Otra española camino de los altares - Alfa y Omega

Otra española camino de los altares

El Santo Padre recibió el viernes al cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y durante la audiencia autorizó a la Congregación a promulgar cinco decretos. Uno de ellos se refiere a las virtudes heroicas de una española, María Rocío de Jesús Crucificado, religiosa profesa de la Congregación de las Religiosas del Amor de Dios

Cristina Sánchez Aguilar

Nacida en 1923 en la localidad malagueña de Colmenar, María Josefa Rodríguez Xuárez de la Guardia creció en una familia de fe, donde aprendió los valores cristianos. Desde muy pequeña, perteneció al Instituto Secular La Alianza de Jesús por María, donde respiró el amor a la Virgen María que siempre la caracterizaría. Su juventud transcurrió entre los estudios, el trabajo en casa y el apostolado, acompañando siempre a sus padres, que por motivos de trabajo se ven obligados a trasladarse de un lugar a otro.

Pronto, manifestó su deseo de consagrarse a Dios en la vida religiosa. Su padre le propuso esperar y terminar los estudios, y María Josefa satisfizo sus deseos. Cuando cumplió 21 años, ingresó en la Congregación de las Religiosas del Amor de Dios, cambiando su nombre de bautismo por el de sor María del Rocío de Jesús Crucificado.

Las Hermanas del Amor de Dios recuerdan a sor Rocío como «servicial, cercana a todos y humilde. El amor a Jesús Eucaristía y a la Virgen caracteriza su vida de seguidora de Jesús», escriben las religiosas en la semblanza de la Venerable. Profesó en 1947, día que recuerdan como «el más feliz de su vida», y rememoran algunos de sus escritos, en los que decía: «Se lo he dado todo a Él. Le he dicho que Sí a todo y quiero seguir diciéndoselo siempre, y decírselo sonriendo». Su experiencia de Dios la llevó a una entrega total a todos, pero especialmente a los más necesitados, a los niños y a los jóvenes. «Todos la recuerdan como la maestra ideal y la buena consejera en los problemas difíciles», escriben las religiosas.

Los últimos años de su vida los pasó en Roma, donde falleció en 1956. «No tengo miedo a la muerte -escribía-. El cielo me lo regalarán, porque yo no soy capaz de ganármelo». Su estado de salud empeoró un Jueves Santo, y ella, consciente de todo, hablaba con la Virgen, repitiéndola sin cesar: «Llévame, Madre, llévame al Cielo que estar no puedo lejos de Ti». Y dirigiéndose a quienes la acompañaban en ese momento, les dijo: «La vida no vale la pena vivirla, si no es para amar más, mucho más a Jesús y a la Virgen. El consuelo más grande es haber amado con todo mi corazón».

El otro decreto referido a virtudes heroicas se corresponde al Siervo de Dios Jesús María Echavarría y Aguirre, obispo de Saltillo (México), fundador del Instituto de las Hermanas Catequistas de Guadalupe.

Mártires por odio a la fe en Corea y Argelia

Otro de los decretos promulgados fue el referido al martirio de los Siervos de Dios Paul Yun Ji-Chung y 123 compañeros asesinados por odio a la fe en Corea en 1791. El desencadenante del asesinato fue que Paul, un noble que se había convertido al cristianismo, decidió no enterrar a su madre según las costumbres confucianas. El incidente fue denunciado a las autoridades locales, y comenzó una feroz persecución contra Yun Ji-Chung y otros cristianos coreanos, que acabaron muertos o exiliados. El cristianismo, que llegó a Corea en 1784, fue prohibido oficialmente por ser «un culto maligno que destruye las relaciones humanas y el orden moral tradicional».

El Papa Francisco, desde el comienzo de su pontificado, ha dedicado una especial atención a Asia, y en concreto, a la heroica labor de tantos mártires laicos que conservaron la fe en el continente, ante la ausencia de atención pastoral por la falta de sacerdotes. De hecho, uno de los recién nombrados cardenales, el arzobispo de Seúl, Andrew Yeom Soo-Jung, es descendiente de uno de estos mártires de Corea. Este reconocimiento también se enmarca en la probable visita que el Papa realizará a Corea del Sur en el mes de agosto con motivo de la Jornada asiática de la Juventud.

Asimismo, han sido reconocido el martirio de Francesco Zirano, de los Frailes Menores Conventuales, también asesinado por odio a la fe en Argelia.