«...ardían, todos juntos, los dolores del mundo» - Alfa y Omega

«...ardían, todos juntos, los dolores del mundo»

Colaborador
El diario canadiense The Toronto Star tituló esta foto de los jóvenes que acudieron a la cita con el Papa Bautismo de lluvia. Bajo la cruz de Cristo

La respiración de Jesús se iba haciendo cada vez más estertórea. El pecho se dilataba con ansia convulsiva para beber un poco más de aire; le martilleaba la cabeza por efecto de las heridas; el corazón le palpitaba con latidos rápidos y vehementes que parecían querer arrancarlo; la fiebre ardiente de los crucificados le quemába todo el cuerpo, como si la sangre se le hubiese convertido dentro de las venas en fuego hirviente. El cuerpo, tirante y en una postura violenta, clavado a los maderos sin libertad para cambiar de sitio, sujeto por las manos que se le desgarraban si aflojaba la tensión, pero que, si las mantenía bien en alto, le fatigaban con exceso el pecho extenuado y azotado; aquel cuerpo, joven y divino, que tantas veces había sufrido porque contenía dentro de sí un alma demasiado grande, sólo era ya una pira de dolor, en la que ardían, todos juntos, los dolores del mundo. La crucifixión era verdaderamente, según confesó un retórico sanguinario que murió asesinado antes de Cristo, el más cruel y lúgubre de los suplicios; el que mayores tormentos producía, y el de mayor duración.

La sangre de las cuatro heridas de Jesús se había cuajado alrededor de las cabezas de los clavos, pero la menor sacudida hacía brotar otros hilos que caían lentamente a lo largo de la cruz y goteaban en la tierra. Tenía caída la cabeza hacia un lado por endoloramiento del cuello; los ojos, los ojos mortales a los que Dios se había asomado para mirar a la tierra, se anegaban en llanto, resecos de sed, contraídos por la dolorosa respiración, mostraban los efectos del último beso, del beso contaminador de Judas.

«Nosotros hemos de gloriarnos en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo: en Él está nuestra salvación y resurrección; Él nos ha salvado y libertado».
San Pablo
Gálatas 6, 14

Así es como muere un Dios que ha liberado de la fiebre a los febriles, que dio el agua de vida a los sedientos, que ha despertado de sus féretros y de sus sepulcros a los muertos, que ha devuelto el movimiento a los que estaban petrificados por la parálisis, que ha arrojado a los demonios de las almas bestializadas, que lloró con los que lloran, que hizo renacer a una nueva vida a los malos en lugar de castigarlos, que enseñó con palabras de poesía y pruebas de milagros el amor perfecto que los brutos desatinados, revolcándose en el sueño y en la sangre, no habrían sido capaces de descubrir jamás. Él cerró las llagas y ahora han llagado su cuerpo intacto; perdonó a los malhechores y ahora, siendo inocente, ha sido clavado por malhechores en medio de malhechores; amó infinitamente a todos los hombres, incluso a los que eran indignos de su amor, y el odio lo ha clavado aquí, donde el odio es castigado y castiga; ha sido más justo que la justicia, y se consuma en daño suyo la más fraudulenta injusticia; ha llamado a los tristes animales a la sanidad, y Él ha caído en manos de los envilecedores y de los demonios; dio la vida a otros, y a cambio de ello le dan a Él la muerte más ignominiosa.

¡Tanto era lo que se necesitaba para que los hombres pudieran aprender el camino del paraíso terrenal, para que ascendiesen desde la bestialidad borracha a la embriaguez de los santos, para resucitar de la imbecilidad inerte, que parece vida y es muerte, a las magnificencias del Reino de los Cielos!

Inclínese la inteligencia ante el misterio escandalizador e indescifrable de esta necesidad, pero que el corazón de los hombres no olvide el precio a que fue saldada nuestra desmesurada deuda.

Oración a Cristo

Te hallas aún, todos los días, en medio de nosotros. Y con nosotros estarás para siempre.

Vives entre nosotros, al lado nuestro, sobre la tierra que es tuya y nuestra, sobre esta tierra que te acogió niño, entre los niños, y reo, entre los ladrones; vives con los vivos, sobre la tierra de los vivos que te agradó y que amas; vives con una vida no humana sobre la tierra de los hombres, invisible quizá incluso hasta para aquellos que te buscan, quizá bajo las apariencias de un pobre que compra su pan por sí mismo y en el que ninguno se fija.

Pero ha llegado ahora el tiempo en que debes reaparecer ante todos nosotros dando una señal terminante e irrecusable a esta generación. Tú ves, Jesús, nuestra necesidad; Tú ves hasta qué punto es dura y verdadera nuestra angustia, nuestra indigencia, nuestra desesperanza.

En ninguna época como en ésta hemos sentido la sed angustiosa de una salvación sobrenatural. En ningún tiempo de cuantos recordamos ha sido el envilecimiento tan vil y la sed tan abrasadora.

Te esperaremos todos los días, a despecho de nuestra indignidad.

Giovanni Papini
De Historia de Cristo

«Poner la Cruz en primer plano es descubrir que Dios vive junto a cada hombre que sufre.

¿Después de la Jornada Mundial de la Juventud? Depende de en qué modo estos jóvenes sepan escuchar la voz de los débiles».

Jean Vanier
Fundador de la Comunidad del Arca