Papa Francisco: «¿Gritas cuando tu equipo marca un gol y no le cantas al Señor?» - Alfa y Omega

Papa Francisco: «¿Gritas cuando tu equipo marca un gol y no le cantas al Señor?»

«¿Eres capaz de gritar cuando tu equipo marca un gol y no eres capaz de cantar alabanzas al Señor? ¿De salir un poco de los formalismos para cantar esto? ¡Alabar al Señor es totalmente gratis! No pedimos, no agradecemos: ¡alabamos!», dijo el Papa el martes, en su misa diaria en la Casa de Santa Marta. La oración de alabanza -advirtió- no es cosa sólo de los carismáticos… El día anterior, Francisco se refirió a la santidad de numerosos obispos y sacerdotes, totalmente desconocidos para la opinión pública. «Es lo de siempre -dijo-, hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece»

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Foto: CNS

La oración de alabanza nos hace fecundos, dijo el Papa Francisco en la Misa la mañana del martes en la Casa Santa Marta, comentando la danza alegre de David por el Señor de la que habla la Primera Lectura. Si nos cerramos en la formalidad, nuestra oración se convierte en algo frío y estéril, advirtió.

«David bailaba con todas sus fuerzas ante el Señor». El Papa desarrolló el martes su homilía partiendo de esta imagen alegre, relatada en el Segundo Libro de Samuel. Todo el Pueblo de Dios, recordó, estaba de fiesta porque el Arca de la Alianza volvía a casa. La oración de alabanza de David, prosiguió, «lo llevó a salir de toda compostura y a danzar delante del Señor», con «todas sus fuerzas». Ésta «¡era exactamente la oración de alabanza!».

Francisco contó que, leyendo esta cita, «pensó enseguida» en Sara después de haber dado luz a Isaac: «¡El Señor me hizo bailar de alegría!». Esta anciana, como el joven David, «ha bailado de alegría» ante el Señor. «Para nosotros, observó, es fácil entender la oración para pedir una cosa al Señor, también para agradecer al Señor». También entendemos bien «la oración de adoración»; «no es tan difícil». Pero la oración de alabanza «la dejamos de lado, no nos sale tan espontánea».

«Pero Padre, esto es para los de la Renovación en el Espíritu, no para todos los cristianos! No, ¡la oración de alabanza es una oración cristiana para todos nosotros! En la Misa, todos los días, cuando cantamos el Santo… Ésta es una oración de alabanza: alabamos al Señor por su grandeza, ¡por qué es grande! Y le decimos cosas bellas, porque a nosotros nos gusta que sea así. Pero Padre, yo no soy capaz… yo debo… ¿Eres capaz de gritar cuando tu equipo marca un gol y no eres capaz de cantar alabanzas al Señor? ¿De salir un poco de los formalismos para cantar esto? ¡Alabar al Señor es totalmente gratis! No pedimos, no agradecemos: ¡alabamos!».

Debemos rezar «con todo el corazón», prosiguió: «Es un acto también de justicia, ¡por qué Él es grande! ¡Es nuestro Dios!» David, recordó, «era muy feliz porque volvía el arca, volvía el Señor: también su cuerpo rezaba con esa danza».

«Una buena pregunta que nos podemos plantear hoy: ¿Cómo va mi oración de alabanza? ¿Sé alabar al Señor? ¿Sé alabar al Señor o cuándo rezo el Gloria o rezo el Sanctus lo hago solo con la boca y no con todo el corazón?’ ¿Qué me dice la danza de David? ¿Y Sara, bailando de alegría? Cuando David entra en la ciudad comienza otra cosa: ¡una fiesta!».

«La alegría de la fe nos lleva a la alegría de la fiesta, la fiesta de la familia». El Papa recordó que, cuando David entra en el palacio, la hija del rey Saúl, Mikal, lo reprende y le pregunta si no se avergüenza por haber bailado de esa manera delante de todos. Él, que es el rey. Mikal «despreció a David».

«Yo me pregunto: ¿cuántas veces despreciamos en nuestro corazón a personas buenas, personas buenas que alaban al Señor, como se les ocurre, de forma espontánea, porque no son cultos, no siguen los comportamientos formales? Pero, ¡desprecio! Y dice la Biblia que Mikal quedó estéril por este motivo ¡para el resto de su vida! ¿Qué quiere decir la Palabra de Dios aquí? ¡Que la alegría, que la oración de alabanza nos hace fecundos! Sara bailaba en el momento grande de su fecundidad ¡a los noventa años! La fecundidad que nos da la alabanza al Señor, la gratuidad de alabar al Señor».

