consiste en salir al encuentro del otro», le dijo monseñor Figaredo. «Debemos compartir lo mejor de nosotros mismos, por ejemplo, dar un abrazo a quien le falta una pierna: este pequeño gesto puede llevarle a ser feliz».

Sin embargo, la labor misionera de la Iglesia no es demasiado conocida, según indicaron Teresa Romero y Fernando Bonete, quienes también intervinieron en el coloquio. Teresa narró su experiencia en Etiopía y Sierra Leona. Fue en tierras etíopes donde descubrió precisamente el papel que llevan a cabo los misioneros. En cuanto a Sierra Leona, se mostró impresionada por esa labor de la Iglesia en un país que vive una situación constante de guerra y donde hay muchos niños amputados. Igual que ocurre en Camboya, según comentó Figaredo, los damnificados por minas antipersonas son discriminados en la escuela y en el trabajo por recordar las consecuencias de la guerra.

Finalmente, Kike Figaredo recordó que no hace falta ir a Camboya para ser misionero, «pues en España también hay trabajo: familia, voluntariado y parroquias». No obstante, indicó, «para ser misionero hay que formarse, aunque la mejor escuela está en la gente sencilla».

Víctor Bustillo