La virgen le salva de morir congelado en Kazajistán. Hoy es sacerdote - Alfa y Omega

La virgen le salva de morir congelado en Kazajistán. Hoy es sacerdote

Vadim Bielakapitof se apuntó a clases de alemán para poder traducirle a su madre la única biblia que tenían en casa. «Con el tiempo, el chaval pasó de la letra al espíritu, y pidió el bautismo». Ya católico, de regreso a casa tras celebrar la Navidad, Vadim fue sorprendido por una tormenta de nieve que bajó los termómetros hasta los 35 grados bajo cero. Fue rescatado medio muerto, tras encomendarse a la Virgen de las Nieves, por un grupo de soldados, a los que consiguió felicitar la Navidad antes de perder el conocimiento. Dos años después de estar al borde de la muerte, Vadim ingresó en el pre-seminario y hoy es sacerdote en Kazajistán

José Calderero de Aldecoa

Vadim Bielakapitof nació en un pequeño pueblo del norte de Kazajstán, entonces parte de la Unión Soviética. Tenía solo 4 años cuando su padre falleció y tuvo que desenvolverse junto a su madre y su hermano pequeño.

La vida de Vadim dio un vuelco a los 12 años. Fue entonces cuando llegó a casa un periódico en el que un anuncio decía: «Se reparten biblias». La madre escribió solicitando un ejemplar y todos juntos esperaron con «cierta desesperación», apunta, en el boletín del Centro Académico Romano Fundación, monseñor José Luis Mumbiela, obispo de Santísima Trinidad en Almaty.

Después de una larga espera llegó la Palabra de Dios al hogar. El problema es que el ejemplar estaba escrito en alemán y ningún miembro de la familia entendía este idioma. Vadim, tras enterarse de que en el pueblo vecino había un sacerdote que enseñaba alemán, decidió apuntarse a las clases y recorrer a pie los 5 kilómetros de distancia que separaban su casa del lugar donde se impartían las clases.

«Con el tiempo, el chaval pasó de la letra al espíritu, y pidió el bautismo, llegando a ser miembro del coro y ayudante del sacerdote», explica monseñor Mumbiela. El profesor de alemán era el padre Lorenz Gabold, quien tras jubilarse en su diócesis de Berlín, llegó a Kazajstán para ayudar a sus compatriotas expatriados por Stalin.

Dos años después, el día antes de una Navidad, Vadim decidió acudir a la celebración religiosa que tendría lugar en un pueblo vecino con motivo de la fiesta del nacimiento del Señor. Se puso la cazadora roja que le había regalado el padre Lorenz y salió a la estepa kazaja dispuesto a andar 10 kilómetros con una temperatura de 35 grados bajo cero. Su ilusión fue más fuerte que el frío y pudo celebrar, en comunidad, la Navidad.

Al día siguiente, de regreso a su casa, cuando Vadim caminaba los 10 kilómetros de vuelta, se desató una fuerte tormenta de nieve. «Iba notando el gélido frío, las fuerzas le faltaban, la nieve era cada vez más intensa. Pensó en la muerte y en su padre. Pero con el recuerdo de la noche de Navidad, empezó a rezar a la Madre del Niño que fue a adorar, a la Señora de las Nieves», asegura el obispo de Santísima Trinidad en Almaty. De repente apareció un vehículo militar. Un soldado creyó ver algo rojo andando por la nieve. Recogieron a Vadim, que estaba medio helado. Antes de perder el conocimiento, logró decir: «Hoy es Navidad. ¡Qué Dios os bendiga! Feliz Navidad».

Tras ser rescatado del borde de la muerte, dos años después, ingresó en el pre-seminario de Karaganda. Después de otros dos años se trasladó al seminario de San Petesburgo, de donde salió ordenado sacerdote. Para el día en que fue consagrado a Cristo, al ahora padre Vadim le esperaba un cáliz muy especial, regalado por el padre Lorenz, que falleció hace 9 años, pero que le había dejado preparado el vaso sagrado para el día de su ordenación.