Don Quijote, reloaded - Alfa y Omega

Don Quijote, reloaded

Jaime Noguera Tejedor

Leemos para conversar con las palabras, acompañarnos con sus sonidos, en silencio arrastrar ideas y besos ajenos y nuestros a la vez. Leemos para reinventar conversaciones, para sentir que no estamos solos. Leemos porque nos gusta paladear las historias, acariciar los conceptos, discutir con los autores, conocer puntos de vista diversos y desgranar ocasiones de disputa. Leemos con ansia y con devoción, con caricias sobre las páginas; leemos para abrir los libros y encontrarnos con el ritmo de las puntuaciones que otros han querido dar a lo que nosotros pensamos. Leemos para vivir en otros cuerpos. Leemos porque necesitamos sentir lo que otros hacen en nuestro lugar.

En el Quijote está todo lo que deseamos para vivir y buscamos al leer: la generosidad, que bendice a quien la da y a quien la recibe, y que Cervantes, generoso como nadie, nos regaló en un espejo vivo y eterno; las dudas, las maltraídas venganzas, el poder, los celos, las claves de la armonía vital, los consejos para gobernar (que no le vendrían mal a algún político).

Hágame caso y comience a leer este libro por la página 1.009; no se corte, no se le va a chafar la trama. Estará casi al final del capítulo LXXIV de la segunda parte y se acercará a las, para mí, 17 líneas más emocionantes del libro: la conversación en la que Alonso Quijano y Sancho Panza intercambian los papeles y se despiden: «Porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie lo mate ni lo acaben otras manos que las de la melancolía». Actual como nada. Perenne. Humano.

Sabroso, energético, caliente para los ojos; sazonador para el tiempo; honrado y sobrio. Como el original. Así es la versión que nos ofrece Trapiello, para disfrutar del olor más fino, del reto más suave de la vida, del encuentro del consciente con el alma. Ahí se delata el lector que ya se ha olvidado de sí mismo y pertenece al libro. En el encabezamiento de esta reseña digo reloaded, como en las películas, porque no estamos ante la versión del director. Dicen que solo el 21,6 % de los españoles hemos leído el Quijote: ¡ya me gustaría que fuésemos tantos, uno de cada cinco! Esta edición seguro que anima a otro 20 % al menos. Divúlguelo usted, lector, porque ya no deberían echar para atrás ni el lenguaje ni la gramática. Andrés Trapiello se ha tomado catorce años para rematar una versión fiel, cuidada y cercana para el lector actual.

No estoy de acuerdo con lo que dice Vargas Llosa en el prólogo: el libro ni se ha rejuvenecido ni se ha actualizado… porque no le hacía falta. Habría sido una barbaridad. El lenguaje es lo que se ha tocado. Solo. Y eso es lo que debemos agradecer a Trapiello: que ha trabajado con oficio de iluminador y ha preparado una copia compatible con el software de las personas de este siglo. Seguro que no le ha resultado sencillo, pues no se trata de una versión facilitada del original, sino de un acercamiento a la manera en que hablamos y escribimos hoy.

Cervantes nos recordó lo que somos: amor, dolor y esfuerzo. Ganas de vivir y ganas de saber. Ojos, hambre y huesos para vivir una vida tan débil como la nuestra. Y el Trapiello servidor de Cervantes nos ayuda a recordar que no hay más honradez que la del espejo.

Don Quijote de la Mancha
Autor:

Miguel de Cervantes (versión de Andrés Trapiello)

Editorial:

Destino