El Papa explica el término Pueblo de Dios - Alfa y Omega

El Papa explica el término Pueblo de Dios

Hablar de Pueblo de Dios significa que «Dios no pertenece de manera propia a ningún pueblo; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a ser parte de su pueblo, y esta invitación esta dirigida a todos, sin distinción». ¿Cómo se convierte uno en miembro de este pueblo? ¿Cuál es la ley del pueblo de Dios? ¿Qué misión tiene este pueblo? El Papa ha dedicado la catequesis de esta semana a responder a estas preguntas, sin olvidar hacer también alusión a la Jornada mundial contra el trabajo infantil, que a menudo -denunció- «es una verdadera esclavitud»

Redacción

Fue una catequesis muy pedagógica, a modo de preguntas y respuestas, en las que el Papa resumió lo que el Concilio y el Catecismo explican sobre el término Pueblo de Dios. «Dios no es propiedad de ningún pueblo», dijo, en su síntesis en español. «Más bien, es Él quién llama a todos, sin distinción, y en Él todos somos uno. Entramos a formar parte de este pueblo por un nuevo nacimiento, el bautismo, y a través de la fe, que es don de Dios que siempre debemos cultivar. Su ley es ciertamente el amor, que significa reconocer a Dios como nuestro único Señor y al prójimo como un verdadero hermano. La misión de este pueblo es llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios y ser signo de su amor por todos. Su fin es el Reino de Dios, que Él ya ha comenzado en la tierra, pero que debe dilatarse hasta su consumación, cuando se manifieste Cristo, vida nuestra».

Al final de la audiencia general, el Papa recordó que ese día se celebraba la Jornada mundial contra el trabajo infantil, y denunció «la explotación de niños en el trabajo doméstico». «Escuchen -dijo-, esto es un deplorable fenómeno en constante aumento, especialmente en los países pobres. Son millones los menores, en su mayoría niñas, víctimas de esta forma oculta de explotación que comporta a menudo también abusos, maltrato y discriminación ¡Ésta es una verdadera esclavitud!», y la comunidad internacional debe poner acciones eficaces «para enfrentar esta auténtica plaga. Todos los niños deben poder jugar, estudiar, orar y crecer, en la propia familia, en un contexto armónico, de amor y de serenidad. Esta gente, en vez de dejarlos jugar, los hace esclavos. Esta es una plaga. Es su derecho y nuestro deber. Una infancia serena permite a los niños mirar con confianza hacia la vida y el futuro. ¡Ay del que sofoca en ellos el impulso gozoso de la esperanza!».

Al término de la audiencia, el Pontífice saludó y conversó unos minutos con el Presidente de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), entidad promotora de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, al frente de un grupo de propagandistas en peregrinación a Roma (en la foto).

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy voy a referirme brevemente sobre otro de los términos con los que el Concilio Vaticano II definió a la Iglesia, el de Pueblo de Dios (cf. Constitución dogmática Lumen Gentium, 9, Catecismo de la Iglesia Católica, 782). Y lo hago con algunas preguntas acerca de las cuales todo el mundo pueda reflexionar.

1. ¿Qué quiere decir Pueblo de Dios? En primer lugar, significa que Dios no pertenece de manera propia a ningún pueblo; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a ser parte de su pueblo, y esta invitación esta dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios quiere la salvación para todos (1 Tim 2, 4). Jesús no dice a los Apóstoles y a nosotros que formemos un grupo exclusivo; un grupo de élite. Jesús dice: Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos (cf. Mt 28, 19). San Pablo afirma que en el pueblo de Dios, en la Iglesia, no hay ni judío ni griego… porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús (Gálatas 3, 28).

Me gustaría decir a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes, a los que piensan que ya no pueden cambiar: ¡el Señor también te está llamando a ti a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor!, ¡El nos invita a hacer parte de este pueblo; pueblo de Dios!

