Cardenal Francisco Javier Errázuriz: «Algo nuevo está emergiendo» - Alfa y Omega

Cardenal Francisco Javier Errázuriz: «Algo nuevo está emergiendo»

El cardenal Errázuriz, con 80 años recién cumplidos, es el decano del grupo de cardenales a quienes el Papa ha encomendado el estudio de la reforma de la Curia, y la asistencia en el gobierno de la Iglesia. Es arzobispo emérito de Santiago de Chile, ha presidido el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y ha sido secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, por lo que conoce el Vaticano desde dentro. El cardenal recibió a Alfa y Omega, el pasado viernes, a su paso por Madrid, pocas horas antes de viajar a Roma para el encuentro de cardenales con el Papa Francisco, llevando muchas propuestas procedentes de todas partes de Iberoamérica, e incontables cartas personales y paquetes para el Santo Padre, una muestra más del entusiasmo que se respira en este momento de la vida de la Iglesia

Ricardo Benjumea
El cardenal arzobispo de Santiago de Chile Francisco Javier Errázuriz

¿Cómo afronta usted esta reunión?
A mí me llamó un día el Secretario de Estado y me preguntó si aceptaría pertenecer a este grupo de ocho cardenales. En un primer momento, me quedé mudo. Pensé que era una tremenda responsabilidad, pero me dije que esa responsabilidad no es nada en comparación con la del Papa.

Se trata de una iniciativa muy notable, que ha despertado muchísimas expectativas, las mejores, aunque también las más desorbitadas. No recuerdo a otro Papa que haya actuado de esa manera, que haya pedido ser asesorado, y haya querido escuchar así las peticiones que hicieron los cardenales en las Congregaciones generales [las reuniones de cardenales previas al cónclave en el que Francisco fue elegido Papa].

¿Qué han hablado entre los miembros del grupo hasta ahora? ¿Han tenido reuniones o consultas? ¿Cómo han preparado este encuentro?
Hasta ahora, no hemos trabajado como grupo. En Río, estuvimos cinco de los ocho cardenales, y tuvimos una reunión. Además, cada uno de nosotros ha ido recogiendo aportaciones, en mi caso, las que llegaban desde Iberoamérica, donde tenemos el privilegio de contar con el CELAM, y por eso la comunicación es más fácil.

¿En qué línea van las propuestas?
Hay cosas que todo el mundo sabe, de manera que no es una indiscreción hablar de ellas. Una cosa es evidente: hay un anhelo de que el proyecto de internacionalización de la Curia romana se lleve a efecto. Actualmente, de algo más de 50 sucesores de los apóstoles que colaboran con el Papa en el gobierno de la Iglesia universal, sólo tres son de Iberoamérica, lo que parece bastante desproporcionado. Nadie ha querido establecer esa desproporción, pero ha habido un descuido, y eso va a cambiar.

Por otra parte, se plantea la cuestión de si es necesaria una Curia romana tan grande. Claro, no es grande si uno compara la Curia con los Ministerios de cualquier país, por pequeño que sea. Pero aquí se plantea la pregunta sobre la relación entre el sucesor de Pedro y los demás sucesores de los apóstoles. ¿Hay atribuciones que podrían tener los obispos diocesanos y que se centralizaron en Roma? Ésa es una pregunta importante. Además, el Papa, en su entrevista a La Civiltà Cattolica, al referirse al tema de la descentralización y de la sinodalidad, alude a las Iglesias ortodoxas. Juan Pablo II, en su encíclica Ut unum sint, propuso que se estudiara en común cómo era la relación entre los Patriarcas y los obispos antes del cisma. También esto tiene que ver con nuestro trabajo. Esta reforma puede ser un paso encaminado a la unión de las Iglesias que tienen sucesión apostólica, lo cual sería algo realmente maravilloso.

Hay otro aspecto más referido a la conversión personal, es decir, a la actitud con la cual se trabaja. Las aportaciones que he recibido subrayan mucho el reconocimiento hacia el servicio de tantas personas que trabajan en la Curia romana, pero al mismo tiempo el Papa ha hablado en contra del carrerismo, de las honorificencias… Hay una serie de elementos difíciles de compaginar con el espíritu de los primeros apóstoles. El Papa está desmontando lo que es la corte y es muy bueno que se desmonte. Uno no se imagina a Jesucristo en una corte. Por tanto, tiene que haber cosas que cambien; pero como digo, en primer lugar, se trata de un cambio de mentalidad… En la corte, se busca ascender y tener el favor del monarca. Por eso, lo que se está pidiendo es que se pueda adquirir mayor responsabilidad por méritos, por servicios pastorales, y hay abierta también una reflexión sobre si conviene que las personas que colaboran con el Papa se eternicen en sus lugares de trabajo, o si no conviene una rotación.

