La familia, antídoto frente a la crisis - Alfa y Omega

La familia, antídoto frente a la crisis

Ayer arrancó formalmente, en Milán, el VII Encuentro Mundial de las Familias, que Benedicto XVI clausurará el domingo, en una Eucaristía en la que se espera la participación de un millón de personas, procedentes de más de 150 países. Se trata de una nueva etapa planetaria de una serie de citas iniciadas por Juan Pablo II, en 1997, en Río de Janeiro, para que el mundo no sólo comprenda, sino que sobre todo viva con los cinco sentidos la belleza de la familia. Habrá un mensaje particularmente acuciante para Europa y Occidente, sumidos en una grave crisis económica: la solución a esa crisis pasa por fortalecer la familia. Pero esto, a su vez, será imposible sin una vuelta a la fe

Redacción
Familias de voluntarios del EMF participan en la Eucaristía de Pentecostés, presidida por el cardenal Scola, en la catedral de Milán.

El Papa llega mañana a Milán, para un maratón de tres días, casi tan exigente para él, como el que vivió en la Jornada Mundial de la Juventud, de Madrid. Los momentos culminantes tendrán lugar con la Eucaristía, en la mañana de este domingo, en el Parque Norte-Aeropuerto de Bresso, y con la Fiesta de los Testimonios, en la que participará el Santo Padre en la noche del sábado en ese mismo lugar.

La llegada de Benedicto XVI está siendo precedida por una Feria Internacional de la Familia, con más de cien stands en la Fieramilanocity, en la que presentan, en particular, sus actividades asociaciones de voluntariado que apoyan a la familia en sus diferentes dimensiones, y que contará con la visita de unas 50.000 personas. Además, desde ayer y hasta mañana, la reflexión está teniendo como hilo conductor el Congreso Teológico Pastoral, que cuenta casi con siete mil inscritos, de los cuales más de la mitad proceden de Europa, Hispanoamérica y África. Novecientos son jóvenes, para quienes se ha organizado el Congreso de los jóvenes.

Como los hoteles en estos días son insuficientes, 34 mil personas están siendo acogidas por 11.000 familias milanesas, durante toda la duración del Encuentro. Otras 13 mil personas son acogidas por las parroquias. Además, para quien pase sólo la noche del sábado en Milán, se han preparado 50 mil lugares para descansar en el saco de dormir.

El anfitrión del encuentro, el arzobispo de Milán, cardenal Angelo Scola, en medio de los agotadores preparativos de un encuentro de estas características, reconoce que el encuentro está favoreciendo, particularmente entre la sociedad civil de Italia, «una toma de conciencia profundizada sobre el bien precioso que es la familia». De hecho, la capital financiera e industrial italiana está viviendo la misma emoción que se apoderó de Valencia, en los primeros días de julio de 2006, y que han podido experimentar también Ciudad de México (enero de 2009), Manila (2003) y Roma (2000), al organizar encuentros de este calibre.

La familia: el trabajo y la fiesta

Madrid ha contado con una presentación privilegiada del Encuentro. El cardenal Ennio Antonelli, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, participó el viernes, en el primero de los tres días del Congreso Mundial de las Familias. Era la sexta edición de una iniciativa que, desde 1997, reúne en distintos lugares del planeta a representantes de las más importantes organizaciones de sociedad civil en defensa de la familia y del derecho a la vida. Varias de esas organizaciones son católicas, pero hay también muchas evangélicas, musulmanas o judías o aconfensionales.

A pesar de mostrar su «esperanza en el futuro», el cardenal Antonelli no pasó por alto «la actual crisis de la familia en el mundo, ciertamente grave y peligrosa». Esa crisis se manifiesta en fenómenos como la caída del número de matrimonios, aumento de los divorcios y de las convivencias de hecho, desplome de la natalidad o la desorientación de los jóvenes, que «crecen inseguros, indecisos», y a quienes «les cuesta mucho hacer una elección definitiva, como el matrimonio».

El cardenal Antonelli, en Madrid. Foto: Fotelías.

Junto a esa crisis endógena de la familia, hay otra crisis externa, en realidad la otra cara de la misma moneda. La familia encuentra hoy un ambiente social, cultural y económico hostil. «Se organiza el trabajo como si los trabajadores fuesen solteros», y «se intenta sustituir la fiesta que es, por naturaleza, familiar y comunitaria, por el tiempo libre, que es individual y movible durante la semana», denunció el cardenal Antonelli. Además, «se pagan los impuestos en proporción a los ingresos, sin tener en cuenta el número de las personas a cargo: por eso, quien tiene mujer e hijos es penalizado, y quien no se casa o no tiene hijos, es premiado, a pesar de no dar la misma contribución a la sociedad».

La familia: el trabajo y la fiesta es el tema del Encuentro Mundial de las Familias. De la presentación que hizo el Presidente del Consejo Pontificio, se pueden intuir una serie de líneas maestras que se abordarán en Milán. En primer lugar, que la misma crisis cultural que ha relativizado el concepto de matrimonio y de familia, ha generalizado una mercantilización de las relaciones humanas en nuestras sociedades. El todo vale que ha originado una profunda crisis financiero, es el mismo todo vale que quiere equiparar legalmente el matrimonio a cualquier otra forma de convivencia, con devastadoras consecuencias demográficas y sociales.

El secularismo ha generado una «cultura individualista, consumista y relativista», que, desde Occidente, «se propaga al resto del mundo», dijo el cardenal Antonelli. La familia se reduce a «simple cohabitación de individuos en la misma casa», mientras que el matrimonio se convierte simplemente en «una relación afectiva de carácter privado entre dos individuos, según la lógica del intercambio, de los intereses y de las gratificaciones». De este modo, «la convivencia se reduce a coincidencia, más o menos prolongada, de intereses egoístas».

