«Luchemos contra un sistema injusto» - Alfa y Omega

«Luchemos contra un sistema injusto»

En su segunda visita apostólica dentro de Italia, el Papa Francisco se encontró con una multitud de fieles venidos de todos los rincones de la Cerdeña, que le recibieron con emoción y júbilo en la capital sarda, Cagliari. Fue una intensísima jornada, en la que el Pontífice tuvo palabras de aliento para los trabajadores, enfermos, pobres y presos, y se encontró con representantes del mundo de la cultura y con jóvenes. Además, el Santo Padre rindió homenaje a la Virgen de Bonaria, la cual dio origen al nombre de su ciudad natal, Buenos Aires

Iván de Vargas
El Santo Padre a su llegada a Cagliari

El segundo viaje del Papa Francisco en Italia tuvo, de nuevo, como meta una isla, y como la Visita a Lampedusa, lugar al que llegan barcazas de inmigrantes, estuvo también marcada por la atención a los más necesitados. Y por el fervor de los fieles: en un interminable e intenso domingo bajo el sol, la bella ciudad de Cagliari acogió a unas 400 mil personas venidas de toda la Cerdeña para escuchar las palabras fuertes del Pontífice, un mensaje que brota del corazón del Santo Padre siempre con gran determinación.

El Papa Francisco con el casco que le regaló un minero

Encuentro con el mundo del trabajo

La jornada se abrió con el encuentro con el mundo del trabajo. En un contexto local marcado por una dramática desocupación, sobre todo juvenil, el Papa recordó que, «donde no hay trabajo, falta la dignidad», consecuencia de «un sistema económico que tiene en el centro un ídolo que se llama dinero». Pero -añadió- «Dios ha querido que en el centro del mundo estén el hombre y la mujer y que lleven adelante el mundo con su trabajo, y no el dinero», añadió. «Dos generaciones de jóvenes no tienen trabajo, y así el mundo no tiene futuro».

«Luchemos todos juntos contra el ídolo dinero, contra un sistema sin ética, injusto, en el que manda el dinero», clamó el Papa, arrancando aplausos y lágrimas entre los asistentes, muchos de ellos obreros de las varias fábricas que han sido cerradas durante el último año en la isla.

Casi todas las familias sardas están hoy afectadas directa o indirectamente por la desocupación y las consecuentes dificultades económicas. «Es una realidad que conozco bien por la experiencia que tuve en Argentina. Por ello os digo: ¡Coraje! Tenemos que encarar este desafío histórico con solidaridad e inteligencia», agregó Francisco. Abandonando en varias ocasiones los discursos preparados, el Santo Padre contó los sufrimientos de su familia, que emigró a Argentina a inicios del siglo XX. «Mi padre partió lleno de sueños y sufrió la crisis del 29. Perdieron todo, no había trabajo. (…) Hablaban de ello, sentí ese sufrimiento, lo conozco bien», confesó.

Durante la Misa, con la imagen de Nuestra Señora de Bonaria

Consagración a la Virgen de Bonaria

El tema de la falta de trabajo fue recurrente también durante la Misa celebrada ante el santuario de la Virgen de Bonaria. Al inicio de su homilía, el Pontífice habló del «derecho a llevar el pan a casa», y dijo que la Virgen nos enseña a tener una mirada que acoge: enfermos, abandonados, pobres, lejanos, jóvenes en dificultad. «Hay personas que instintivamente no tenemos en cuenta, y que sin embargo tienen más necesidad: los más abandonados, los enfermos, aquellos que no tienen de qué vivir, aquellos que no conocen a Jesús, los jóvenes que están en dificultad, que no tienen trabajo. No tengamos miedo de salir y mirar a nuestros hermanos y hermanas con la mirada de la Virgen», explicó. «Que no nos roben la mirada de María, que está llena de ternura», pidió el Santo Padre.

Al término de la Eucaristía, el Papa Francisco se dirigió ante la imagen de la Virgen para realizar un acto de consagración a Nuestra Señora de Bonaria. Además, el Pontífice dedicó un momento especial a orar dentro del santuario, después de haber presidido la misa frente al monumento y rezado el tradicional ángelus dominical ante unas 100.000 personas.

Con un enfermo, en el interior de la Basílica de Nuestra Señora de Bonaria

Con pobres y presos

Por la tarde, en un encuentro celebrado en la catedral con cuantos son asistidos por Cáritas, el Santo Padre alertó del riesgo de que, en una sociedad dominada por la cultura del descarte, la palabra solidaridad sea «suprimida del diccionario», porque molesta. «En vuestros rostros, veo fatiga, pero veo también esperanza. Sentíos amados por el Señor, y también por tantas personas buenas, que con sus oraciones y con sus obras, ayudan a aliviar los sufrimientos del prójimo», apuntó.

En este sentido, el Papa Francisco dio las gracias a los que sirven a los más débiles, porque es el camino de Cristo, que se hizo pequeño, que eligió el camino de la humildad y de la solidaridad. Por último, denunció a los que usan a los pobres para su propia vanidad, un pecado grave.

Más que una crisis, un cambio de época

Reunido con el mundo de la cultura, el Santo Padre habló de la crisis, que definió como un cambio de época. Durante su intervención, el Pontífice lamentó el comportamiento de Pilatos de lavarse las manos frente a la crisis que atravesamos, que es una actitud que parece pragmática, pero que, de hecho, ignora el grito de justicia, de humanidad y de responsabilidad social y lleva al individualismo, a la hipocresía, e incluso a una especie de cinismo. Es la tentación, dijo, que tenemos por delante, si vamos por el camino de la desilusión o de la decepción. Ante esta situación, instó a los presentes a encontrar caminos de esperanza, que abran horizontes nuevos a nuestra sociedad. Y habló de la universidad como lugar de formación en la solidaridad; la solidaridad como punto de encuentro, como ámbito vital en el que los conflictos, las tensiones, incluso los opuestos alcanzan una armonía que genera vida.

Unas chicas de la isla, durante el encuentro con los jóvenes

Un joven sin esperanza no es un joven

Finalmente, el Papa se dirigió a los jóvenes, y les invitó a no perder la esperanza e impulsar la solidaridad para «construir un mundo mejor». Y advirtió: «Un joven sin esperanza y sin alegría no es un joven, se ha envejecido».

Fue ante los jóvenes donde el Papa recordó los 60 años de su vocación como religioso, aniversario que se cumplía el día anterior. Con su estilo espontáneo y sencillo, el Pontífice dijo: «Tenía 17 años, pasaron muchos años de éxitos, alegrías, tantos fracasos, fragilidades y pecados. Pero nunca me he arrepentido». Divertido, añadió: «Me siento fuerte, pero no soy Tarzán». La clave para no desalentarse ante los fracasos y dificultades, concluyó, es confiar sólo en Jesús. Confiar en Jesús para abrirse a Dios y a los demás, en la fraternidad, en la amistad y en la solidaridad.