Los cardenales conversan durante una de las Congregaciones generales, previas al cónclave, el 7 de marzo pasado

Alude usted a aspectos como la sinodalidad o la internacionalización de la Curia, pero son objetivos ya presentes en el Concilio y en las reformas de Pablo VI y Juan Pablo II…
Eso es clarísimo. Es fácil anhelar un tipo de imagen, pero la cuestión es cómo conseguirlo. Eso pasa en buena medida por la elección de las personas. Yo creo que, con esos criterios, fue elegido el Secretario de Estado. De él he escuchado que es un hombre de oración, de gran simplicidad de vida y de mucho espíritu de comunión, y por eso calza perfectamente con el anhelo del Papa Francisco.

Además del estudio de la reforma de la Curia, el Papa les ha encomendado que le asesoren en el gobierno de la Iglesia universal, y aporten las sensibilidades de las distintas Iglesias particulares. ¿De qué forma van a prestar ustedes este servicio?
El Papa nos ha dicho muy poco. Estamos expectantes de las palabras que nos dirija, el primero de octubre, y exprese, con mayor precisión, qué espera de nosotros. Hasta ahora, sólo hay una pequeña carta con el nombramiento, en la cual él nos pide que recojamos las aportaciones que dieron los cardenales durante las Congregaciones generales. Yo supongo que esos mismos cardenales, al dirigirse a los miembros del Consejo de los Ocho, están formulando las mismas peticiones, o las que crean más importantes.

El Papa nos pedía a continuación que examináramos la Constitución Pastor Bonus [sobre la Curia romana], en concreto, la conveniencia de un moderador de la Curia. Y en un cuarto punto, añadía: «Y otras sugerencias que sean importantes para el pontificado», dejando abierto el tema. Él ha ido aludiendo a varias cuestiones, por ejemplo, al pedir una mayor participación de las mujeres en las instancias de decisión pastoral. Hay puntos a los que se ha referido en algunos discursos, y en la próxima reunión nos propondrá con mayor precisión lo que él anhela. Pero no lo sé realmente. Este grupo es una instancia totalmente nueva. En el fondo, si uno lo quiere ver de esta manera, el Papa tiene ya un cierto Consejo de Ministros, en las reuniones con los distintos cardenales y arzobispos que presiden las Congregaciones y los Consejos Pontificios en Roma, y fue clarísimo además el deseo de los cardenales de mejorar la coordinación entre estos organismos. Y por otra parte, este otro grupo más bien le traerá al Papa lo que la Iglesia en el mundo y en otras latitudes anhela de él. Es decir, va a tener dos Consejos: uno del centro y otro de las periferias, pero cómo va a articularse eso, todavía no lo sabemos.

Lo que dijeron ustedes en las Congregaciones generales es secreto, pero a la vista está que aquello ha dejado una profunda huella. ¿En qué medida condicionan las reformas que se avecinan esas peticiones que ustedes hacían al futuro Papa, sin saber quién sería elegido?
El cardenal Bergoglio partía de la base que no iba a ser elegido, por la edad. Se reía al partir, en Argentina, y decía que llegaría al cónclave con un bastón, para que a nadie se le ocurriera elegirlo… Es muy difícil retener todas las aportaciones que allí se hicieron, pero él tiene una memoria prodigiosa. A nosotros nos han llegado los resúmenes de aquello que dijeron los cardenales, y ahora, cuando nos juntemos, cada uno habrá acogido especialmente un aspecto u otro, y aparecerán muchos elementos importantes. Es cierto que es secreto, hasta el día que el mismo Papa levante el secreto o una parte, y eso va a ocurrir.

Además de la reforma estructural, hablarán también ustedes de cuestiones de más calado teológico, por ejemplo, de revisar la pastoral matrimonial…
El Papa espera que continúe y se profundice en la reflexión que comenzó [la Exhortación apostólica] Familiaris consortio. Sin duda, éste es un tema decisivo. En ello nos estamos jugando el futuro, la transmisión de la fe… Prácticamente, todos los valores se juegan en la familia.