«El hombre o la mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor, que cuando reza el Gloria se alegra de decirlo, que cuando canta el Sanctus en la Misa se alegra de cantarlo, es un hombre o una mujer fecundos».

Sin embargo, advirtió, «los que se encierran en la formalidad de una oración fría, medida, pueden terminar como Mikal: en la esterilidad de su formalidad». El Papa invitó, por tanto, a mirar el ejemplo de David, que baila «con todas sus fuerzas ante el Señor», y animó a pensar en «lo bello que puede ser hacer la oración de alabanza». Nos hará bien, concluyó, repetir las palabras del Salmo 23 que hemos rezado hoy: «Alzaos puertas, alzad los dinteles para que entre el Rey de la gloria. El Señor, el fuerte, el valiente, Él es el rey de la gloria!».

Hay muchos sacerdotes santos

En la misa del lunes, el Papa pidió que no se entienda la Iglesia como una simple organización humana. La diferencia está en la unción que da a los obispos y sacerdotes la fuerza del Espíritu para servir al pueblo de Dios, explicó el Pontífice, qe agradeció a tantos sacerdotes santos que dan la vida en el anonimato de su servicio cotidiano.

Comentando la primera lectura del día, que habla de la tribu de Israel que unge a David como su rey, el Papa explicó el significado espiritual de la unción. «Sin esta unción», David sería sólo «el jefe de una empresa», de una sociedad política, el Reino de Israel. Sin embargo, «después de la unción, el Espíritu del Señor» desciende sobre David y permanece con él. Y la Escritura dice: «David iba creciendo cada vez más en potencia y el Señor Dios de los ejércitos estaba con él». «Ésta -observó el Papa- es exactamente la diferencia de la unción». El ungido es una persona elegida por el Señor.

«Los obispos no son elegidos sólo para llevar adelante una organización, que se llama Iglesia particular -añadió el Papa-. Son ungidos, tienen la unción y el Espíritu del Señor está con ellos. Todos los obispos, todos somos pecadores ¡todos! Pero estamos ungidos. Todos queremos ser más santos cada día, más fieles a esta unción. Y es lo mismo que hace la Iglesia, lo que da la unidad en la Iglesia, es la persona del obispo, en nombre de Jesucristo, porque está ungido, no porque haya sido votado por la mayoría. Porque está ungido. Y en esta unción una Iglesia particular tiene su fuerza. Y por participación también los sacerdotes están ungidos».

La unción acerca a los obispos y a los sacerdotes al Señor y les da la alegría y la fuerza «para llevar adelante un pueblo, ayudar al pueblo, vivir al servicio de un pueblo». Les da la alegría, «elegidos por el Señor, mirados por el Señor, con ese amor con el que el Señor nos mira, a todos nosotros». Así, «cuando pensamos en los obispos y los sacerdotes, debemos pensar en ellos de esta manera: como ungidos».

De otra forma, «no se entiende la Iglesia», que sería incapaz de seguir adelante «sólo con las fuerzas humanas». «Una diócesis va adelante porque tiene un pueblo santo, muchas cosas», pero también «un ungido que la lleva, que le ayuda a crecer… Una parroquia va adelante porque tiene muchas organizaciones, tantas cosas, pero también un sacerdote, un ungido que la lleva adelante… Y nosotros, en la historia, conocemos un mínima parte, pero cuántos obispos santos, cuántos sacerdotes, cuántos sacerdotes santos que han dejado sus vidas al servicio de la diócesis, de la parroquia; cuánta gente recibió la fuerza de la fe, la fuerza del amor, la esperanza de estos párrocos anónimos, que nosotros no conocemos. ¡Qué hay muchos!».

Son muchos «los párrocos rurales o párrocos de la ciudad que, con su unción, han dado fuerza al pueblo, han transmitido la doctrina, han dado los sacramentos, es decir la santidad». «Pero padre, ¡he leído en un periódico que un obispo ha hecho tal cosa o que un sacerdote ha hecho no se qué! Y sí, también yo lo he leído, pero, dime: ¿En los periódicos vienen las noticias de lo que han hecho muchos sacerdotes, muchos sacerdotes de muchas parroquias de las ciudades y del campo, tanta caridad que practican, tanto trabajo que hacen para llevar adelante a su pueblo? ¡Ah, no! Esto no es noticia. Es lo de siempre, hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece».

«Pensemos hoy en esta unción de David, nos hará bien pensar en nuestros obispos y en nuestros sacerdotes valientes, santos, buenos, fieles, y rezar por ellos. ¡Gracias a ellos, hoy nosotros estamos aquí!».

RV / Aleteia