Que se cure, o que descanse - Alfa y Omega

Que se cure, o que descanse

Los mártires, la memoria de una pequeña de nueve años y el proceso de canonización de la Madre María Josefa han ocupado la agenda del cardenal Antonio María Rouco Varela en su última semana como Administrador Apostólico de la archidiócesis de Madrid, donde hoy por la tarde se despide de los seminaristas, con la celebración de una Misa

Rosa Cuervas-Mons
El cardenal Rouco rezando ante la urna de Mari Carmen

El doctor Juan Carlos Calvo, especialista en neurocirugía, acudió al convento de las carmelitas descalzas del Cerro de los Ángeles, para asistir a la Misa por el aniversario de la muerte de la Sierva de Dios Madre María Josefa. No era la primera vez que iba -«He operado a muchas Hermanas y me invitan a sus celebraciones», cuenta a Alfa y Omega– pero ese día iba a ser distinto.

La Madre María Josefa de Jesús

El doctor venía de Murcia, de visitar a un amigo de la familia que había sufrido un infarto de cerebelo que se había extendido al tronco cerebral, y estaba en coma. «Las posibilidades de curación en su estado eran cercanas a cero», recuerda. Tan malo era el pronóstico, que los médicos ya habían hablado a la familia de la donación de órganos. Así que allí, en el convento donde tantos años pasó la Madre María Josefa, el doctor rezó por su amigo. «Que se cure, o que descanse para siempre». Esa misma noche le llamó por teléfono la mujer del enfermo: «Empieza a mostrar signos de conciencia, nos sigue con la mirada», dijo. Cuatro años después, puede caminar casi sin ayuda, ha recuperado todas las funciones del tronco superior y está recuperando el habla.

Hay muchas más gracias concedidas por la intercesión de la Madre María Josefa, cuyo Proceso diocesano de canonización se abrió el 1 de junio de 2013 y ha clausurado este miércoles el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Rouco Varela. Es el caso, por ejemplo, del pequeño Álvaro Guisaola, nacido en enero de 2013 con dos cardiopatías, una de ellas incompatible con la vida, según los informes médicos. Hoy, Álvaro vive feliz junto a su hermana melliza y sus padres, que aseguran que el pequeño es «el vivo ejemplo de la intercesión de la Madre María Josefa». No en vano, la estampa de la carmelita acompañó a Álvaro durante su larga estancia en la UVI.

Nacida en 1915, María Isabel Trinidad ingresó en las carmelitas descalzas del Cerro de los Ángeles en 1938, cuando era Priora y Maestra de Novicias la Madre Maravillas, de quien se convertiría en hija predilecta. 64 años después de su entrada al Carmelo, murió rodeada de sus hijas, rezando y llena de dulzura y paz.

Mari Carmen, con seis años, el día de su Comunión
Mari Carmen, con seis años, el día de su Comunión

Con los mártires y la pequeña Mari Carmen

Asesinado junto a su padre por ser seminarista; fusilado junto a su tío, sacerdote, en la cuneta de una carretera; asesinado en Paracuellos, tras tratar de impedir la profanación de una iglesia; denunciado por sus vecinos y martirizado en la checa de Fomento; delatado como seminarista y obligado a cavar su propia tumba… Son los trágicos finales que sufrieron los seminaristas de la diócesis de Madrid, mártires de la persecución religiosa de 1936, cuya Causa -el Proceso diocesano de su Causa- clausuró el pasado martes el cardenal Rouco Varela con una celebración en el Seminario Conciliar. El proceso comprende las Causas de siete seminaristas de Madrid, otros dos de los seminarios de Toledo y Comillas que se encontraban en Madrid cuando comenzó la persecución, y dos familiares de los seminaristas, que corrieron la misma suerte que ellos. Este jueves, el cardenal vuelve al Seminario para celebrar una Misa con los seminaristas.

Más actos de despedida: el pasado lunes, el cardenal participaba en el traslado de los restos mortales de la Venerable Sierva de Dios María del Carmen González Valerio, fallecida con nueve años y dotada por Dios de «excelentes cualidades morales», en palabras del cardenal Tarancón, quien clausuró, en 1983, su proceso diocesano de beatificación. Sus restos reposan ya en la parroquia de Santa María de Caná, en Pozuelo, donde el cardenal Rouco presidió una Misa y un responso por esta niña a la que el arzobispo emérito de Madrid ha recordado siempre con emoción.

Su presencia en Caná permitirá que cada vez más fieles conozcan la historia de entrega a Dios que la pequeña hizo de su corta vida, tal como ella misma reflejó en su diario, donde consta que, el Jueves Santo de 1939, hizo su entrega a Jesús. Murió meses después.