En cuestiones como la situación de los divorciados en nuevas uniones, ¿cómo se concilia misericordia con verdad?
Es un tema importante, en el que el Papa insiste una y otra vez. Ya sé que algunas personas no lo entienden bien, y creen que la misericordia lleva a olvidar la verdad, cosa que no es la intención del Papa, de ninguna manera. Aquí hay algo importante. El Santo Padre trae un nuevo acento a la pastoral, donde lo más importante es cerrar heridas, porque son muchos los heridos en el tiempo actual. Y quiere que los pastores sean instrumento de misericordia y de esperanza, que despierten nuevamente la alegría de ser cristianos. Naturalmente, esto no significa que la Iglesia renuncie a lo que ella cree que es verdad, o que vaya a aceptar el aborto, por ejemplo. En absoluto. La Iglesia dice a la vida. Lo que no significa no tener misericordia con una persona que ha abortado y que sufre por ese hecho. Evidentemente, hay que acogerla con misericordia.

El Papa ha logrado que ciertos sectores con muchos prejuicios contra la Iglesia se acerquen a ella con respeto, aunque, por otro lado, parece evidente que algunos están utilizando de manera deliberada algunos gestos y palabras suyas… ¿Cómo cree que puede la Iglesia aprovechar inteligentemente esta nueva situación?
Es muy notable cómo la presencia y los gestos de este Papa han despertado entusiasmo en muchísimos no católicos. Algo nuevo está emergiendo. Dentro de la Iglesia, quizá hay algunas personas que preferirían que todo siguiera igual que en el pasado. Bueno, lo esencial del pasado se va a conservar, pero el Papa dice que no podemos estar viviendo simplemente de admiración por el pasado, ni tampoco de esperanzas para el futuro. Hay un hoy en el cual Dios está presente, y está presente en toda persona. Es muy hermosa la reflexión que hacía el Papa, siendo arzobispo de Buenos Aires, sobre Dios en la ciudad… Por mucho que una persona haya cometido grandes errores en su vida, como el hijo pródigo, en su dolor por lo que ha hecho, está presente Dios, de manera que puede decir: «Volveré a la casa de mi Padre». Preocuparse de ese hijo pródigo, ese anhelo por el reencuentro, es algo muy propio de este Papa. Y eso conlleva un clima diferente. Muchas veces se ha insistido en que no somos la Iglesia del No, sino la Iglesia del , la Iglesia que dice al anhelo del ser humano de ser feliz, de vivir en paz con Dios y con los hermanos. Y el Papa está suscitando eso con mucha fuerza.

Usted vivió la experiencia de la Conferencia de Aparecida como Presidente del CELAM, y el cardenal Bergoglio coordinó la redacción del documento final, que ha resultado ser una referencia imprescindible para comprender este pontificado. ¿Qué puntos destacaría?
Aparecida fue un acontecimiento de gracia, y el Papa lo tiene en su corazón. Es interesante la elección de las palabras discípulos y misioneros. Muchos católicos son incoherentes en su vida civil. No son discípulos coherentes. Pero se es discípulo a partir de un encuentro vivo, y por eso Aparecida pone en primer lugar, como origen de la fe, una frase de Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida…».

El encuentro de Jesús, los lugares de encuentro, están en la raíz de todo el trabajo de Aparecida. Además, en la misma conferencia, fue desapareciendo la y entre discípulos y misioneros de Jesucristo, sin que al final se supiera cuál es el adjetivo y cuál es el sustantivo. La palabra misionero está no sólo en la misión ad gentes, sino también dentro del mismo país. En muchos de nuestros países, las misiones estuvieron encomendadas a Órdenes claramente misioneras, mientras que los fieles normalmente disfrutaban de las misiones. Poco a poco, los laicos empezaron a participar, y a adquirir conciencia de que también su vocación es misionera.

Con Bergoglio Papa, ¿estamos pasando de la misión continental a la misión universal?
Sin duda. Ya Aparecida no quiso concluir con un documento, sino con una misión, y una misión permanente, con el anhelo de obedecer a la voluntad de Dios de que la Iglesia sea misionera. Para nosotros, en América Latina, es además clave que quien es misionero en su propio país está despertando la misión universal. Nuestro continente vivió de misioneros que llegaban de Europa, aun de Estados Unidos, y exportó muy pocos misioneros a África o a Asia. Por eso tiene que haber un cambio radical. Y de repente, llega este Papa latinoamericano, que, cuando habla de misión, está despertando también a las fuerzas vivas de la Iglesia para que lo acompañen en la misión ad gentes, a tantos países donde Jesucristo es un desconocido. Eso está ocurriendo, y, gracias a Dios, es un cambio copernicano.