Una joya en la Almudena - Alfa y Omega

Una joya en la Almudena

A pocos metros de la entrada de la catedral de la Almudena por la calle Bailén, se encuentra una maravillosa estela que resume la historia de la Salvación. El deán del templo cuenta la historia de este monumento

Antonio Astillero Bastante
La procesión del Corpus Christi, por la calle Bailén, camino de la calle Mayor.

¡Fundación Villa y Corte! Orgullo de todos los madrileños y de cuantos no nacidos en la gran ciudad nos consideramos hijos de ella. Villa y Corte. Institución fundada por el gran madrileño don Ángel Manuel García, en 1982, con el fin de promover y potenciar tantos valores madrileños incluidos en el ámbito social, benéfico y cultural. Desde aquí, mi más sincera felicitación a él y a cuantos la integran, la mantienen y la desarrollan en bien de todos.

Se comprende así, y con cuánto gozo lo manifiesto, que a pocos días de saber que el señor cardenal don Ángel Suquía (q. e. p. d.), alentado por tantos madrileños pidiéndole que se reanudaran las obras de la catedral, fueran los responsables de Villa y Corte, junto con otras instituciones, quienes con tanto entusiasmo reaccionaran a favor del proyecto ofreciéndose incluso en lo económico, y aún llegando a sugerir la posibilidad de responsabilizarse, en el ámbito de la institución, a donar las puertas de la nueva catedral realizándolas en materiales de alto valor.

Ofrecimiento que tanto valoramos y agradecimos los miembros de la primera etapa del Patronato, integrado por personalidades de elevada categoría cultural y social, como eran los arquitectos don Fernando Chueca y doña Emmanuela Gambini, el entonces Jefe de la Casa del Rey, Marqués de Mondéjar, el general Lacalle Leloup, Julián Marías, Joaquín Ruiz-Jiménez, Adrián Piera, Leopoldo Stampa, Pedro Ojalvo, Francisco Muñoz, Alfonso Ramonet y, obviamente, quien esto escribe.

Diseñado el proyecto de reanudación de las obras, se vio con toda objetividad que la realización de las puertas, como la Fundación Villa y Corte nos proponía, no coincidía con el referido proyecto. Pero ellos, sin mostrar contrariedad alguna, dijeron: «Pues sepan ustedes que nuestra ilusión es colaborar asumiendo la realización de algo importante en el edificio catedralicio». Y, efectivamente, las obras se reiniciaron según proyecto de los grandes arquitectos Chueca y Gambini, y contando siempre con la generosa contribución de los madrileños. Tanto que, aparte de lo recaudado por colectas en los templos y por colaboración de empresas como ABC y otras entidades, fue conveniente, y todo un acierto, situar a una persona en las Oficinas del Obispado para recibir donativos populares. Porque, aunque pudieran ser pequeños, eran también sorprendentemente abundantes, lo cual revelaba el deseo e ilusión de los madrileños de poder gozar cuanto antes de la realidad de su templo catedral.

Y en esta actitud permanecieron cuantos integraban la Fundación Villa y Corte, con sus directivos, como Ángel Manuel García, presidente, Manuel Carrera, orfebre, Francisco Portela, catedrático, y otros también de alta condición cultural y social.

Estela de la Almudena, en la catedral de Madrid.

Las obras del templo seguían avanzando, y más aún cuando llegó la noticia, ¡gratísima noticia!, de que el mismo Papa, hoy ya beato, Juan Pablo II, había hecho referencia, en la visita ad limina del entonces cardenal don Ángel Suquía, a las obras que, por noticias llegadas al Santo Padre, se habían iniciado, y que, si lográbamos terminarla viviendo él, era su ilusión proceder personalmente a su Dedicación-Consagración, lo cual supondría el hecho histórico de que la catedral de la Almudena llegaría a ser la primera catedral en el mundo dedicada por un Papa fuera de Roma. Y así fue, como bien sabemos todos.

Consecuentemente, a las obras se les dio un gran impulso, noticia que también llegó a los miembros que integraban Villa y Corte y que provocó en los mismos la ilusión de volver a ofrecer su colaboración. Fue entonces cuando se pensó en la posibilidad de sugerirles la donación de una gran lámpara, realizada principalmente en plata para situarla bajo la cúpula central. Lámpara que, en poco tiempo, planificaron, enriqueciéndola con diseños y figuras de los apóstoles y otras de nuestra fe. Sí; era la gran Fundación Villa y Corte y, entre ellos, los más cualificados plateros de Madrid, entre quienes destacaba por su categoría profesional y artística don Manuel Carrera. Pero también el desarrollo de las obras, y a juicio de los referidos arquitectos, con su reconocida autoridad, hizo que tuviéramos que prescindir del referido templete central, renunciando así a tan impresionante y bella lámpara.

No obstante, Villa y Corte comprendió y aceptó el criterio de los arquitectos y hubo que renunciar también a su instalación. Pero, como antes he referido, Villa y Corte nunca renunció a la ilusión de colaborar. Pasaba el tiempo y logramos terminar lo necesario para que el Papa pudiera cumplir su agradecido y personal ofrecimiento. ¡Inolvidable acontecimiento para tantos madrileños, aquel 15 de junio de 1993! Porque el templo de Santa María la Real de la Almudena había sido ya, en su realidad principal, consagrado por el inolvidable Juan Pablo II, sucesor de Pedro. ¡Laus Deo!

Pero aún quedaba mucha obra por realizar, principalmente en decoración y ornamentación del templo, interior y exteriormente. El Patronato había concluido su misión, y lo suplía la llamada Junta Técnica, que integrábamos tan buenas y generosas personas como Luis Armada, José Luis Martínez Almeida, Juan José Echevarría, María Rosa de la Cierva, Francisco Portela, Francisco Muñoz, María Teresa Fernández Talaya y Alfonso Ramonet.

Pero Villa y Corte permanecía en su ejemplar decisión de hacerse presente con la más adecuada colaboración, y así ellos mismos concibieron algo muy singular y extraordinariamente bello que ya podemos contemplar en el mismo templo. ¡Gracias, querido Ángel Manuel, Manuel Carrera y compañeros! Porque concebisteis la maravillosa estela que resume la Historia de la Salvación, y también con referencias a la historia de Santa María la Real de la Almudena, y en la que el arte tan comprobado y reconocido del señor Carrera tuvo su parte sustancial.

Tú, hermano que me lees, anímate a visitar la catedral. Entra en el templo por la puerta de la calle de Bailén y, a pocos metros, podrás disfrutar de la maravilla a la que hago referencia, situada ante otra maravilla en pintura del gran Berruguete. Consecuentemente, gracias, muchas gracias a quienes lo han hecho posible, comenzando por la aceptación de nuestro cardenal, don Antonio María Rouco, y a tantos por su generosa colaboración.