«Están en juego principios fundamentales», monseñor Gallagher en la ONU - Alfa y Omega

«Están en juego principios fundamentales», monseñor Gallagher en la ONU

El arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados expuso en la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la Protección de Víctimas de Violencia Étnica y Religiosa en el Medio Oriente las tres claves para mejorar el futuro de las minorías étnicas y religiosas en Oriente Medio: sensibilizar a la Comunidad Internacional, garantizar el derecho de los refugiados a regresar y vivir con dignidad y seguridad en su país de origen y abordar el fenómeno del terrorismo y promover el diálogo interreligioso

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Monseñor Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, intervino el martes 8 de septiembre, en la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la Protección de Víctimas de Violencia Étnica y Religiosa en el Medio Oriente, organizada en París. El prelado recordó que desde el año pasado asistimos a «atrocidades indecibles cometidas en Oriente Medio que han obligado a miles de cristianos y miembros de otras minorías religiosas o étnicas a abandonar sus hogares y buscar refugio en otro lugar en condiciones precarias, con grandes sufrimientos físicos y morales».

«Están en juego principios fundamentales tales como el valor de la vida, la dignidad humana, la libertad religiosa y la coexistencia pacífica y armoniosa entre los individuos y los pueblos», subrayó el arzobispo. «El fenómeno continúa con las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario por el llamado Estado Islámico, así como con las perpetrados por otras partes en el conflicto. El drama de la migración en las últimas semanas, con el que Europa se ha visto obligada a interesarse aún más por esa situación, es una prueba irrefutable de esta tragedia», dijo Gallagher.

A continuación señaló tres aspectos claves para mejorar el futuro de las minorías étnicas y religiosas en el Medio Oriente, comenzando por el de sensibilizar a la Comunidad Internacional para hacer frente a la emergencia humanitaria y garantizar las condiciones mínimas de seguridad para las minorías y las comunidades cristianas.

«Actualmente –afirmó– la situación nos obliga a hacer frente a la emergencia humanitaria», pero «a largo plazo, hay que tomar otras medidas adecuadas para asegurar su presencia en sus tierras de origen». El arzobispo habló de los los desafíos a los que hacer frente, como son «el respeto de los derechos humanos, en particular la libertad de religión y de conciencia». «Es importante –explicó Gallagher– insistir en que la libertad religiosa, obviamente, incluye la libertad de cambiar de religión. Ahora bien, en muchos países de Oriente Medio, hay libertad de culto, pero a veces el espacio que se deja a la libertad de religión es, en realidad, muy limitado. La ampliación de este espacio de libertad se convierte en una necesidad para garantizar a todos los miembros de las diversas comunidades religiosas una verdadera libertad de vivir y profesar su fe. Sería oportuno que los Estados de la región se involucren directamente, junto con el resto de la Comunidad internacional en la protección de los derechos fundamentales de los cristianos y miembros de otras minorías religiosas. No se trata de proteger a una u otra comunidad religiosa o a uno u otro grupo étnico, sino de proteger a personas que forman parte de una sola familia humana y cuyos derechos fundamentales son violados sistemáticamente».

Garantizar el retorno

La segunda cuestión es garantizar el derecho de los refugiados a regresar y vivir con dignidad y seguridad en su país de origen. Un derecho «que debe ser defendido y garantizado, tanto por la Comunidad internacional como por los Estados, cuyos ciudadanos son refugiados o desplazados. Hay que subrayar que los cristianos y otras minorías religiosas o étnicas no quieren ser meramente tolerados sino que aspiran a ser considerados en sus países de origen como ciudadanos de pleno derecho. Al respecto, es importante que este concepto de ciudadanía se entienda de una forma cada vez más amplia, de manera que constituya un punto de referencia en la vida social, para garantizar los derechos de todos, incluidos los de los miembros de las minorías, a través de la aplicación de los instrumentos jurídicos adecuados».

Por último, abordar el fenómeno del terrorismo y promover el diálogo interreligioso. «Es necesario –observó el prelado– encontrar mecanismos para alentar a todos los países en particular los de mayoría musulmana, a hacer frente al terrorismo con seriedad y con especial atención a la cuestión de la educación. En este sentido, es importante que la enseñanza en las escuelas, el uso de internet y también el contenido de los sermones de los líderes religiosos no den libre curso a actitudes intransigentes y extremistas, o a la radicalización; mas bien deberían promover el diálogo y la reconciliación. Asimismo, no hay que olvidar que también es necesario prestar atención al uso de algunas expresiones y manifestaciones, que se dan de vez en cuando en Occidente, para evitar las ofensas y provocaciones a lo que es querido, o incluso a veces considerado como sagrado por algunas religiones».

También es fundamental promover el diálogo interreligioso, que es «un antídoto contra el fundamentalismo, que golpea a las comunidades religiosas. Al respecto los líderes religiosos judios, cristianos y musulmanes pueden y deben desempeñar un papel clave para favorecer no solo el diálogo interreligioso y la educación intercultural sino también el entendimiento mutuo. Además, deben denunciar claramente la manipulación de la religión para justificar la violencia. Cabe también promover una separación positiva y respetuosa entre la religión y el Estado», según Gallagher. «En este sentido es deseable que madure en las mentalidades la idea de una distinción necesaria entre los dos ámbitos, a favor de la autonomía y la independencia mutua, pero sin ocultar la indispensable cooperación entre las dos esferas, que pueden coexistir sin oponerse, a través del diálogo entre las autoridades religiosas y las autoridades políticas y respetando sus respectivas competencias», concluyó el arzobispo.