2. ¿Cómo se convierte en miembro de este pueblo? No es a través del nacimiento físico, sino por medio de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús dice a Nicodemo que hay que nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en el Reino de Dios (cf. Juan 3, 3-5). Es a través del Bautismo que somos introducidos en este pueblo, a través de la fe en Cristo, don de Dios que debe ser alimentado y hecho crecer en toda nuestra vida. Preguntémonos: ¿cómo puedo hacer crecer la fe que he recibido del Bautismo?; ¿cómo hago crecer esta fe que yo he recibido y que el pueblo de Dios tiene?; ¿cómo hago para hacerla crecer?

3. ¿Cuál es la ley del pueblo de Dios? Es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo, según el nuevo mandamiento que nos ha dejado el Señor (cf. Jn 13, 34). Un amor, sin embargo, que no es sentimentalismo estéril o algo vago, sino que es el reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, aceptar al otro como un verdadero hermano, superando divisiones, rivalidades, incomprensiones, egoísmos; las dos cosas van de la mano. ¡Cuánto camino todavía tenemos que recorrer para vivir de manera concreta esta nueva ley, la del Espíritu Santo que obra en nosotros, la de la caridad, la del amor!

Cuando vemos en el diario, en la televisión…, tantas guerras entre cristianos, ¡como puede pasar esto! Dentro del pueblo de Dios, ¡cuántas guerras! En el barrio, en el puesto de trabajo, ¡cuántas guerras por envidias y celos! También en la misma familia, cuántas guerras internas. Pidamos al Señor que nos haga entender bien esta ley del amor. ¡Qué bueno! ¡Qué hermoso es amarse los unos a los otros como verdaderos hermanos! ¡Qué hermoso es esto! Hagamos una cosa hoy: Quizá todos tenemos simpatías y antipatías. Quizá tantos de nosotros estamos enojados con alguno. Al menos digamos al Señor: Señor, yo estoy enojado con éste, con aquélla. Yo te pido por éste y por aquél. Rezar por aquel con el que estamos enojados es un hermoso paso en esta ley del amor. ¡Hagámoslo hoy!

4. ¿Qué misión tiene este pueblo? La de llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios: ser signo del amor de Dios que llama a todos a la amistad con Él; ser levadura que hace fermentar toda la masa, sal que da sabor y preserva de la corrupción, luz que ilumina. A nuestro alrededor, basta abrir un periódico, para ver que la presencia del mal existe, que el Diablo actúa. Pero quisiera decir en voz alta, Dios es más fuerte. ¿Ustedes creen esto, que Dios es más fuerte? Digámoslo juntos todos ¡Dios es más fuerte! ¡Todos! ¿Y saben por qué es más fuerte? Porque Él es el Señor. ¡Es el único Señor! Dios es más fuerte. ¡Bien!

Quisiera agregar que la realidad a veces oscura signada por el mal puede cambiar. Si nosotros primero les llevamos la luz del Evangelio, sobre todo con nuestra vida; si en un estadio, pensemos aquí el Roma Olímpico, o en el de San Lorenzo, en Buenos Aires, en una noche oscura, una persona enciende una luz, apenas se entrevé, pero si los otros setenta mil espectadores encienden cada uno su propia luz, el estadio se ilumina. Hagamos que nuestra vida sea una luz de Cristo. Juntos llevaremos la luz del Evangelio a toda la realidad.

5. ¿Cuál es el objetivo de este pueblo? El fin es el Reino de Dios, iniciado sobre la tierra por Dios mismo, y que debe ampliarse hasta el cumplimiento, cuando aparecerá Cristo, vida nuestra (cf. Lumen Gentium, 9). El fin, entonces, es la plena comunión con el Señor, entrar en su misma vida divina, donde viviremos la alegría de su amor sin medida. ¡Aquella alegría plena!

Queridos hermanos y hermanas, ser Iglesia es ser pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre, quiere decir ser el fermento de Dios en esta nuestra humanidad, quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. Que la Iglesia sea un lugar de la misericordia y de la esperanza de Dios, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio. Y para sentirse recibido, amado, perdonado, animado. La Iglesia debe tener las puertas abiertas para que todos puedan venir y nosotros debemos salir de esas puertas y anunciar el Evangelio. ¡Muchas Gracias!

RV