Catequesis intensiva del Papa sobre el Espíritu Santo - Alfa y Omega

Catequesis intensiva del Papa sobre el Espíritu Santo

El Papa ha ofrecido en las últimas semanas una catequesis intensiva sobre el Espíritu Santo: «manantial inagotable de la vida de Dios en nosotros» -le llamaba hace unos días- que «nos enseña a mirar con los ojos de Cristo» y «a vivir la vida como la vivió Cristo». Cultivar la relación con el Espíritu Santo es vivir con alegría, llenos de celo apostólico, y no como «cristianos de salón», aburridos, «melancólicos» y con «la cara avinagrada»

Ricardo Benjumea

«Hoy, muchos cristianos no saben quién es el Espíritu Santo, cómo es el Espíritu Santo», decía Francisco el lunes pasado, al celebrar la Misa en la capilla de Santa Marta, cuyas homilías son parcialmente difundidas por Radio Vaticano. «Y algunas veces se escucha: Pero yo me las arreglo bien con el Padre y con el Hijo, porque rezo el “Padre Nuestro» al Padre, hago la comunión con el Hijo, pero con el Espíritu Santo no sé qué hacer… O te dicen: El Espíritu Santo es la paloma, aquél que nos da siete regalos… Así el pobre Espíritu Santo está puesto siempre al final, y no encuentra un buen lugar en nuestra vida».

Sin embargo, su papel en la vida del cristiano es central. El Espíritu Santo es un «Dios activo en nosotros», explicó Francisco, un «Dios que hace recordar», que «hace despertar la memoria». Así se lo explica Cristo a los Apóstoles antes de Pentecostés: el Espíritu que Dios enviará en nombre de Jesús «les recordará todo aquello que he dicho».

«Manantial inagotable de la vida de Dios en nosotros»

En la audiencia general del 8 de mayo, el Papa se refería al Paráclito con una bella expresión: «El Espíritu Santo es el manantial inagotable de la vida de Dios en nosotros», decía. «Cuando decimos que el cristiano es un hombre espiritual, entendemos precisamente esto: el cristiano es una persona que piensa y obra según Dios, según el Espíritu Santo», que es quien «nos enseña a mirar con los ojos de Cristo, a vivir la vida como la vivió Cristo, a comprender la vida como la comprendió Cristo».

El Espíritu Santo es quien «recuerda e imprime en los corazones de los creyentes las palabras que Jesús dijo», y por tanto, todos debemos preguntarnos «cuál es la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas», insistía una vez más, en la catequesis del 15 de mayo. «Probemos a preguntarnos: ¿estoy abierto al Espíritu Santo, le pido para que me ilumine, y me haga más sensible a las cosas de Dios?», proseguía. «Y ésta es una oración que tenemos que rezar todos los días, todos los días: Espíritu Santo que mi corazón esté abierto a la Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto al bien, que mi corazón esté abierto a la belleza de Dios, todos, todos los días. Pero me gustaría hacer una pregunta a todos ustedes: ¿Cuántos de ustedes rezan cada día al Espíritu Santo, eh? ¡Serán pocos, eh! pocos, unos pocos, pero nosotros tenemos que cumplir este deseo de Jesús: orar cada día al Espíritu Santo para que abra nuestros corazones a Jesús». Es así como debe hacer el verdadero cristiano, de modo que «la fe dirija toda nuestra existencia».

Fervor apostólico

Cultivar la relación con el Espíritu Santo trae consigo una actitud misionera, como la de los nuevos cristianos, a los que el Papa continuamente alude como ejemplo: simples bautizados, a menudo sin ninguna especial formación, que sin embargo, se lanzaban a anunciar el Evangelio en la calle.

«El cristiano es un hombre y una mujer de gozo», afirmaba Francisco en la homilía matinal del pasado día 10. Hay cristianos «melancólicos» que «tienen la cara avinagrada en vez de gozosa de los que tienen una vida llena», mientras que la respuesta que provoca el Espíritu es «un gozo expansivo», que necesita comunicarse a los demás.

Este jueves, el Papa acuñaba una llamativa expresión: cristianos de salón, aburguesadas y acomodados, sin el fervor apostólico que necesita la Iglesia, sin esa «locura espiritual» o «sana locura» de Pablo de Tarso.

«No nos refugiemos en una vida tranquilla o en las estructuras caducas», decía. «Hoy podemos pedir al Espíritu Santo que nos dé este fervor apostólico a todos nosotros, también que nos dé la gracia de dar fastidio a las cosas que son demasiado tranquilas en la Iglesia; la gracia de ir adelante hacia las periferias existenciales. ¡La Iglesia tiene tanta necesidad de esto! No sólo en tierra lejana, en las Iglesias jóvenes, en los pueblos que aún no conocen a Jesucristo, sino aquí, en la ciudad, precisamente en la ciudad, tienen necesidad de este anuncio de Jesucristo. Por tanto, pidamos al Espíritu Santo esta gracia del celo apostólico, cristianos con celo apostólico. Y si damos fastidio, bendito sea el Señor. Adelante, y como dice el señor a Pablo: ¡Coraje!».