El cardenal Scola, con los voluntarios del EMF, el pasado domingo, solemnidad de Pentecostés.

Pero si la familia es víctima de esa crisis cultural, también es su antídoto. De ahí que recuperar la fortaleza de la institución sea clave para superar la crisis que atenaza hoy a Europa. De la familia, «dependen la cohesión y el desarrollo de la sociedad», y cómo serán los «futuros ciudadanos y trabajadores», advirtió el cardenal. «La familia proporciona ayuda, protección y auxilio a sus miembros…; contribuye de forma relevante a transmitir el patrimonio cultural de la sociedad…; alimenta las virtudes sociales, que son necesarias para la convivencia civil e incluso para el funcionamiento del mercado: respeto, responsabilidad, confianza, solidaridad, laboriosidad… En síntesis, la familia, como ha afirmado Benedicto XVI, es una necesidad social, incluso económica».

Para el Papa, sin embargo, ésta no es una crisis meramente social ni moral. Para superarla, no bastan las fuerzas humanas. Como ha explicado el cardenal Scola, Benedicto XVI enseña que, en el fondo, padecemos una «crisis de la fe», esa fe que «nos ha permitido llamar a Dios Padre, nos ha dado el sentido de la relación justa entre el hombre y la mujer», o «nos ha dado el sentido y el gusto del trabajo» y del descanso. «En definitiva —afirma el arzobispo de Milán—, la fe nos da el sentido de la belleza, de lo bueno y de lo verdadero».

Familias del mundo, uníos

Pero si el mejor aliado de la Iglesa frente a la crisis de fe es el corazón insatisfecho del hombre, lo mismo puede decirse de la crisis que amenaza a la familia. Como resaltó el cardenal Antonelli, no hay sociedad en el mundo, rica o pobre, culturalmente más tradicional o más avanzada, en la que «la familia natural» no sea «el valor más deseado». De hecho, el cardenal anunció que, en Milán, se presentará una investigación, encargada por el Consejo Pontificio, que muestra que «la familia con dos o más hijos son las que declaran ser más felices».

Numerosos estudios lo corroboran. Janice Shaw, de la organización Concerned Women for America, ofreció, en Madrid, una panorámica del amplio catálogo de investigaciones existentes sobre los beneficios que aporta la familia. Por ejemplo, los hombres casados viven más años y gozan de mejor salud; el riesgo de adicciones o de conductas antisociales es menor en ellos; las relaciones con sus parejas y sus hijos son mejores, y la probabilidad de suicidio disminuye. En cuanto a las mujeres, tienen mejor salud, y menor probabilidad de suicidarse, de caer en adicciones o de ser víctimas de violencia doméstica. Además, su riesgo de exclusión social es menor.

Crisis de fe, crisis de familia. Y viceversa

«Cristo nos enseña la verdadera paternidad»

Numerosos estudios certifican una correlación entre secularización y debilitación de los vínculos familiares. Por un lado, a menor práctica religiosa, mayores son las tasas de divorcio, de los nacimientos extramatrimoniales, etc. Por otro lado, donde la salud de la familia es más endeble, hay menos vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, menor práctica sacramental…

En su audiencia general de la pasada semana, Benedicto XVI dio algunas claves de por qué esto es así. El Papa, que está dedicando un ciclo de catequesis a la oración, habló de cómo Jesús nos enseña a llamar afectuosamente a Dios Abba» (papá). Así —explicó— aprendemos que «el cristianismo no es una relación del miedo, sino de la confianza y del amor al Padre que nos ama», y «nos sitúa en una relación filial con Dios, como la de los niños», gracias a «la fe y a los sacramentos del Bautismo y la Confirmación».

Si «el hombre de hoy no percibe la belleza, la grandeza y el consuelo profundo que se contienen en la palabra padre con la que podemos dirigirnos a Dios en la oración», añadió Benedicto XVI, es «porque hoy, a menudo, no está suficientemente presente la figura paterna y, con frecuencia, incluso no es suficientemente positiva en la vida diaria. La ausencia del padre, el problema de un padre que no está presente en la vida del niño, es un gran problema de nuestro tiempo, porque resulta difícil comprender en su profundidad qué quiere decir que Dios es Padre para nosotros».

Es Cristo quien nos enseña el significado pleno de paternidad.

«Algunos críticos de la religión han dicho que hablar del Padre, de Dios, sería una proyección de nuestros padres al cielo. Pero es verdad lo contrario: en el Evangelio, Cristo nos muestra quién es padre y cómo es un verdadero padre; así podemos intuir la verdadera paternidad, aprender también la verdadera paternidad».

Y esto es así porque la familia es el lugar donde más fácil es que se valore a la persona por lo que es: como alguien «singularísimo y necesariamente en relación con los demás, inserto en el mundo y abierto al infinito». Como alguien que «no es sustituible e intercambiable como las cosas», y que, «por eso, no tiene precio». Así lo resumió el cardenal Antonelli, que valoró cómo, a pesar de la crisis que afecta a la institución, en todo el mundo, «aumenta el número de familias ejemplares, más conscientes de su misión que en el pasado, generosas, responsables, capaces de ir a contracorriente».

A esas familias, el cardenal les llamó a «movilizarse cultural y políticamente a través de sus asociaciones, para conseguir una sociedad más atenta a sus derechos». Se ha avanzado mucho en el asociacionismo, pero es necesario que «tales asociaciones se refuercen, se multipliquen, se coordinen más eficientes».

Concluía así cardenal su presentación del Encuentro Mundial de Milán, no sin antes lanzar un vibrante llamamiento: «Del corazón, me surge espontánea y fuerte una llamada: Familias del mundo, uníos».

Jesús Colina. Roma / Ricardo Benjumea