La última lección del Papa sobre el Concilio - Alfa y Omega

La última lección del Papa sobre el Concilio

El Papa ha prometido a sus sacerdotes que estará siempre cerca de ellos en la oración, «aunque permanezca escondido para el mundo». El jueves se despidió del clero de su diócesis, Roma, en un encuentro lleno de momentos entrañables e incluso golpes de humor, y habló, durante 45 minutos y sin papeles, sobre su vivencia del Concilio Vaticano II. El Concilio real -advirtió- se parece poco a la imagen que trasmitieron muchos medios. Trabajar para que emerja ese Concilio real es tarea de la Iglesia en el Año de la fe

María Martínez López

Para Benedicto XVI, fue un «regalo providencial» poder reunirse el jueves con los sacerdotes de Roma, en la que fue su despedida. «Estoy muy agradecido por vuestras oraciones, que, como dije el miércoles, he sentido casi físicamente. Aunque ahora me voy a retirar a una vida de oración, siempre estaré cerca de vosotros y estoy seguro de que todos vosotros estaréis cerca de mí, aunque permanezca escondido para el mundo».

En un principio no estaba previsto un discurso del Papa, y al principio él mismo lamentó que, debido a «las condiciones de mi edad», no había podido preparar «un discurso de verdad, como cabría esperar». Sin embargo, a continuación, Benedicto XVI ofreció a los sacerdotes romanos una charla de tres cuartos de hora sobre su experiencia del Concilio Vaticano II, al que asistió primero como asesor del cardenal Frings, de Colonia, y luego como perito. Aunque aparecía algo cansado, no dudó en introducir algunos comentarios con humor, y varias veces lamentó no poder extenderse más sobre algunos asuntos que fueron saliendo a colación.

«Fuimos con entusiasmo»

«Fuimos al Concilio -recordó el Papa- no sólo con alegría, sino con entusiasmo. La expectación era increíble. Esperábamos que todo se renovaría, que realmente vendría un nuevo Pentecostés, una nueva era de la Iglesia, porque no era lo suficientemente robusta en esa época». Aunque la práctica dominical y el número de vocaciones aún era bueno, «existía la impresión de que la Iglesia continuaba, pero se empequeñecía; de que de alguna forma parecía una realidad del pasado y no la portadora del futuro». Se pretendía cambiar esto, y desde el principio los Padres conciliares se implicaron activamente en ello.

El Santo Padre dedicó gran parte de su intervención a la primera parte del Concilio, que, a sugerencia de los obispos alemanes, franceses, belgas y holandeses, se dedicó a la liturgia, la eclesiología, la Palabra de Dios y la Revelación. En este sentido, consideró «un acto de la Providencia» que el Concilio comenzara tratando el tema de la liturgia, que concluyó en la Constitución Sacrosanctum Concilium. A pesar de que algunos criticaron que el Concilio no habló lo suficiente de Dios, su primera obra fue precisamente el culto a Dios y cómo abrir a todo el pueblo santo la posibilidad de adorarlo, quedando así subrayada la primacía de Dios en la Iglesia. Se trataba de favorecer «la participación activa» del pueblo y de hacer más inteligible la liturgia, aunque a menudo -lamentó el Papa- se confundió esta finalidad. «Inteligibilidad no significa banalidad», dijo. Por ello, la reforma litúrgica no es suficiente sin «una formación continua de los cristianos, de forma que puedan crecer y entrar más a fondo en la profundidad del misterio».

La Iglesia, Pueblo de Dios

Otra de las ideas tergiversadas sobre la Iglesia es verla como «una lucha por el poder». Frente a ello, el Papa subrayó que «la Iglesia no es una organización, algo que deba estructurarse institucionalmente, sino un organismo. Es una realidad vital, algo que debe entrar en mi corazón», dijo. Y subrayó la ironía de que la idea de que Somos Iglesia surgió en este contexto histórico y eclesial (Somos Iglesia es también el nombre de un grupo contestatario, especialmente activo en Centroeuropa). Según el Papa, el Concilio vinculó la idea de Pueblo de Dios al concepto de comunión, cuya máxima expresión se encuentra en la Eucaristía.

El Concilio de la prensa

En definitiva, en este y otros aspectos, el problema fue que el mundo interpretó a menudo el Concilio «a través de los ojos de los medios en vez de ver el verdadero Concilio de los Padres y su visión clave sobre la fe». Mientras «el Concilio se movió dentro de la fe, el Concilio de los periodistas» se interpretó desde la «hermenéutica de la política».

Esa interpretación se basaba en una cuestión triple: «el poder del Papa, transferido al poder de los obispos y después el poder de todos…, la soberanía popular. No había interés en la liturgia como un acto de fe, sino como algo para hacer comprensible, similar a una actividad comunitaria, a algo profano. El culto no es culto sino un acto que reúne a la gente, participación comunitaria, y participación como actividad. Estas traducciones, que trivializaban la idea del Concilio, fueron virulentas en la implementación de la reforma litúrgica, nacidas de una visión del Concilio externa a su propia visión clave de la fe. Sucedió lo mismo con la Escritura: la Escritura es un libro, histórico, que se debe de tratar históricamente; etc.».

Al final, «el Concilio virtual fue más fuerte que el real». Sin embargo, el Papa concluyó afirmando que «50 años después del Concilio, vemos cómo el Concilio virtual se está desmoronando y perdiendo, y el Concilio verdadero está emergiendo con toda su fuerza espiritual. Y es nuestra tarea, en este Año de la fe, trabajar para que se realice, con el poder del Espíritu Santo, y la Iglesia se renueve realmente. Reitero que, en la oración, estaré siempre con vosotros, y que juntos avanzaremos en certeza con el Señor. El Señor es victorioso».