Un verano de históricos viajes para Juan Pablo II - Alfa y Omega

Un verano de históricos viajes para Juan Pablo II

El verano 2002 de Juan Pablo II ha estado marcado por viajes internacionales que han hecho Historia, desmintiendo rumores que circulaban en las vísperas. Tras la sorprendente Jornada Mundial de la Juventud de Toronto (23 al 28 de julio), en que reunió a unas 800.000 personas (el encuentro más multitudinario de la historia de Canadá), el Santo Padre concluyó su peregrinación apostólica internacional número 97 visitando Guatemala y México

Jesús Colina. Roma
El Papa bendice a niños mexicanos durante la ceremonia de bienvenida junto al presidente de México, Vicente Fox
El Papa bendice a niños mexicanos durante la ceremonia de bienvenida junto al presidente de México, Vicente Fox.

En Guatemala hizo escala durante 24 horas para canonizar al hHermano Pedro de San José de Betancur, apóstol de indígenas y enfermos de Centroamérica. En México, se quedó hasta el 1 de agosto para elevar a los altares al testigo de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, Juan Diego Cuauhtlatoatzin, primer santo indígena de América, y para proclamar beatos a otros dos mártires indígenas de Oaxaca. Pero la gran sorpresa fue quizá la octava visita pastoral oficial que realizó el Papa a su patria, Polonia, del 16 al 19 de agosto, en la que, en Cracovia, celebró la misa con mayor participación de fieles de la historia de Europa, con tres millones de participantes. Ni siquiera en los años de la resistencia al comunismo, el joven Pontífice hizo llegar su mensaje a tanta gente, en encuentros que siempre fueron conmovedores.

Tanto en tierras americanas como en su propia cuna, el obispo de Roma, a sus 82 años, ha contradicho todas las previsiones y ha demostrado que, antes que nada, el Papa es un profeta, no un burócrata.

Juan Pablo II realizó el sueño que acariciaba la Iglesia en Guatemala y en las Islas Canarias desde hace 335 años: la canonización del hermano Pedro de San José de Betancur, en una celebración eucarística presidida el 30 de julio en la que participaron unas 800.000 personas, en buena parte indígenas, en el Hipódromo de la Ciudad de Guatemala.

El nuevo santo, que vivió entre 1626 y 1667, perteneciente a la Orden Tercera de San Francisco, se hizo famoso por limpiar las heridas de los indigentes que encontraba en las calles de Antigua antes de llevarlos al sanatorio a hombros. Su obra de atención a enfermos, indígenas, marginados ha sido continuada por la Orden de los Bethlemitas y de las Bethlemitas. Esta figura, sumamente querida por los indígenas de Centroamérica, por quienes entregó su vida, reunió también a fieles de todos esos países. Participaron, además, más de quinientos peregrinos de la diócesis de Tenerife, cuna del primer santo canario de la Historia.

En las 24 horas que estuvo en suelo guatemalteco, Juan Pablo II señaló que la herencia del hermano Pedro «ha de suscitar en los cristianos y en todos los ciudadanos el deseo de transformar la comunidad humana en una gran familia, donde las relaciones sociales, políticas y económicas sean dignas del hombre».

Con los indígenas

El Pontífice exigió promover «la dignidad de la persona con el reconocimiento efectivo de sus derechos inalienables». En particular, exhortó a las comunidades indígenas a tomar el papel que les corresponde en la sociedad. «El Papa no os olvida —dijo en la celebración en la que se utilizó con frecuencia el idioma cakchiquel, común entre los indígenas guatemaltecos—, y, admirando los valores de vuestras culturas, os alienta a superar con esperanza las situaciones, a veces difíciles, que atravesáis».

En Guatemala, país de casi 13 millones de habitantes, que ha sufrido 36 años de guerra civil, concluidos en 1996, el mensaje del Pontífice tuvo particular eco, sobre todo si se tiene en cuenta que el 60 % de su población es indígena, en buena parte en condiciones de marginación y pobreza.

Las comunidades indígenas pagaron un duro precio durante el conflicto interno, no sólo en miles de vidas masacradas, sino también cuando cientos de miles tuvieron que refugiarse en el sur de México para huir de la violencia.

La canonización del hermano Pedro, uno de los acontecimientos más importantes de la historia del catolicismo guatemalteco —el país quedó paralizado durante 48 horas—, se ha convertido en un empuje decisivo para la Iglesia en este país invadido por las sectas. En los últimos treinta años, según algunos expertos, grupos protestantes y otras sectas religiosas han logrado atraer a casi el 30 por ciento de la población. Varios representantes de la Santa Sede han denunciado en los últimos años que Guatemala se ha convertido en una especie de experimento para los grupos fundamentalistas de Estados Unidos para penetrar en toda Iberoamérica.

El avión en que llegó y se fue el Papa de Guatemala fue bautizado por la compañía aérea centroamericana TACA Mensajero de esperanza. Éste es el mensaje que retuvo la gente de este país, que alcanzó la paz gracias a la mediación de la Iglesia, y en particular del actual arzobispo de Guatemala, monseñor Rodolfo Quezada Toruño, y del asesinado obispo auxiliar de Guatemala, monseñor Juan Gerardi.