Mártires españoles - Alfa y Omega

A los primeros mártires (testigos) cristianos los acusaron de sediciosos, de misántropos, de enemigos del género humano, que para el Imperio romano no pasaba de sus límites. Como a sus predecesores judíos, los odiaban porque no eran como ellos, porque vivían una vida distinta, adoraban a un Dios único y no estaban dispuestos a equiparar a su Dios con Zeus, Venus o el emperador de turno, hijo de los dioses.

Eran verdaderos testigos de la libertad de conciencia. Testigos de que, por encima del poder absoluto del César, que creía mandar sobre cuerpos y almas, estaba la persona humana, imagen de Dios, el hombre de verdad, del que hablaba Ignacio, obispo mártir de Antioquía en su Epistola ad Romanos (año 107): «Mi parto se aproxima. Dejadme recibir la pura luz; cuando esté allí, seré hombre. Permitidme ser imitador de la Pasión de mi Dios». Perfección llamó Clemente de Alejandría al martirio, porque manifiesta la perfección de la caridad. Y la Iglesia ha mantenido el mismo culto, la misma admiración a todos sus mártires, desde la persecución de Nerón hasta los últimos mártires de Pakistán, Siria, Irak, Egipto o Nigeria.

Todavía en 1987, el escritor e historiador católico y catalanista Albert Manent, en el prólogo a un libro del benedictino mallorquín y montserratino Josep Massot i Muntaner sobre la persecución religiosa en Cataluña, consideraba esa persecución como uno de los capítulos más olvidados de la historia de esa región y de toda España. El libro, editado en Montserrat, otro de los lugares ejemplares de la persecución y el martirio, era todavía una excepción. Por razones o sinrazones que ahora no caben aquí, en toda España, pero especialmente en Cataluña, donde la Iglesia estuvo a punto de ser borrada físicamente, según el insigne catalanista Josep Benet, se habían olvidado demasiado pronto -y lo que es peor, a veces tergiversado- los convincentes y memorables testimonios de primera hora, escritos por catalanistas tan ilustres como el balear Joan Estelrich y los catalanes Lluis Carreras, Josep Sanabre o Miguel Batllori.

Por fortuna, algunos no los olvidaron del todo. Y de nuevo en Cataluña, en la Tarragona del cardenal Francisco Vidal y Barraquer, alma de la Iglesia de España, a la que dirigió desde octubre de 1931 a mayo de 1936 por las vías de la concordia y del entendimiento en tiempos de desgracias y de la primera persecución, se va a celebrar la exaltación religiosa de 522 nuevos mártires de la fe de toda España, comenzando por el obispo auxiliar de Vidal, Tomás Borrás, que fue sacrificado por los anarquistas, como estuvo a punto de serlo el propio cardenal.

¿Que fueron muertos en el contexto de una guerra civil, de motivación político-social? Millares de cristianos fueron sacrificados por su fe en medio de guerras civiles u otras guerras, o de conflictos económicos, étnicos… y su testimonio no por eso pierde el mínimo valor. Si así no fuera, no habría un solo mártir (testigo) de causa alguna noble en el mundo. Siempre habría una seudo justificación del crimen, comenzando por los primeros mártires cristianos, que fueron fundamento de nuestra Iglesia, tachados de sediciosos, antiimperiales, ateos, enemigos del pueblo romano…