Un ciego guiado por Dios - Alfa y Omega

Un ciego guiado por Dios

Ha muerto Luis García Martínez de Aguirre, fundador de CECO (Ciegos Españoles Católicos). Su historia es la de un ciego que tuvo como providente lazarillo nada menos que a Dios. Gracias a él, muchos invidentes descubren su lugar en la Iglesia

Fernando de Navascués
Un momento de una peregrinación de la CECO a Tierra Santa.

Luis García Martínez de Aguirre nació un 10 de octubre de hace 81 años, en Zaragoza. Estaba casado y tenía dos hijos. Desde los seis años perteneció a la Acción Católica, y fue miembro de la Asociación de Propagandistas y Caballero de la Virgen del Pilar. Simultaneaba su vida familiar y profesional con su apostolado en la Cáritas de su parroquia.

Homenaje a don Luis García en el año 2010

Sin embargo, cuando ya tenía 60 años todo cambió. Luis tuvo que someterse a una operación que le dejó sin vista. Tras el primer impacto, se afilió a la ONCE y pidió información sobre asociaciones para ciegos católicos. Tiempo atrás había existido una Cofradía en honor de santa Lucía, su Patrona, pero resultó que ya había desaparecido. Con todo, la ONCE le puso en contacto con algunos antiguos cofrades, quienes le mostraron la difícil realidad en que viven muchos ciegos.

La profunda soledad del ciego

De aquellos antiguos cofrades aprendió una terrible lección: la profunda soledad en el que se encuentran muchos invidentes: soledad física, soledad humana, soledad afectiva, soledades en las grandes ciudades o en los pequeños pueblos… Sus inquietudes apostólicas y su trabajo previo en Cáritas fueron el motor para intentar mejorar esa situación. Luis empezó a congregar a algunos ciegos, a asistentes sociales y voluntarios para ir a visitar a otros que necesitasen palabras de aliento, o algún tipo de apoyo. Los voluntarios eran una ayuda fundamental, pues, al ser videntes, podían agilizar mucho más las visitas y llegar a más gente.

Un momento de una peregrinación de la CECO a Tierra Santa

Dios le guía

Dios seguía conduciendo los pasos de Luis y sus compañeros por los caminos de su voluntad. Primero fue el encuentro humano, y a éste le seguiría el encuentro con Cristo. A ello contribuyó decisivamente una religiosa carmelita, también invidente, la cual desde su clausura ofreció el locutorio del convento para ser el punto de encuentro, de intercambio de experiencias y de oración. Después les apoyaría don Andrés, sacerdote diocesano de Zaragoza, que se encargaría de impartir la formación del grupo, siendo su primera charla -como aún recuerdan- sobre la resurrección.

El grupo iba tomando forma. Ahora, Dios los encaminaba hacia una formación espiritual más sólida, y para ello el grupo adoptó la metodología de la Acción Católica reuniéndose para orar, leer el Evangelio y analizar la vida a la luz de éste.

El momento del despegue llegó gracias a una invitación de la Federación Internacional de las Asociaciones Católicas de ciegos (FIDACA), con sede en Suiza. Ésta se puso en comunicación con la ONCE para conocer e invitar, si fuera el caso, a las asociaciones que existieran en nuestro país a su Asamblea General. Esto era al principio de los noventa. A Suiza acudió Luis acompañado de un representante de la ONCE. El encuentro fue revelador: conoció el trabajo que había en países como Bélgica, Holanda, Italia, Chile, Colombia… Conoció la hermandad, el apoyo, la colaboración que había entre ellos y en cada país. Al final de la Asamblea, la presidenta de FIDACA le cuestionó acerca de qué iba a hacer al volver a España. La pregunta no se la esperaba, pero le ayudó a darse cuenta de la llamada a la que estaba siendo convocado.

Dios seguía guiando a Luis. Éste se puso en marcha, y teniendo como base el grupo de Zaragoza, pensó en grande y en clave nacional. Le dieron vueltas entre todos y finalmente Luis acudió a plantearle al entonces arzobispo de Zaragoza, monseñor Elías Yanes, el proyecto que llevaban entre manos. Éste le animó a crear una institución católica que ayudara a crecer humana y espiritualmente a los ciegos de España. Corría el año 1993.

Un momento de una peregrinación de la CECO a Tierra Santa

El resultado fue una asociación que insistía en vivir el espíritu de caridad cristiana entre sus miembros y luego compartirla con el resto de los ciegos que visitaban. Pasados quince años, en 2008, la Conferencia Episcopal erigió canónicamente la CECO como asociación pública de fieles.

Que los ciegos encuentren su lugar en la Iglesia

Actualmente, CECO, con el lema Oración, formación y servicio, está implantada en una veintena de diócesis, aunque tiene miembros en prácticamente toda España. Sus asociados, ciegos o no, atienden a los invidentes que viven solos, están hospitalizados y sin compañía, o viven en residencias…

CECO, más que aglutinarlos dentro de la propia asociación, lo que busca es que los invidentes se integren en la vida de la Iglesia según la vocación y el plan de Dios para cada uno. Luis siempre comentaba que, aunque estén todos lejos, los unos de los otros, haciendo cada uno su vida, hay un momento a lo largo de la jornada en el que debían reunirse: a las 12 del medio día para rezar el ángelus.

Para contactar con CECO se debe acudir a Ignacio Segura Madico, en el correo: imadico@telefonica.net, o en el teléfono 953 22 40 39.