Ama al pecador, odia al pecado - Alfa y Omega

Ama al pecador, odia al pecado

La Iglesia ama al pecador, y odia el pecado. Lo ha explicado el cardenal arzobispo de Nueva York con su habitual estilo pedagógico: «Somos parte de una Iglesia donde, sí, todos somos bienvenidos, pero no una Iglesia donde todo se vale»

Redacción

«¿Puede Freddie quedarse a cenar con nosotros?», preguntó en su infancia el cardenal Dolan a sus padres, después de pasar una tarde jugando con uno de sus amigos. Con el visto bueno de la familia del amigo, los Dolan aceptaron, pero con una condición: los niños debían lavarse las manos antes de comer.

Esta anécdota le basta al arzobispo de Nueva York para explicar en qué consiste la apertura de la Iglesia: «Ahora eres un miembro muy bienvenido y respetado de nuestra mesa, nuestra casa, quería decir mi padre» a mi amigo, «pero hay unas pocas expectativas naturales que esta familia tiene, ¡como lavarse las manos!». Ésta es la actitud de la Iglesia universal: «¡Todos son bienvenidos!», pero no todo está permitido, escribe en su blog, en una entrada que ha traducido al español Gaudium Press.

En la Iglesia -añadió el cardenal- «amamos y respetamos a todos…, pero eso no quiere decir que amemos y respetemos sus acciones», al menos no todas. Por eso hay una nítida distinción entre el «quién» y el «qué» en cada acción. «Nunca podemos juzgar a una persona, pero sí podemos juzgar sus acciones». Y como ejemplo de esta actitud, el prelado citó el encuentro de Jesús con la pecadora que iba a ser lapidada. Su frase «Yo tampoco te condeno. Ve, pero no vuelvas a pecar», resume la actitud cristiana frente al pecador.

Porque «la Iglesia ama, acoge y respeta al alcohólico, pero no consiente su vicio. La Iglesia ama, acoge y respeta a un empresario prominente, pero no aceptaría que pagara un salario injusto a un migrante. La Iglesia ama, acoge y respeta a una joven pareja de enamorados, pero desafiaría su decisión de vivir juntos antes del matrimonio». Y lo mismo puede decirse de quien comete graves crímenes. «Somos parte de una Iglesia donde, sí, todos somos bienvenidos, pero no una Iglesia donde todo se vale».